"Raíles" en un suelo de piedra - Lo que
dicen que son y lo que podrían ser - Enigmática red viaria -
¿Caminos para transporte de grandes cargas? - ¿Inventados los
rodamientos a bolas? - Historias de calendario, creadas hace
10.000 años - Malta, ¿meta de los extraterrestres? -
Sensacional: el hipogeo - En el mundo subterráneo - La
fecundidad de las diosas-madres - Un equipo de alta fidelidad
de hace miles de años - Arquitectos de la Edad de la Piedra -
La odisea de Odiseo - ¿Gigantes en acción? - Bajo los menhires
de la Bretaña - Anteriores a la última glaciación - La fiebre
del oro - Una construcción de axiomas - Secretos de los
cuarzos (p.90)
En la era del reactor, el archipiélago de Malta, noventa y
cinco kilómetros al sur de Sicilia, se halla como quien dice a
la puerta de mi casa.
Quise contemplar por segunda vez aquello con que todo turista
tropieza tarde o temprano en Malta, a saber, esos extraños
"raíles" tallados en la roca y que cubren todas las islas del
archipiélago. En mi ENCICLOPEDIA DE LA ARQUEOLOGÍA de 1975
(nota 30: Lexikon der Archäologie; Reinbek, 1975) loe bajo el
epígrafe "Malta":
<Hacia el 3000 a.d.C. llegaron a la isla otros invasores
procedentes de Sicilia. En el período comprendido
aproximadamente entre 2800 y 1900 a.d.C. aquéllos construyeron
(p.90)
un número asombroso de templos megalíticos, de los cuales se
conservan unas treinta muestras, que atestiguan en planta y
alzado un conocimiento técnico muy desarrollado... A estos
pobladores les siguieron probablemente otros inmigrantes,
tribus belicosas procedentes del oeste de Grecia... A esta
época corresponden también los extraños "raíles para
carros".>
Después de un detallado estudio de esta curiosidad, a mi
tampoco se me ocurre mejor nombre que el de raíles.
Malta, la mayor de las islas, donde está la capital La
Valletta, tendrá unos veinticinco kilómetros de largo por doce
de (p.91)
ancho. Las islas menores de Gozo y Comino tienen sus encantos
específicos, pero Malta las desbanca no sólo por su tamaño,
sino sobre todo por sus grandes enigmas no resueltos: los
raíles y los templos megalíticos.
El sol, el mar y las estaciones han impreso carácter en el
paisaje y las gentes de este archipiélago mediterráneo. Cuando
se llega por vía aérea a La Valletta, uno creería estar viendo
un mundo cubista de color gres: la cuadratura de los edificios
con sus tejados planos y la configuración rectangular de las
calles casan a la perfección con los campos que rodean la
ciudad, trazados a regla y contrastando en maravillosos tonos
pastel.
Durante el viaje al hotel en un vetusto Ford, modelo 1954, el
taxista que me conducía al Malta-Hilton ponderaba en tonos
entusiásticos el nuevo gobierno socialista.
-- ¡Echaremos a los ingleses y a todos los que no nos sirvan!
Me importase o no, tuve que enterarme además de que el doctor
Dom Mintoff era un "superhombre" con quien podía estimarse
asegurado el progreso incesante de la población insular.
No se notaba mucho. Desde mi primera visita, once años atrás,
aquel paraíso turístico de grandes hoteles, espléndidas
avenidas, lujosos comercios y cuidadas playas había perdido
mucho de su esplendor. En diciembre de 1974 el archipiélago se
convirtió en una República independiente, que avanza bajo la
dirección del superhombre derecha a la grisalla socialista.
Poco pude redescubrir de lo que antes se alababa en guías
turísticas y novelas, describiendo las islas como una tierra
paradisíaca. Al cabo de pocos días estuve seguro de que, como
no fuese por razones de trabajo, no iba a volver jamás. Al
menos, no se ha privado a los pescadores malteses de pintar
sus barcas en todos los colores del arco iris, como desde
siempre venían haciendo. Por unos momentos me hizo recordar
Hongkong, a falta de los juncos, naturalmente.
Como es lógico, los isleños conocen los "raíles" lo mismo que
a los caballeros de Malta, que a fines del siglo XVI
convirtieron el país en un centro de la cultura europea. Pero
llaman a los raíles, despectivamente, "CART RUTS", y no les
conceden la menor importancia... actitud que comparte, por lo
visto, el Gobierno maltés, puesto que no ha tomado ninguna
iniciativa para su conservación. Al conceder licencias de
edificación no se guardan consideraciones a los "cart ruts",
que por otra (p.92)
parte están expuestos a la intemperie sin protección de
ninguna clase.
Sin embargo, el visitante actual aún encontrará,
ocasionalmente, algún raíl o par de raíles, y mientras alarga
el paso para no tropezar con ellos pensará que tal vez sean
firmes de antiguas líneas férreas, de las que se hubieran
retirado las vías para aprovechar el acero a otros fines
(puesto que en una isla ha de ser necesariamente más caro). O
tal vez crea el observador que son roderas hechas por el paso
de los carros. No sé cuántas cosas podrá imaginar el paseante,
pero me consta que ninguna de las hipótesis apuntadas puede
ser cierta.
Los raíles de Malta son un misterio prehistórico único. En
Malta y en Gozo quedan aún algunos centenares, pero hace miles
de años ambas islas debían estar literalmente cubiertas de
ellos. Viéndolos allí, esos surcos excavados en el suelo, que
GENERALMENTE discurren paralelos, como debe ser, la
comparación espontánea con unos raíles le viene a uno en
seguida. Pero al examinar más de cerca ese enigma del suelo,
se pone pronto de manifiesto que no pudieron ser raíles en el
sentido corriente de la palabra.
No sólo es distinto el ancho de vía de los diferentes
carriles, sino que incluso varía dentro de un mismo tramo.
Esto es particularmente evidente en la región de Dingle, al
sudoeste de la antigua capital Mdina, donde se acumulan los
raíles como en una gran estación de maniobras... para seguir
con nuestro símil.
En realidad son unos "raíles bastante raros", que asombran
incluso a los arqueólogos: cruzan valles, escalan montañas; a
veces discurren varias vías paralelas, para unirse
sorprendentemente en un solo tramo como en las agujas de las
estaciones. Toman de pronto audaces curvas o incluso,
¡figúrense!, corren derechos hacia las profundidades del
Mediterráneo. Otros terminan bruscamente en un acantilado
cortado a pico. En estos puntos debe de haberse desprendido la
roca que llevaba la continuación de los raíles, cayendo al
mar.
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Malta, un raíle
profundo [3]
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Vías de todas las medidas
Las dimensiones de los raíles varían mucho, pues se encuentran
vías desde 65 hasta 123 centímetros. En cuanto a la
profundidad de la huella, se encuentra ¡hasta de más de
setenta (p.94)
centímetros! Cerca de Mensija, por ejemplo, una amplia curva
que se ciñe a una ladera tiene setenta y dos centímetros de
profundidad, en un suelo de piedra caliza.
Por lo que respecta a la hipótesis de las roderas de carro: si
alguna vez hubiera pasado un carro por aquí, la profundidad de
la huella le habría impedido tomar la curva, pues o bien la
rueda se habría hundido por completo, o el eje hubiera debido
estar a 72 centímetros como mínimo, lo que supone unas ruedas
de casi un metro y medio de diámetro. Pero tan gigantesca
rueda, precisamente, no habría podido pasar las curvas sin
atascarse o romperse. Hemos de creer que en aquellos remotos
tiempos no existían suspensiones de ruedas independientes como
las de los automóviles modernos, y en todo caso, unas ruedas
de 1,5 metros de alto, como las de una gran excavadora, no
podrían maniobrar con una vía comparativamente tan estrecha.
Ejemplo en el cajón de arena
Que la idea de guiar carros en los raíles de Malta es absurda,
puede demostrarse sobre un modelo: profundidad de la huella,
72 centímetros; anchura en el punto más profundo, 6
centímetros. La curvatura del arco, la correspondiente a un
círculo de 84 metros de diámetro. Encájese una rueda, cuyo eje
habrá de estar a más de 72 centímetros de altura, y trátese de
hacerla seguir la curva sin que desprenda arena con los
bordes. ¡Es imposible rodar en estas condiciones! Y más
imposible resulta todavía el juego, si la huella no es de
arena sino de dura piedra. Recordemos además que todo carro de
un solo eje tiene dos ruedas, que como es "evidente" han de
rodar perfectamente paralelas dentro de las huellas. De modo
que podemos olvidar la idea y enterrarla en algún sepulcro de
teorías arqueológicas olvidadas.
Si por divertirnos un poco pensamos en carros de DOS ejes, la
cosa se hace aún más absurda. El eje trasero, con las ruedas
posteriores, por razones técnicas ha de tener necesariamente
una vía MÁS ESTRECHA, trazando una curva de radio más pequeño
que las ruedas del eje anterior. Esa es la razón por la que
los carros toman las curvas muy cerradas de fuera adentro,
procurando abrir el arco. Como ninguna de estas condiciones se
cumple en los carriles de piedra que nos ocupan, podemos
descartar (p.96)
también los vehículos de dos ejes cuando imaginemos el parque
móvil prehistórico.
En San Pawl Tat-Targa se unen cuatro pares de huellas en UNA
SOLA VÍA, lo cual es absurdo porque las cuatro eran de
DIFERENTES anchos antes de unirse. No lejos de allí hay dos
raíles que se cruzan, pero de diferentes profundidades. Cerca
de Mensija los "zapadores" trabajaron descuidadamente: la
huella está desgastada por completo. Con sesenta centímetros
de profundidad, el surco tiene once centímetros de ancho en la
parte más honda, pero veinte en la más alta.
Raíles a gran profundidad
bajo el agua
En algunos sectores de la costa, por ejemplo en la bahía de
San Jorge y al sur de Dingle, los raíles nos conducen derechos
a las azules aguas del Mediterráneo. No hace mucho se suponía
que terminarían a pocos metros de la costa, interpretándose
que serían construidos en la época en que el nivel del
Mediterráneo era algo más bajo. ¡Craso error! Gracias a los
submarinistas ha sido posible revisar esta opinión y aportar
nuevos datos a las investigaciones: los raíles continúan a
grandes profundidades, surcando las rocas del fondo marino.
Asombroso, pero así es.
Incluso los arqueólogos están de acuerdo en que la
construcción de tan descomunal red viaria debía tener alguna
utilidad. En 1970 estaban excavando los restos de un templo
romano cerca de Tas Silg, cuando las piquetas tropezaron con
los muros de un templo griego más antiguo todavía. Con eso
pensaron haber tocado fondo, pero el suelo aún les reservaba
otra sorpresa: a un nivel inferior, hallaron poderosos
monolitos. Una vez excavados éstos, se mostró a la luz del día
la fachada semicircular de un templo megalítico.
¿Se excavaron los raíles al
transportar el material?
Como vamos a tener que hablar mucho de monolitos y de
construcciones megalíticas, expliquemos primero, en pocas
palabras, lo que son. Se entiende por monolitos los monumentos
de piedra de una sola pieza, bien sea tallada artísticamente
como los obeliscos egipcios, o bien un simple bloque puesto en
(p.98)
pie como los menhires (palabra celta que significa "piedra
larga") de Carnac, en Francia. Las construcciones megalíticas
(de una compuesta griega que significa "piedra grande") son
obras de grandes sillares o losas, elevadas o subterráneas,
como pueden ser los túmulos.
Los monolitos vienen a propósito para explicar el origen de
los raíles. En Hagar Qim hay unas ruinas formadas por una
serie de monolitos, puestos uno al lado de otro, y que miden 5
metros de alto por 1,05 metros de ancho. Entre ellos hallamos
además una gigantesca losa de 7 metros de largo por 3,12 de
ancho y 64 centímetros de espesor, ¡una pieza realmente
descomunal!
Haciendo una brillante deducción, los arqueólogos dijeron: ¡Ya
está! Los carriles se formaron al transportar los monolitos
desde las canteras hasta los puntos donde debían ser erigidos.
Son rodadas abiertas en el suelo por el paso de los carros.
Pero basta una consideración técnica superficial para hacerse
cargo de que la brillante deducción es otro fracaso. Porque:
oo Los raíles presentan diferentes anchos de vía. Un carro que
hubiera pretendido cambiar de dirección no habría podido
adaptarse a la nueva vía.
oo Y no sólo esto, sino que también varía el ancho dentro de
un mismo tramo. ¿Se nos querrá hacer creer que los
constructores de aquellas épocas usaban carros con ejes
telescópicos?
oo Los dibujos de sección de estos raíles demuestran que no se
hunden perpendicularmente en el suelo, sino que más bien
tienden a converger hacia abajo. Si esas huellas fuesen
debidas a ruedas de carro, la sección de las mismas en el
fondo habría de ser rectangular. Si alguien pretende que a lo
mejor las ruedas llevaban llantas en forma de cuña, se le
contestará que entonces no habrían sido adecuadas para
transportar un peso tan grande como el de los monolitos: a
cada "pasada", el surco se abriría más dificultando en grado
creciente la marcha. ¿Qué diámetros de ruedas debieron usarse
al final, para que los ejes no se quedaran atascados en el
suelo? El argumentar de este modo no es querer razonar el
problema con seriedad.
Así pues, ¿qué ocurrió allí? (p.99)
Interpretaciones
desencaminadas
Veamos otra interpretación.
¿Tal vez los constructores de los monumentos megalíticos
acarreaban los materiales sobre trineos, es decir sobre
vehículos provistos de patines, tirados por animales? En caso
de que los habitantes prehistóricos de Malta hubiesen
utilizado en otra época ese medio de transporte, por cierto
nada acorde con la geografía del lugar, tendríamos que
insistir en lo ya manifestado antes, y con más motivo todavía:
los patines van unidos al vehículo aún más rígidamente que las
ruedas, y por consiguiente, no habrían tardado en atascarse en
ese laberinto de diferentes anchos de vía y pronunciadas
curvas.
Otra teoría:
Los primitivos habitantes de la isla usaron para el transporte
de sus voluminosos y pesados materiales de construcción (que
incluso hoy día no podrían ser manipulados sino mediante
carretillas elevadoras) una especie de andas, cuyos extremos
inferiores irían arrastrando por el suelo, mientras al otro
lado se unciría el tiro. Sobre esas andas en forma de
horquilla se habrían atado los monolitos.
Dan risa esas explicaciones, ¿no es cierto?
La horquilla de las andas tuvo que ser rígida, en cuyo caso no
entendemos cómo se produjeron las variaciones de vía. No
quiero ni mencionar otras cuestiones peliagudas, como la de
cuál pudo ser la madera capaz de soportar semejantes cargas, o
la de cuáles los animales dotados de fuerza suficiente para
arrastrarlas en esas condiciones. ¡A ver si resultará que los
antiguos malteses criaban dinosaurios para dedicarlos a esas
faenas! NO se conocía el acero, de modo que debieron tener
maderas de cualidades dignas del acero. Ahora bien: por muchas
propiedades que les supongamos, no vemos de qué forma podían
estar cortadas para dejar un surco tan estrecho en forma de
"V".
Hay otro detalle que excluye todo supuesto de carros, trineos
o andas tirados por animales. Cuando se acarrean pesos durante
decenios, años tras año y siempre por el mismo camino,
forzosamente las bestias de carga también han de dejar sus
huellas en el suelo. Por consiguiente deberíamos ver en la
piedra caliza los rastros del paso de los animales sometidos a
tan descomunal esfuerzo. Nada de eso puede apreciarse en los
raíles de la isla de Malta (p.100).
¿Inventores de los
rodamientos?
¿La solución! ¡Las cargas eran empujadas sobre bolas! En
efecto, se han hallado en Malta centenares de bolas. Son de
caliza blanda y de múltiples tamaños. Las más grandes
presentan un diámetro de sesenta centímetros, y las más
pequeñas son de siete centímetros. ¿Quizá los primitivos
malteses inventaron un vehículo que se desplazaba sobre
rodamientos a bolas de piedra? Esto lo explicaría todo: la
variación de los anchos de vía, las atrevidas curvas en muchas
de esas pistas, y el que las mismas puedan cruzarse entre sí.
Las bolas, en efecto, siguen cualquier curso que tengan
previamente trazado, sin importar el ancho de la vía.
¿Son las bolas la solución del enigma?
No, por desgracia. Todas las islas del archipiélago de Malta
son de piedra arenisca y caliza, minerales de escasa
consistencia. ¡Y las bolas ESTÁN hechas de piedra caliza!
Bastaría una tonelada de peso para dejarlas hechas tortilla, o
desmenuzarlas como si fueran bolas de nieve. Además, las
bolas, cualquiera que sea su tamaño, no podrían producir nunca
una huella en forma de "V", sino en todo caso de media caña; a
mayor peso no corresponde un surco más profundo, sino sobre
todo más ancho. Para dejar una huella de setenta centímetros
de profundidad en la piedra, se necesitarían, o bien bolas de
un metro y medio de diámetro (como en el caso de la rueda), o
pesos fuera de toda proporción. Considerando los rozamientos
en todos los sentidos que sería preciso vencer, no hacen falta
cálculos para saber que las tracciones habrían de ser
gigantescas, o de lo contrario la carga no avanzaría ni un
palmo. De todas maneras, la discusión de esta hipótesis es
ociosa, dado que hasta la fecha no se han encontrado en Malta
bolas de un diámetro superior a sesenta centímetros.
Tampoco se ha descubierto ninguna clase de bajorrelieve o
escultura representando carros ni carretas de ninguna especie.
Ahora bien, si los constructores de los templos hubieran usado
tales medios de transporte, sería difícil no hallar alguna
representación de los mismo, pues hay en la isla dibujos y
pinturas rupestres de antigüedad igual o superior (p.102).
Ninguna relación entre los
raíles y las edificaciones
Entre los raíles y las construcciones no existe ningún vínculo
causal. De lo contrario, los "carriles" deberían conducir
hasta los emplazamientos de lo edificado o morir cerca de
ellos. ¡Y no ocurre así! La densa red viaria pasa por aquí y
por allá, pero dejando de lado los templos e invadiendo
también aquellos lugares en donde ningún templo ni otro género
de construcción marca el horizonte con sus ruinas.
Nadie ha intentado cartografiar ni medir la red de surcos, si
bien es verdad que sería una empresa muy difícil: en algunos
lugares se halla recubierta por la vegetación y desaparece de
la superficie, para reaparecer de pronto un trecho más allá.
Otras veces se han construido edificios sobre las pistas, o
éstas han quedado sepultadas bajo los escombros de los
milenios transcurridos.
Mi consejo: investigación
multidisciplinaria
Nadie sabe para qué servía este laberinto de raíles ni quién
lo construyó. Hoy día se habla mucho de investigaciones
interdisciplinarias: el arqueólogo pide ayuda a los físicos,
los químicos o los metalúrgicos para solucionar enigmas como
el que ahora nos ocupa. Pero en Malta no se ha dado ninguna de
esas colaboraciones que casi podríamos llamar detectivescas.
Me parece que un análisis de esos raíles podría rellenar
muchas regiones del mapa de nuestro saber, que al presente
están en blanco. ¿Fueron bolas de piedra, horquillas de madera
o llantas de carro lo que dejó la marca de su paso en las
rocas? Y cualquiera que fuese el diseño de los antediluvianos
medios de transporte, su paso ¿no debió aplastar,
incrustándolos en los poros del suelo calizo o arcilloso, un
gran número de pequeños organismos vivientes? ¿No sería
posible, pues, hallar restos de polen u otros por el estilo,
que permitieran deducir la antigüedad de las huellas?
En cuanto a los raíles que se sumergen en el fondo del mar,
sobran actualmente medios técnicos para llevar muestras de los
mismos bajo el microscopio de los sabios. ¿Por qué no se
intenta siquiera?
¿Es posible, es lícito que permanezcamos indiferentes ante un
enigma tan portentoso del remoto pasado de la humanidad?
(p.103)
Nosotros los occidentales, que tanto nos envanecemos de
nuestra ciencia y de nuestro inextinguible afán de saber, ¿por
qué no los aplicamos a este caso?
Cuentos de calendario...
Sería verdaderamente raro y asombroso que no saliera en el
catálogo de las posibles interpretaciones el cuento del
calendario... lo mismo que para las pirámides egipcias, para
las "piedras colgantes" de Stonehenge, cerca de Wilshire,
Inglaterra, o para las "pistas de aterrizaje" de Nazca, en el
Perú. La hipótesis de que también los carriles de Malta fuesen
parte de un descomunal sistema de calendario es la más tonta
de las respuestas "razonables" a una cuestión que sigue
pendiente en todos los sentidos.
En cualquier parte del mundo en donde estén a la venta esos
calendarios de taco arqueológico, se trata de monumentos y
edificaciones fantásticamente grandes, que en modo alguno
podían ser abarcados "de una ojeada" por el simple peatón.
Según tales teorías, nuestros antepasados de la Edad de la
Piedra eran un poco cortos, y necesitaban de esos calendarios
gigantescos para acordarse de cuándo llegaba la primavera y
cuándo empezaba el otoño. En realidad no sabemos pues no está
escrito en ninguna parte, si los pueblos prehistóricos tenían
a la agricultura como la principal de sus ocupaciones. En todo
caso, si aquellas reducidas poblaciones HUBIERAN confiado
fundamentalmente a la agricultura su diario sustento, no les
habrían sobrado hombres ni tiempo para construir grandes
calendarios maestros de piedra (suponemos que entre terribles
sudores y mediante un sobrehumano derroche de fuerzas) como
los que póstumamente se les atribuyen.
Como según mis críticos, y pese a que he dejado escrito lo
contrario, yo doy poca beligerancia a nuestros primitivos
antepasados, en lo relativo a capacidad y aptitudes creadoras,
voy a aprovechar esta oportunidad para hacer constar lo
siguiente:
que para mí, TODAS las variedades del "Homo sapiens", desde
que pulula sobre la faz de la Tierra, son demasiado
inteligentes como para tener necesidad de esos supuestos
calendarios de piedra. No les era necesaria tanta pompa y
circunstancia para llevar cuenta del ciclo de las estaciones.
Mediante la simple observación de la naturaleza, nuestros
antepasados (p.104)
ya sabían cuándo terminaba el invierno, se anunciaba la
primavera, lucía el sol del verano o soplaban los primeros
fríos del otoño.
Cuentos religiosos...
No se me vaya a quedar en el tintero: como en otros casos
también en el de Malta se ha aventurado que los carriles
podrían pertenecer a "un" culto, aunque no se nos dice a QUÉ
culto. Desconocemos a qué dioses se pretendía enviar un regalo
óptico "de abajo arriba". Si es que la propuesta de un culto
tiene algún fundamento, me gustaría saber al menos qué era lo
que se pretendía "telegrafiar" a los etéreos dioses mediante
la intrincada red de surcos paralelos.
Volviendo a mi cita de la "Enciclopedia de la Arqueología",
vemos que los templos megalíticos fueron erigidos hacia
2800-1900 a.d.C., y que la construcción de los carriles data
de la misma época, correspondiente a finales del neolítico y
comienzos de la primera Edad del Bronce.
Todo eso es humo de pajas.
Contradicciones
Las excavaciones y las exploraciones espeleológicas han
demostrado que Malta ya estaba habitada antes del 6000 a.d.C.
Cuentan con 5.000 años de antigüedad las estatuillas de
diosas-madres. Hacia el 3000 a.d.C. llegaron los sicilianos, y
hacia el 1400 los fenicios.
Nadie afirma que los raíles deban atribuirse al neolítico, en
cambio es de cátedra la opinión de que pertenecen a la Edad
del Bronce. Pero ni siquiera esta datación relativamente
"tardía" puede ser correcta: ¿es que durante dicha Edad los
humanos eran peces inteligentes? ¿O construyeron equipos de
submarinista de bronce, con bombas de aire hechas de madera y
con campanas sumergibles para poder seguir tallando la roca
debajo del agua?
Cuando nos ponemos así de duros, nuestros interlocutores de
envuelven en una nube de vaguedades. No, dicen algunos
arqueólogos, la red de vías existe desde hace más de diez mil
años, cuando las costas ahora sumergidas eran todavía tierra
(p.105)
firme. Suena bien, pero... ¿qué herramientas se emplearon para
esculpir, fresar o taladrar tantos kilómetros de surcos
profundos en la piedra?
Pedernal, ¿de importación?
Con útiles de pedernal, naturalmente, nos contestan, y eso
también suena bien. Pues en efecto, ese mineral silíceo es más
duro que la piedra caliza, y fue utilizado durante el
paleolítico para fabricar utensilios. Lo malo es que ningún
geólogo ha podido encontrar pedernal en toda la isla de Malta,
ni en las demás del archipiélago. Teniendo en cuenta las
cantidades de este material que se habrían gastado en la
excavación del sistema de vías que estamos contemplando, sería
preciso que hubiera existido en la Edad de la Piedra todo un
dispositivo internacional de importación-exportación.
Otros dirán que hemos errado el camino. Que fueron en
realidad los invasores griegos o fenicios quienes proyectaron
y construyeron la red de raíles. ¿Por qué no? Sólo que la idea
de esa construcción no pudo ser improvisada. La historia nos
demuestra que los inmigrantes traen siempre de sus países de
origen tanto los proyectos como los conocimientos necesarios
para realizarlos, habiéndolos llevado a la práctica allí
antes. Ni en Sicilia ni en Grecia se encuentra el menor rastro
de cosa semejante a los carriles malteses.
¡Qué grotescas son todas esas contradicciones! De un lado nos
dicen que los templos megalíticos ya estaban construidos mucho
antes de que llegasen los invasores TARDÍOS. ¡Es como para
salirse uno de sus casillas! Pues si los templos ya estaban
eregidos cuando se excavaron las vías, entonces éstas no
pudieron servir para el acarreo de materiales con destino a la
construcción de aquéllos. De otro lado, si admitimos que los
carriles se hicieron hacia el 5000 a.d.C., estaremos olvidando
que el nivel del Mediterráneo apenas ha variado de manera
importante desde hace lo menos 10.000 años. Por tanto, los
últimos invasores "del oeste de Grecia" no pudieron ser, en
modo alguno, los constructores de la red viaria.
A mí, los raíles de Malta me parecen un caso ejemplar de
actitud errónea por parte de los arqueólogos. hay una
sobreabundancia de explicaciones, pero tan pronto como uno
rasca la majestuosa fachada, se cae la pintura y advierte uno
toda (p.106)
la miseria que había detrás. En cualquier caso, una vez las
opiniones llegan a quedar plasmadas en libros de texto,
adquieren el tinte de manifestaciones últimas de la sabiduría.
Según los libros de texto que haya utilizado el estudiante,
será partidario de TAL o CUAL solución. De este modo se crean
"escuelas", cada una de las cuales defiende con empecinamiento
SU postura, negándose a tolerar e incluso a conocer las demás.
Lo importante es poder colocarle a una cuestión la estampilla
de "asunto solucionado". Frente a esto, carece de relevancia
el que realmente se haya logrado descifrar un enigma o no.
Lo único indiscutible es que en tiempos prehistóricos ocurrió
en Malta algo estraordinario, algo que no se ha vuelto a
repetir jamás en ningún otro lugar del mundo. Esta isla debió
ser un centro importante para alguien y para algo.
Se podría sospechar que esos profundos surcos sirvieron para
colar metales fundidos. Pero tal suposición se excluye cuando
recordamos que las hipotéticas lingoteras debieron construirse
en una época en que los metales aún eran desconocidos: ¡lo
demuestra nuestro conocimiento de los niveles del Mediterráneo
después de la última glaciación!
¿Y si en tiempos pretéritos la roca hubiera sido atacada por
algún ácido por ahora ignorado, abriendo esas extrañas pistas
en el suelo? No es de despreciar la idea, pero la uniformidad
del trazado, el paralelismo de las huellas, contradicen esa
tesis, por cuanto un ácido podría desintegrar la roca y
hacerle un agujero, pero no crear formas regulares.
¿Conducción de aguas?
Otras razones obligan a descartar la proposición de que el
sistema de surcos fuese una especie de acueducto. Es
indiscutible que el agua siempre discurre del monte al valle,
buscando el punto más bajo. Pero los carriles toman lo mismo
sentido ascendente que descendente, cruzando montañas y
valles. El agua sólo podría vencer una pendiente en subida si
la "fuente" de la presión estuviese en el punto más alto y si
la conducción se hiciese por tuberías. Sin embargo, no se han
encontrado tubos ni rastro de los mismos. Por otra parte, el
desconocido constructor que hubiese ideado un sistema de
abastecimiento de agua, habría tenido sin duda inteligencia
suficiente para elegir las distancias más cortas entre dos
puntos, evitando (p.108)
los caprichosos meandros o recodos en zigzag que podemos
observar hoy día.
Humus en vez de dinero
contante
Una red de drenaje de tales dimensiones habría debido servir
para el riego; sin embargo, en todo tiempo las islas
estuvieron formadas por tierras de secano y rocas estériles.
No hay plantaciones. ¡Hace sólo cuarenta años, los capitanes
de barco que acudían a Malta para llegar los tanques de agua
no pagaban con dinero, sino con humus o mantillo!
¿Queda alguna otra interpretación que examinar?
¿Tal vez los surcos servían para la cría de algún producto
natural hoy desconocido? ¿Para criar gusano de seda, por
ejemplo? ¿Existió quizás un cultivo prehistórico de algas
aprovechables para la alimentación? Podemos ignorar estas
preguntas. Dada la extensión de la red de surcos, ¿a quien se
habría servido tan masiva producción? Los isleños no habrían
constituido un mercado suficiente y, como ya hemos tenido
ocasión de observar, no hay noticias de una actividad
comercial, que habría requerido una importante flota, en
tiempos prehistóricos. Por otra parte, unos criadores tan
hábiles habrían sabido dar una disposición más práctica a sus
instalaciones: todo bien junto y un surco al lado del otro, no
dispersos a través de montes y valles.
¿Cabe la posibilidad de que esas líneas, aparentemente
arbitrarias muchas veces, sean signos de una escritura
exótica? Esta hipótesis, no poco sugestiva, fracasa en la
realidad ante el hecho de que los supuestos "jeroglíficos"
continúan hasta por debajo del agua. ¿Quién iba a poder
leerlos ALLÍ?
Pero si los absurdos "signos" hubieran sido escritos en la
piedra caliza ANTES de que el mar Mediterráneo hubiese llegado
a su nivel actual, ¿habrá que admitir que sus "lectores"
podían volar por el aire? Pues de lo contrario, una
inscripción que se extiende a lo largo de más de cien
kilómetros no habría sido legible.
Pasemos a examinar también una idea de aspecto utópico: ¿Y si
los surcos hubieran servido de depósito a una aleación
metálica, que con su extensión sobre toda la isla hubiera
formado una descomunal "antena"? Considerando que la
antigüedad del sistema no puede ser inferior a diez mil años,
¿a quiénes (p.109)
atribuiremos la construcción del dispositivo, cuando la
humanidad aún no conocía los metales? ¡Ni siquiera cabe pensar
en los constructores de los templos megalíticos!
¿He olvidado algo esencial? ¿Se me ha escapado alguna
hipótesis importante? No lo creo.
Malta, ¿meta de los
extraterrestres?
Los templos megalíticos son pétreos testigos de que los
primitivos habitantes de Malta eran devotos adoradores de sus
dioses y de que no regateaban esfuerzos para dejar testimonio
de su profunda admiración hacia la figura divina. Pues, a mi
modo de ver y como ya es sabido, los "dioses" no eran figuras
imaginarias, ni engendros de una fantasía extravagante o
prelógica. En algún tiempo fueron seres reales, vivos,
eficaces y muy activos.
Se me plantea la cuestión, cuyos aspectos vienen a ser sobre
poco más o menos tan especulativos como todas las
interpretaciones anteriormente reseñadas, de si "mis" dioses
escogieron como objetivo a Malta, en época prehistórica, y si
hicieron algo allí que justifique el que los malteses,
haciendo un tremendo esfuerzo, erigiesen en la isla monumentos
de piedra a su memoria, o como tributo de admiración.
¿Guías para bueyes?
El señor De Piro, director general del hotel Hilton de Malta,
es un maltés criado en la isla de Gozo. Propugna la personal y
original teoría de que los raíles fueron realmente labrados en
la piedra por manos humanas.
-- ¿A qué tanto esfuerzo? - le pregunto.
-- Como usted sabe, cuando a un animal domesticado, somo un
asno, un caballo o un buey, se le traza una pista en el suelo,
por la fuerza del instinto el animal la sigue fielmente, de la
misma manera que saben regresar siempre a donde esté su
pesebre. A lo mejor les colgaban a las bestias de reata un
arnés que fuese rastreando el surco, y así andaban siempre por
los mismos caminos, un año tras otro. ¿Al cabo de muchos
siglos, esa actividad habría dejado huella! (p.110)
La idea no deja de ser sugestiva, pero una vez situado en los
lugares ya no me convenció.
Entre las villas de Gharghur y Naxxar se encuentra el alargado
promontorio de San Pawl Tat-Targa, que es una formación de
roca caliza. Sus laderas, expuestas al frío y al calor, al
viento y a la lluvia, están literalmente cubiertas de raíles.
Una de las vías paralelas va siguiendo la cota más alta, pera
torcer luego bruscamente hacia abajo y perderse por último en
algún (p.111)
lugar entre las casas que bordean la playa. NO menos de otros
seis pares de surcos cruzan esa curva. Pero los puntos de
intersección, realmente, no son de dibujo tal que pudieran
servir de orientación a unos animales. O bien terminan de
manera abrupta, en ángulo recto, o bien la profundidad de la
pista secundaria es muy diferente de la que se mide en la
curva, llegando en otros casos hasta ochenta y un centímetros.
En estas condiciones, cualquier animal se rompería las patas.
Por último otros tramos se van borrando poco a poco hasta
terminar en la nada. En estos puntos, donde el surco se nivela
con el suelo de caliza hasta desaparecer por completo,
cualquier animal de tiro, carga o arrastre quedaría detenido
sin saber adónde ir, lo mismo que el buey cuando encuentra
cerrada la puerta del establo. Y ¿dónde está el rastro de las
pisadas? Porque los surcos mismos no pueden ser obra de los
animales, pues para ello son demasiado nítidos y profundos. Y
puesto que en algunos lugares el carril se confunde con el
suelo y desaparece... ¿qué se hizo de las bestias? ¿O acaso
enviaban un helicóptero a recogerlas en la estación de
término?
La idea más plausible, la más interesante e incluso la más
lógica a primera vista es la que relaciona los raíles con la
construcción de los templos megalíticos. La realidad es que se
trata de obras de dimensiones realmente olímpicas: nada menos
que treinta templos megalíticos en una isla diminuta, hechos
de poderosos sillares de piedra combinados con menhires. Dicho
sea de paso, Malta sólo tiene 247 kilómetros cuadrados de
superficie, y Gozo, 76 kilómetros cuadrados. Gracias a unos
restos de madera encontrados en el templo megalítico de Hagar
Qim, ha sido posible proceder a nuevas dataciones por el
método del radio-carbono: ¡se ha propuesto la fecha del 4000
a.d.C. para la antigüedad de este monumento! En aquellos
tiempos aún no se sabía nada de los "antiguos romanos", cuya
primera ciudad data del 1000 a.d.C., es decir de comienzos de
la Edad del Hierro; en cuanto a los "antiguos griegos", la
primera arribada al archipiélago no está documentada hasta
1200-900 a.d.C. aproximadamente. Con lo cual podemos estimar
superada la noción tradicional de que la cultura se difundió
partiendo del área sumeria, a través de Egipto y Babilonia,
hasta llegar a Europa. ¡Las maravillosas construcciones
maltesas datan de la Edad de la Piedra!
Aunque no me fío mucho del método del C-14, en primer lugar
porque supone una proporción constante del isótopo radiactivo
(p.112)
C-14 en la atmósfera, y en segundo lugar porque no es seguro
que el hallazgo de unos esqueletos o unas maderas tenga que
ver con la verdadera fecha de construcción de un monumento, de
todas maneras celebro que Hagar Qim haya sido datado hacia el
4000 a.d.C. Con eso disponemos de una "cota mínima" de
antigüedad, por lo menos. Cabe admitir que si el templo no
puede ser más reciente, en cambio sí podría ser mucho más
antiguo, dado que los restos de madera podrían no haber sido
dejados por los primeros constructores de la edificación.
Digamos de paso que Hagar Qim es un término que todavía sigue
vivo en el dialecto maltés, y que en sentido figurado vendría
a significar algo así como "piedras venerables". La
arqueología local quiere suponer que el templo de Hagar Qim
estaba consagrado a unas divinidades fenicias. ¿En el año 4000
a.d.C.? ¡Qué raro, caramba! No hay ningún indicio que
demuestre la presencia de los hombres del antiguo "reino de la
púrpura" (nota 31: Herm, Stefan: Die Phönizier; Dusseldorf
1973) en épocas tan remotas.
Si los "carriles" guardasen relación con la construcción de
los templos, lo lógico sería que esas extrañas líneas
condujesen al emplazamiento de los mismos. Sin embargo, eso es
precisamente lo que no ocurre nunca. Los treinta templos están
diseminados por toda la isla, y los raíles la surcan de un
lado a otro con la misma irregularidad, pero siempre pasando
de largo. Veamos, por ejemplo, el yacimiento de Tarxien, en
las proximidades de un lugar llamado Paola. A pocos centenares
de metros de allí, en la costa meridional de la isla y junto a
Mnajdra, hallamos el de Hagar Qim. En medio de ambos pueblos
se alza el templo de Skorba, mientras que el monumento
prehistórico más destacado del archipiélago de Malta, que es
el templo Ggantija, está en Gozo, la isla vecina del norte.
Pregunta de concurso: ¿qué fue primero, los templos
megalíticos o los "raíles"? Parece tan imposible contestar a
esta pregunta como decidir si fue primero el huevo o la
gallina.
Ahí los tenemos ante nosotros, esos gigantescos monolitos. Por
ellos han pasado milenios, que han erosionado y partido las
piedras. La contemplación de los "raíles" nos hace pensar en
las innumerables lluvias que los habrán azotado, en los fríos
que los congelaron y los calores que los dilataron. ¿Hasta qué
punto habrán sido afectados por los movimientos tectónicos? Lo
seguro es que estaban ahí antes de que el mar Mediterráneo
alcanzase su nivel actual. Por tanto, ¿serán también
anteriores a la última glaciación los templos? Nadie lo sabe,
sin (p.114)
embargo, la sospecha se impone. Pero antes de pasar a detallar
mis atrevidas deducciones al respeto, conviene mencionar otra
cosa única que ofrece Malta a los visitantes, además de sus
carriles y sus templos.
Suplemento: Indica Wikipedia
alemana en su artículo sobre raíles (Schleifspuren) en el
año 2011:
Raíles hay no solo en Malta y en Gozo, pero también en
Grecia, en Francia cerca de Anse de St. Croix, En España en
El Padul y en El castellar de Meca, en Cerdeña y en Sicilia,
además enAzerbaiyán en la península de Abseron. Pescadores
de Malta y el historiador D. Bradley indican que fueron
raíles también en la pequeña isla de Filfla (una isla del
arquipélago de Malta), pero bombas destruyeron los raíles
allá. Otros raíles más cortos pero con hasta cinco paralelas
hay en las islas Canarias en Queseras y en Marruecos
[web01].
[3.2. Figurinas de mujeres en Malta]
La otra sensación
En Saflieni, al sudeste de La Valletta y cerca de la población
de Paola con sus doce mil habitantes, nos sorprende el (p.115)
"hipogeo de Hal Saflieni". Hipogeo es una palabra procedente
del griego, que significa "subterráneo" (hypo = debajo de;
gaia = la tierra). En la literatura especializada se llama
hipogeos a los sepulcros o recintos para el culto subterráneos
con techo abovedado.
La casa por la que se entra al yacimiento subterráneo se
distingue de las demás de su calle por un portal formado por
cuatro columnas o jambas de sección cuadrada, que soportan
pesados dinteles de piedra. En la pared, una placa de mármol
anuncia: HAL-SAFLIENI PREHISTORIC HYPOGEUM.
Me parecían exageradas las descripciones que había leído sobre
este monumento. Después de largo itinerario a pie por un
laberinto de calles que hervían de calor, y cuando me vi
frente al pomposo portal de piedra caliza, me fue forzoso
preguntarme si valdría la pena entrar. Las correas de mis dos
máquinas fotográficas, pesadas como el plomo, se me clavaban
en los hombros; desde hacía semanas, un sol de justicia
castigaba la isla polvorienta y sedienta. En tales
condiciones, hasta mi inextinguible afán de aventura flaqueaba
sensiblemente. Tenía el pantalón y la camisa pegados al
cuerpo. Lo que me decidió a entrar fue el pensar que un cuarto
de hora al frescor, dentro de la casa, me aliviaría lo
suficiente.
Me quedé todo el día. Al poco rato de estar allí había
olvidado mis pocas ganas de entrar.
Entro en el "reino
subterráneo"
La entrada es una planta baja, que da acceso a las tres
plantas subterráneas del monumento. De la penumbra salió un
robusto maltés, que mediría como dos metros de estatura, y me
quitó tranquilamente las cámaras.
Ante mi mirada sorprendida, y sin duda también algo indignada,
condescendió a la lacónica explicación siguiente:
-- ¡NO CAMERAS!
Por si no entendía yo el inglés, agregó en francés, con
severidad:
-- ¡DÉFENDU!
luego depositó mis máquinas en una estantería de madera y,
plantándose frente a la misma con energía, exclamó a guisa de
aclaración final:
-- ¡VOILÁ! (p.116)
Hasta la fecha no he logrado entender por qué motivos prohíben
tomar fotografías en algunos museos. Podrían cobrar el permiso
para hacerlo, como es natural, pero no debe estribar en eso la
cuestión. En el Musée de l'Homme de Paris, por ejemplo, yo
estaba dispuesto a pagar cualquier cantidad que me hubieran
pedido.
A veces me cosquillea la sospecha de que es el clan de los
arqueólogos profesionales quien no tolera que sus tesoros sean
(p.117)
retratados desde un ángulo diferente del bendecido por ellos.
En la situación en que me hallaba ahora, la prohibición de
tomar fotografías me pareció más absurda que nunca. Como la
experiencia me ha enseñado que, a veces, una buena propina
vence la repugnancia de los guardianes del templo a los
objetivos fotográficos, le metí en la mano al gigante dos
libras maltesas. Las cuales aceptó, sin que el gesto le
moviese a devolverme ninguna de mis cámaras.
Rodeado de gigantes
Dignóse descender desde su altura hasta mi modesto metro
sesenta y ocho de estatura, y susurró con los ojos
desorbitados de reverencia:
-- "Sir, ¡this is a holy place!"
¡Ah, diablos!, pensé, si es un lugar santo, habrá que obedecer
sin rechistar, pues de lo contrario podría uno tener en
disgusto. En el fondo de mi cerebro se ocultaba la idea de
que, si había allí algo que fotografiar, ya encontraría el
medio de hacerlo.
El severo custodio de mis cámaras dio una palmada con las
palas de panadero que tenía por manos. De un camarín contiguo
salió otro personaje aún más imponente, cuya estatura
sobrepasaba incluso en algunos centímetros a la de su colega.
Por lo visto, yo había caído en una cueva de gigantes. El
recién llegado era bastante más joven que el primer gigante de
guardia; llevaba un pañuelo de seda roja al cuello y se cubría
con una boina negra. Con la oficiosidad de todo buen guía
turístico, empezó por inundarme con un chaparrón de palabras
en diferentes idiomas. De lo cual deduje, en primer lugar, que
hablaba mejor el inglés, y en segundo lugar, que la oferta
estaba compuesta de dos visitas en vez de una, pues además del
hipogeo que me había llevado allí se podía ver un "museo"
adyacente. Luego pude comprobar que la palabra museo era
ligeramente exagerada, pues se trataba sólo de cuatro vitrinas
empotradas en las paredes. Decidí aceptar ambas ofertas y,
después de entregar al gigante joven otras dos libras y
rogarle que me hiciese partícipe de sus conocimientos en
inglés, fui admitido a contemplar las pequeñas vitrinas.
Pulcramente ordenados, como en los escaparates de una
farmacia, podían verse allí los tesoros encontrados por azar
en (p.118)
1902 cuando se construyó la casa en donde nos hallábamos, y
sin cuya prosaica existencia seguramente no hubiera sido
descubierto el hipogeo. ¡Eso es lo que yo llamo una casualidad
afortunada!
En las vitrinas vi utensilios de piedra, anillos y collares,
estatuillas y otros adornos y amuletos, algunos de ellos
hechos de concha.
-- "¡This are magic objects!" - repetía una y otra vez el
joven gigante que no me perdía de vista ni un segundo.
Objetos mágicos, pues, encontrados en el hipogeo. Muy serio,
mi guía me aseguró que las escaleras por donde íbamos a bajar
en seguida habían sido utilizadas por los hombres de la Edad
de la piedra para bajar a las bóvedas donde - ¡asómbrese
usted! - hablaban con sus dioses, para cuya comunicación les
eran imprescindibles aquellos amuletos.
Una "diosa madre" conocida
Apenas si pude echar una ojeada al objeto que SÍ me interesaba
y sobre el que había leído algunas cosas. Mi gigante me
arrastraba ya hacia la escalera.
Se trataba de la "diosa madre", una figura de terracota de
unos diez centímetros de longitud, que algunos libros
mencionan también bajo el nombre de "la durmiente". Descansa
en un platillo apoyado sobre cuatro pies; su macizo cuerpo
está envuelto en un vestido que podría describirse evocando el
caparazón de una tortuga. Reclina sobre un brazo la cabeza
apenas esbozada, y tiene las piernas cortas y gruesas.
Lo que es YO, cuando estoy ante diosas madres durmientes y
además oriundas del neolítico, aguzo inmediatamente todos los
sentidos. ¿Por qué tenían los artistas del neolítico tanta
afición a representar "diosas madres"? Y además, ¿qué
significa en realidad eso de "diosas madres"? ¿Se trataba
acaso de representar a las madres de los dioses? No escapará a
nadie que esto último es un absurdo. En las nociones de los
artistas de la Edad de la Piedra todavía no estaban
organizados los dioses en clanes con sus familias y sus
madres.
Las diosas madres del neolítico, como la de la copia que
estaba yo contemplando en aquellos momentos (porque el
original se encuentra en el Museo Nacional de La Valletta),
han aparecido, por ejemplo, en La Gravetta, Laussel y Lespugne
(p.119)
de Francia, en Cukurca de Turquía, en Kostjenko de Ucrania, en
Willendorf de Austria y en Petersfels, de Alemania.
Por supuesto, la denominación de "diosas madres" es de nuestra
época. Quién sabe si esas figuras, en la intención de los
hombres prehistóricos, querían representar verdaderamente unas
"diosas". Nuestras inteligentes denominaciones podrán ser muy
convenientes y útiles para la confección de los catálogos
museísticos, pero me atrevo a dudar de que sean siempre
(p.120)
acertadas en cuanto al verdadero SENTIDO de los objetos. ¡Poco
importa! En todo caso, es preciso que esas representaciones
plásticas, con sus atributos tan marcados de hembra
embarazada, tengan un significado concreto. De lo contrario,
no se habría coincidido en tantos y tan diferentes lugares del
mundo, y hacia las mismas épocas, en su fabricación. Ya
veremos...
Mientras mi gigante me conducía a la escalera de piedra, puso
en mi conocimiento que cuanto íbamos a ver en seguida había
sido descubierto por casualidad a principios de siglo. Cosa
que yo ya conocía por la literatura consultada. Lo que yo
ignoraba era que el acceso originario al mundo subterráneo -
una losa de piedra sobre un pozo de sección cuadrada - estaba
en una colina que dominaba el barrio del puerto, y fue tapiada
para construir un muro sobre los muelles.
Mi "cicerone", tan hablador como su patronímico antepasado,
empezó a bajar por la escalera con precaución y un cierto
temor (pese a que, sin duda, habría emprendido el mismo camino
miles de veces). A medida que bajaba fue volviéndose
taciturno, y por último se limitó a hablar sólo cuando yo le
preguntaba algo, y en voz baja.
Llegados a la sala principal de la planta intermedia, hube de
exclamar:
-- "¡Eso es fantástico! - y añadí: "¿Cómo es que estamos solos
aquí?
-- Los malteses nunca vienen aquí. Temen el oráculo. Sólo
vienen los turistas que nos envían los recepcionistas de los
hoteles, pero como ahora estamos fuera de temporada... -
susurró el gigante, hablándome al oído.
Un antiquísimo equipo de alta
fidelidad
Si la datación es correcta, y según cuentan, hace 6.500 años
largos los fieles bajaban a esta sala del oráculo para que el
sacerdote, agazapado en la contigua cámara, interpretase sus
sueños. Yo había leído muchas cosas sobre la estupenda
acústica de aquel lugar, pero se me antojaba increíble que una
palabra dicha en voz baja resultase amplificada hasta
reverberar por todo el recinto. El joven gigante, como si
hubiera adivinado mis pensamientos, me tomó de la mano y me
condujo hacia un nicho. Una vez allí, se situó frente a uno
hueco de forma (p.121)
elíptica excavado en la piedra y emitió algunos sonidos
prolongados:
-- "¡Ooooooohhhhaaaaaa! ¡Uuuuuuuhhhiiii!"
Como si hubieran sido amplificadas por el equipo de alta
fidelidad de una ruidosa discoteca, las llamadas del gigante
inundaron la sala y rebotaron en las paredes. Incluso cuando
el hombre bajó su estentórea voz hasta un susurro, todos los
nichos y rincones se llenaron de suaves ecos.
No quise perderme la oportunidad de probar yo también (p.122).
Metí la cabeza en la "concha" elíptica y proferí un prolongado
"Jaaaaa!" Cuanto más levantaba la voz, más extrañas se hacían
sus reverberaciones. Si la bajaba hasta la tesitura de un
barítono profundo, la vibración hacía retemblar el aire. Pude
observar que estos efectos se acentuaban en un punto
determinado de la elipse. Dirigí mi voz hacia el mismo,
sospechando que DETRÁS del "micrófono" debe existir un espacio
hueco en la piedra que, actuando como la caja de resonancia de
una (p.123)
guitarra, sería la causa de la amplificación. Supongo, puesto
que no puede comprobarse, como es natural, que dentro de la
piedra existe un sistema de conductos por los cuales se
transmite el sonido a otros puntos de la sala.
Por no estar presente ninguna mujer, no pude efectuar otra
verificación importante: según se afirma, el milagroso
amplificador de voz sólo funciona cuando habla un hombre; las
voces de mujer, aunque sean las más sonoras de contralto, no
activan la prodigiosa acústica de la piedra. Es evidente que
debo regresar a Malta... pero esta vez con alguna dama que me
diga algo.
A lo largo de mis viajes he visto muchos monumentos
prehistóricos impresionantes: pirámides y timbas de reyes en
Egipto, tremendas construcciones megalíticas en Turquía, la
fortaleza de Sacsayhuamán en las cercanías de Cuzco, las
"conducciones" de Tiahuanaco, las gigantescas figuras de la
isla de Pascua, por citar sólo algunos ejemplos.
Pero el hipogeo le corta a uno la respiración. Es algo
diferente de todo lo demás.
Del recinto principal derivan corredores, camarines y
habitáculos, así como nichos y camarines, dos de los cuales
tienen el techo decorado con pinturas, y todo ello con arreglo
a un bien articulado plan de distribución. Los nichos y los
pilares que sustentan el techo abovedado de la sala están
construidos en excelente técnica megalítica: líneas sencillas,
juntas perfectas de los poderosos bloques de piedra. Hasta la
bóveda está formada por monolitos vaciados en formas curvas.
¿Construido por hombres de la
Edad de la Piedra?
-- "¿Y todo eso lo hicieron los hombres de la Edad de la
Piedra?" - le pregunté a mi gigante, cuyos negros y salientes
ojos contemplaban mi asombro con satisfacción.
Quitándose la boina que cubría su cabello negro, le dio varias
vueltas entre las manos y contestó después de una estudiada
pausa:
-- "Ellos dicen que todo esto se labró a martillo..."
"Ellos" se refería a los arqueólogos. era fácil adivinar el
escepticismo en la contestación del joven gigante. Como bajaba
allí cada día, debió tener tiempo de formarse sus propias
opiniones acerca de sus remotos antepasados, y de la
posibilidad (p.124)
de que pudieran dar término a semejante obra con martillos de
piedra.
Como no me habían quitado mi potente linterna de bolsillo,
pude distinguir sin dificultad que la talla de las columnas,
nichos y bóvedas suponía un esfuerzo magistral y descomunal.
De una sola pieza, sin juntas, se alzaban monolitos en los que
se habían excavado los nichos, todo ello hecho del mismo
material que la roca del suelo. Otros monolitos formaban los
dinteles, como si la construcción obedeciese a exactos
cálculos de cargas, sobre los cuales descansaban a su vez los
monolitos esculpidos en forma abovedada que constituían la
cúpula.
¿Quién sería el oráculo que oficiaba en estos subterráneos?
¿Fue hace tres mil, cuatro mil o cinco mil años? Los fenicios
y los griegos no estuvieron ahí; cuando ellos llegaron, el
monumento llevaba siglos cubierto por los escombros, oculto a
los ojos de los que pasaban por encima de él. Los sepulcros
hallados en estos lugares datan de mil años antes, hacia el
2500 a.d.C. aproximadamente, mientras que los invasores
fenicios y griegos llegaron, según las estimaciones más
seguras, entre el 1400 y el 800 a.d.C.
Mi talludo cicerone me hizo bajar tres escalones para
contemplar un nicho en el que antaño quizás hubiese figuras de
dioses. Me indicó una abertura del suelo, cubierta con una
losa. Según sus explicaciones, abundan en el lugar esos
agujeros, y durante las excavaciones se hallaron en el fondo
de los pozos de piedra bastantes osamentas de animales y
humanas. Imposible saber si tales restos animales y humanos
procedían de sacrificios, aunque la mera idea le hace a uno
estremecerse, incluso después de los miles de años
transcurridos. Pero aún me quedaban por ver otras cosas aún
más estremecedoras.
A 12 metros por debajo del
nivel "de la calle"
La planta intermedia en que nos hallábamos debe quedar a unos
once metros por debajo del nivel superficial. Descendimos
otros siete escalones, viéndonos, con doce metros de
profundidad, en el punto más bajo y en la planta más inferior
de las tres de que consta esa obra prehistórica. Un escalón
más... y contemplamos una especie de antro cuadrangular adonde
(según se supone) eran arrojados los intrusos y los no
bienvenidos; o bien sirvió para librarse de los cadáveres de
los (p.126)
enemigos, o para sacrificios humanos, o como último refugio de
los suicidas, o como trampa mortal para los profanadores de
sepulcros. Sea como fuere, los muertos cuyos siete mil
esqueletos han sido hallados allí abajo guardan bien el
secreto.
Leo en una guía turística:
<El templo subterráneo y sede del oráculo DE LA DESCONOCIDA
POBLACIÓN ABORIGEN consta de varios corredores y recintos, con
tres plantas en profundidad, parte de las cuales están
excavadas en la tierra, y parte esculpida en la roca...>
Completando esta lacónica información, añadiremos que - como
en el caso de los carriles - debieron gastarse toneladas de
pedernal para los "martillos de piedra" empleados en la
obra... pedernal que no existe ni ha existido jamás en la
isla.
Llamamos Edad de la Piedra a la Edad de la Piedra, porque
durante la misma los hombres empleaban útiles de piedra. Los
metales aún eran desconocidos. Y no se sabe nada de ninguna
flota de balsas o barcos que pudiese traer a la isla el
pedernal necesario para los útiles. De haber existido pedernal
en ella, tendríamos una posible explicación, pues este mineral
es más duro que la roca calcárea del suelo. Pero la realidad
es que no existe.
Si, contra toda evidencia, considerásemos resuelto el problema
del material, nos quedaría el misterio definitivo: ¿con qué
objeto se excavó y construyó el hipogeo con sus tres plantas
de profundidad bajo la tierra? ¡Y aún tendríamos que explicar
la perfección de su arquitectura! Desde el primer martillazo
sobre la roca, el objetivo debió estar definido, trazados unos
planos, programadas las fases de la obra, coordinada la
intervención de los laboriosos picapedreros y canteros...
El arquitecto de la Edad de
la Piedra en su oficina
No deja de ser divertido el imaginar los trabajos de un
arquitecto de la Edad de la Piedra. Debió trazar cientos de
croquis sobre hojas de palmera... según el proyecto maestro
inspirado en sueños por los dioses. Pues si no, ¿quién le
sugirió la audaz construcción de una cúpula bajo tierra,
conforme a un modelo nunca visto? (p.127)
Nuestro audaz arquitecto troglodita proyectó tres plantas bajo
tierra. ¿De dónde sacó los conocimientos de Estática
necesarios para ello?
¿Con qué hizo las "plantillas" para que los escultores
pudieran tallar los necesarios monolitos rectilíneos y
curvilíneos? Téngase en cuenta que estas piedras deben
sustentar, además de su propio peso, el de los pisos que
tienen encima.
Cuando nuestro audaz arquitecto presentó sus asombrosos planos
al contratista, se plantearía la frustrante cuestión de los
medios de trabajo. ¡De imposible solución, según el estado de
la técnica en tiempos de los Picapiedra! ¡Qué vergüenza!
Acondicionamiento de aire
gran confort
La obra incluye refinamientos inauditos: desde un sistema
acústico perfecto, del que ya hemos tenido oportunidad de
hablar, hasta un excelente acondicionamiento de aire. ¡El
hipogeo lo tiene!
Que uno recorra las salas subterráneas en solitario, o
acompañado únicamente por el gigante de ordenanza, como yo, o
formando parte de un grupo de cien turistas, poco importa: la
temperatura apenas varía. Sin embargo, todos sabemos que en un
espacio cerrado el ambiente se caldea con rapidez tanto mayor
cuantas más personas se hallen presentes. Los seres humanos
despiden calor como verdaderos radiadores. Pero el sistema del
hipogeo de Saflieni es tan perfecto como el de las ciudades
subterráneas de Derinkuyu en Turquía, donde, tanto en invierno
como en verano, permanece constante la temperatura en los
TRECE pisos subterráneos del yacimiento.
Por lo que se refiere a Derinkuyu, y para evitar
complicaciones, se ha llegado a la conclusión de que estas
ciudades subterráneas asombrosamente planeadas datan de los
primeros siglos de nuestra Era (como si después de Cristo los
técnicos en climatización se hubieran multiplicado por
generación espontánea). Eso es falso sin duda alguna, pero se
nos pide que aceptemos tal localización cronológica como
explicación del excelente sistema de ventilación. Lo que ya no
resulta aceptable es que nos propongan el mismo gambito para
el hipogeo, cuyo origen neolítico es indiscutible.
Si ya el proyecto y la construcción son misterios y la
acústica un fenómeno, podemos decir que el "air conditioning"
de (p.128)
la Edad de la Piedra es una maravilla, ante la cual nos
sentimos justamente llenos de asombro.
¿Tres fases de construcción?
¡No! ¡Proyecto único!
Se aventura que el hipogeo fue construido en tres etapas. El
fundamento de esta suposición son las diferencias
arquitectónicas (p.129)
observadas en las salas y columnas. En el nivel más superior,
los constructores e limitaron a aprovechar los huecos
naturales de la roca, ampliándolos y puliéndolos, mientras que
en la sala principal y sus espacios anexos de la planta
intermedia, la técnica es de claro estilo megalítico, basado
en recursos materiales hasta ahora no explicados.
En esta explicación hay algo que suena a hueco: si es verdad
que se aplicaron diferentes técnicas, es preciso que fuesen
empleadas SIMULTÁNEAMENTE, porque tanto el sistema acústico
como el de acondicionamiento de aire abarcan a TODO el
hipogeo. ERGO, el primer arquitecto, lo mismo que sus
sucesores, tenían una noción clara de lo que iba a ser la
construcción completa una vez terminada. No es posible
introducir modificaciones a posteriori ni "instalaciones" de
piedra en la piedra.
PARA MÍ, los raíles, los templos y el hipogeo de Malta
demuestran que los "dioses" intervinieron en esta partida.
Y ahora viene una aclaración, sin duda fastidiosa para quienes
conozcan y comprendan ya mis teorías, pero necesaria para
contestar de antemano a lo que no dejarán de atribuirme mis
críticos (de manera tan inevitable como el amén al final de la
oración). O sea: yo no digo que los "dioses" hayan trabajado
allí, que hayan excavado personalmente los raíles, erigido los
templos y construido el hipogeo. Pero me figuro que los
"dioses", o bien sus descendientes, poseían útiles y dominaban
técnicas que pudieron ser de provecho a los hombres del
neolítico. También es posible que la población aborigen
participase en las tareas y abriese pistas por encargo divino,
aunque fuese para ella un misterio la FINALIDAD de la obra.
¿Existe algún vínculo entre todas estas contradicciones
aparentes? ¿Hay alguna manera de reunir bajo un mismo techo a
"dioses", hombres, raíles y templos?
La odisea de Odiseo
Homero cantó las aventuras y peregrinaciones que vivió durante
más de diez años Odiseo o Ulises. Lanzado por una violenta
tempestad hacia el cabo Malea, en el extremo suroriental del
Peloponeso, visitó con sus naves la isla de los cíclopes,
aquellos gigantes que sólo tenían un ojo. Ellos fueron
constructores de murallas megalíticas, que por tal razón
siguen llamándose murallas ciclópeas (p.130).
A sólo noventa y cinco kilómetros de distancia de Sicilia,
encontramos Malta con sus cuatro islas satélites. El que
contemple con atención los monumentos megalíticos de Malta se
sumará a mi parecer cuando digo: allí trabajaron gigantes.
¿Quizá los mismos que "inventaron" las murallas ciclópeas?
¿Gigantes en acción?
Uno de los cíclopes, el gigante Polifemo, tuvo a Ulises y a
(p.131)
doce de sus compañeros presos en una cueva, cuya entrada cerró
con una piedra enorme. El propio Polifemo podía entrar y salir
de la cueva cuando se le antojaba, apartando la piedra que, en
cambio, era demasiado pesada para Ulises y sus doce robustos
hombres. Se dice del tuerto Polifemo que era hijo del dios
Poseidón (Neptuno). ¡Y no sólo él, sino también los demás
gigantes de la isla de los cíclopes eran, sin excepción, hijos
de dioses!
¿Existe algún trazo de unión entre el relato mitológico y una
primitiva realidad? ¿Hubo gigantes en Malta, en un remoto
pasado?
Lo que no se puede negar es que HUBO gigantes. Las antiguas
tradiciones abundan en plásticas y exactas referencias a
ellos; al mismo tiempo los viejos textos coinciden en afirmar
que los gigantes eran descendientes de los dioses, "hijos del
Cielo".
Después de Moisés (Génesis 5, 18 y sigs.), otro personaje que
estuvo en relación directa con Dios fue Enoc, en el capítulo
decimocuarto de cuyo libro leemos:
<¿Por qué habéis obrado como los hijos de la tierra y
procreado hijos gigantes?>
Y en el Génesis 6,4 encontramos:
<... Viendo los hijos de Dios la hermosura de las hijas de
los hombres, tomaron de entre todas ellas por mujeres... En
aquel tiempo había gigantes sobre la tierra: porque después
que los hijos de Dios se juntaron con las hijas de los hombres
y ellas concibieron, salieron a luz estos valientes del tiempo
antiguo, jayanes de nombradía.>
En el libro de la tradición etíope "Kebra Negest", dice el
capítulo 100:
<Pero las hijas de Caín que habían fornicado con los
ángeles concibieron, mas no pudieron dar a luz y murieron. Y
de los frutos que llevaban en sus vientres muchos murieron
también, y otros salieron, pues abriendo el vientre de sus
madres nacieron por el ombligo. Luego, al crecer, se echó de
ver que eran gigantes...> (p.132)
Por último, una línea del "Book of the Eskimos":
<En aquellos tiempos había gigantes sobre la tierra.>
El Apócrifo de Baruc incluso da cifras:
<Hizo el Altísimo llover un diluvio sobre la tierra, y
exterminó toda carne mortal, y también a los 4.090.000
gigantes.>
En mi libro "La respuesta de los dioses" he presentado
fotografías de huellas gigantescas, producto de las más
recientes investigaciones y última prueba de la existencia
anterior de gigantes, a cargo de fuentes de reconocida
autenticidad. No voy a repetirme aquí, pero al menos quiero
dejar constancia, aunque sea de pasada, de que existen
documentos que abonan la existencia de los gigantes
prehistóricos. No sea que luego digan: "¡Pero, señor Von
Däniken, si jamás ha habido gigantes!" Y es que tendemos a
olvidar con frecuencia lo que no encaja en nuestras ideas
preconcebidas. POR ESO he vuelto a mencionarlo.
Vamos a deletrear esa partícula tan cargada de trascendencia:
Si...
Si..., si..., si...
Si Homero no se limitó a soltarse la melena poética en su
"Odisea", sino que reflejó el núcleo de una verdad
pretérita...
Si fue Malta la isla de los Cíclopes...
Si Ulises arribó allí...
Si los Cíclopes eran descendientes de "ángeles caídos", o lo
que es lo mismo, de los extraterrestres...
Entonces los raíles, los templos megalíticos y el hipogeo
deben tener algo que ver con los dioses O BIEN con sus
descendientes.
¿Por qué?
Recordemos que algunos de los raíles se prolongan hasta las
profundidades del Mediterráneo, lo cual implica su
construcción ANTES de la última glaciación, cuando el
nivel de las aguas estaba más bajo de lo que ha venido estando
en los últimos milenios. Y cuando, según la arqueología
clásica, NO (p.133)
EXISTÍAN AÚN poblaciones dotadas de conocimientos TÉCNICOS.
Por tanto, si como consecuencia lógica los aborígenes de la
Edad de la Piedra no pudieron ser los constructores de los
monumentos que admiramos aún hoy, ¿quiénes fueron, pues?
¿Dejaron los dioses o sus descendientes un signo de su
presencia en Malta? Para no hablar de legados técnicos,
¿dejaron en lugares desconocidos hasta ahora bancos de semen,
cuyos accesos permanecerán incógnitos... hasta que una
CASUALIDAD afortunada permita descubrirlos, como en el caso
del hipogeo? ¿Quizá las diosas madres son, como se sospechaba,
la clave (p.134)
final del enigma? ¿Cabe la posibilidad de que en algún lugar,
bajo las rocas y los santuarios megalíticos, se conserven
células corporales de los antiguos amos de nuestro planeta,
aguardando el día de su regreso a la luz? ¿Veremos sacar a la
superficie los sarcófagos con restos momificados? (p.135)
No necesito que nadie me diga que mis ideas son aventuradas,
pero tienen una base justificada. Desde las épocas más
primitivas, los faraones y los emperadores chinos, los incas y
los emperadores japoneses, dominaron el arte de la
momificación. Por eso, yo pregunto: ¿no ejercerían ese arte
también los "hijos de Dios" y los primeros descendientes de
los extraterrestres? SI los primeros hombres INTELIGENTES
fueron retoños de los dioses exploradores del espacio, sin
duda recibieron de sus padres celestiales un acervo suficiente
de conocimientos científicos... y tal vez incluso el encargo
siguiente: "Creced y conservad las células de vuestros
cuerpos. ¡Algún día se obtendrán con ellas otros seres a
vuestra imagen y semejanza!"
Las diosas embarazadas
Mientras archivábamos las fotografías de mi visita a Malta, mi
colaborador Willi Dünnenberger me hizo observar una
característica de las "diosas madres" maltesas: todas las
estatuillas representan a mujeres EMBARAZADAS. Y no es sólo
que los vientres presenten todos los signos de la preñez, como
si fuesen a parir trillizos, sino que las figuras apenas
tienen muslos. La mitad inferior de estos cuerpos femeninos es
guresa, deforme; ni siquiera se distinguen las pantorrillas,
La hinchazón incluye los pies.
Podríamos despreciar esta observación, arguyendo que los
escultores prehistóricos no eran capaces de tallar los
delicados detalles de un cuerpo, dado su primitivismo. Esto no
es cierto, pues los hombros y los brazos están modelados con
gran precisión y dominio de la técnica. Muchas figuras enseñan
una mano, con los cuatro dedos y el pulgar bien separados y
definidos. Esa mano descansa a la altura del corazón, como si
la mujer quisiera expresar su dolor o su temor al parto.
Viendo esas representaciones plásticas, ¿no se diría que esos
vientres encerraban algo más que un embrión normal? ¿El peso
anormal del feto no parece tirar de dichos vientres hacia
abajo? ¿Es el exceso de tejidos, aguas fetales y colchones
anormales de grasa lo que tiende a cubrir los muslos llegando
hasta las rodillas? ¿Tal vez aquellas pobres criaturas
quedaban condenadas a una casi inmovilidad, semanas antes del
parto?
Consideradas de este modo, también las obesas "diosas madres"
tienen su valor demostrativo en cuanto a la existencia (p.136)
de gigantes en otros tiempos. La "Kebra Negest" nos ha hablado
de los vientres abiertos en el momento del parto, por ser de
tamaño excesivo la criatura. Una inscripción sumeria de Nippur
refiere cómo el dios de los aires Enlil violó a Ninlil, hija
de la tierra. Ninlil suplica al libertino:
<Mi vagina es demasiado PEQUEÑA, no entiende del coito. Mis
labios son demasiado PEQUEÑOS, no entienden de tus
besos...>
No me atrevo a especular si el propio Enlil era un
extraterrestre o ya un descendiente de la primera generación.
Lo que se desprende sin duda alguna del texto cuneiforme es
que sus extremidades, su cuerpo, eran demasiado grandes para
la joven Ninlil, una humana de tamaño normal.
[3.3. Los menhires en todo en Europa]
En reactor a la costa
atlántica
En el área cultural de Occidente queda otro misterio envuelto
en la nebulosidad de los milenios. Incluso los arqueólogos
cantan un renuncio poco corriente: que no pueden decir nada
significativo al respecto. Lo que no deja de llamar la
atención, tratándose de un gremio que casi siempre lo sabe
todo. Me refiero al enigma de la "Bretaña", en la costa
atlántica francesa.
Allí acuden muchos visitantes, y no sólo gastrónomos atraídos
por la gran calidad de la cocina local, tanto en pescados como
en verduras. Desde hace siglos, la gran atracción de la región
para los viajeros, hoy llamados turistas... son sus millares
de menhires, que ocupan el paisaje como un ancestral desafío
hecho piedra.
Nocturno con menhires
El otoño pasado tuve ocasión de pasar algunos días en la
Bretaña. Una noche de luna llena salí a pasear entre las
hileras de menhires: el efecto era alucinante, como una visita
a otro planeta o a una época primitiva de la Tierra.
Los menhires o (traduciendo del celta) "piedras largas"
lanzaban sombras alargadas, espectrales. Mis pasos arrancaban
(p.137)
crujidos al suelo rayado de luces y sombras, y éstas engañaban
mis ojos con imágenes inexistentes. Aquellos colosos de piedra
inflamaban mi fantasía. Vi rostros humanos, vi una madre con
su niño en brazos. Y luego leones, panteras, grandes cangrejos
y arañas, desfilando ante mí en el temoroso silencio de la
noche lunar. A lo lejos, se agazapaban en actitudes
amenazantes los monstruos prehistóricos, los animales
fabulosos que, vistos de cerca, resultaban ser aquellos restos
pétreos de tiempos prehistóricos, iluminados por la luna. Me
pareció que acaba de emprender un viaje al pasado, como si
hubiera poseído la máquina del tiempo.
Ordenados en columnas exactas
Las piedras largas obedecen a un orden inexplicable. No son,
por tanto, hallazgos casuales, residuos de una glaciación. No
es una colección que alguien haya reunido de diferentes
lugares para erigirla en ordenación de tipo museístico. Hoy
estas columnas de a tres o de a doce en fondo simulan un
ejército de piedra. Los más pequeños de entre estos "soldados"
de piedra pasan del metro de estatura. El mayor gigante es el
menhir de Kerloas, en Plouarzel, con doce metros de alto y un
peso de ciento cincuenta toneladas. Anteriormente la "piedra
larga" más grande había sido el menhir de Locmariaquer, pero
se rajó y yace hoy en el suelo; cuando estaba "sano" medía
veinte metros de largo y pesaba más de trescientas cincuenta
toneladas.
En Kermario hay 1.029 menhires dispuestos en diez hileras,
sobre una superficie de unos cien metros de ancho por mil
doscientos metros de longitud. Cerca de Ménec hay 1.169
piedras largas en formación de a once, de la que se desprenden
setenta formando semicírculo. Esta configuración se repite en
Kerlescan, aunque con otros datos: de 594 menhires hay 555 en
columnas de trece en fondo, apartándose 39 en semicírculo. En
Kerzehro se han contado 1.129 piedras en filas de a diez, y en
Lagatjar son 140 de tres en tres (p.138).
¡También son anteriores a la última glaciación!
Estos datos, aun sin ser completos, permiten intuir que en
alguna época alguien llevó a cabo un trabajo enorme. Una cosa
tienen en común los menhires de la Bretaña con los yacimientos
megalíticos de Malta: ambas cosas debieron ser creadas ANTES
de la última glaciación. Pues, lo mismo que en Malta los
raíles se hunden en el Mediterráneo, en la Bretaña columnas
(p.139)
enteras de menhires marchan, sin perder la formación, hacia
las profundidades del océano Atlántico.
No es raro que los habitantes de una región sepan cosas
interesantes acerca de los fenómenos con los que conviven.
Los campesinos bretones a quienes pregunté por el significado
de aquellos colosos de piedra se encogieron lentamente de
hombros y contestaron:
-- "Personne ne sait!"
Admitir que nadie lo sabe me parece más sincero que relatar,
como hacen otros, la siguiente leyenda cristiana: hacia
mediados del siglo tercero de nuestra Era, llegó a estas
regiones san Cornelio, perseguido por los legionarios romanos.
Viéndose cercado por sus perseguidores y sin posibilidad de
escapar, el santo invocó la ayuda de Jesucristo, con cuyo
auxilio pudo convertir a los soldados romanos en piedras.
Según esto, los menhires más grandes eran los oficiales, con
lo que se habría respetado la jerarquía militar incluso en las
piedras. Maravilloso.
Druidas ahorradores
Otra explicación poco plausible: que toda la región
actualmente llamada Bretaña era el país sagrado de los
druidas. Lo cual puede ser verdad. Pero los druidas, es decir,
los sacerdotes de la nación celta, conocieron su época dorada
en tiempos de César, es decir en el último siglo de la era
precristiana. Por consiguiente, si los druidas establecieron
su santuario en la región de los menhires, lo que hicieron fue
apoderarse de unas instalaciones ya existentes. Muy hábil, y
sobre todo económico.
Por parecidas razones hemos de rechazar la afirmación de que,
en la remota época de los pueblos bárbaros de Europa, fueron
unos nómadas primitivos quienes tallaron las piedras y las
reunieron en disposición lineal para imitar a los pueblos
orientales de Egipto y Babilonia, cuyas construcciones en
honor de los dioses habrían tenido ocasión de admirar. Los
defensores de esta versión deberían entender (y saber) que la
época de los megalitos es muy anterior a la de construcción de
los templos egipcios y babilonios. Hay que remontarse, por lo
menos, a la última glaciación, la de los dioses y los hijos de
los dioses.
Lo que contemplamos hoy en la Bretaña no puede darnos sino una
pálida idea de lo que debió ser hace diez mil o más (p.140)
años. La naturaleza y los hombres, esos dos grandes
destructores, no han pasado por allí en vano.
Fiebre del oro en la Bretaña
A mediados del siglo pasado se difundió por Francia el rumor
de que había oro escondido en los menhires. Los buscadores de
oro llegaron a manadas, provistos de picos y mallos. La fiebre
del oro no conoce escrúpulos. Las "piedras largas" fueron
golpeadas con salvajismo. Los tristes residuos de la batalla
del oro todavía pueden verse esparcidos por el suelo:
agrietados muchos de los menhires antaño más importantes, y
pulverizados algunos de los más pequeños. Hoy el Gobierno
procura protegerlos frente a otras acciones vandálicas. Pero
sus prohibiciones no detienen a los niños y adultos que trepan
por las piedras y las estropean cada vez más. A mí
particularmente también me molestan las inscripciones con que
suelen eternizarse bastantes estúpidos.
Durante aquellos hermosos días de otoño, mientras paseábamos
por entre las formaciones de legionarios petrificados, mi hija
Cornelia me hacía la misma pregunta que yo me hago: ¿Qué
propósito tiene todo esto? ¿A qué fin sirven tantos miles de
piedras erigidas en filas de a tres, de a nueve, de a diez o
de a once? ¿Marcaban emplazamientos de sepulturas? No, no hay
sepulcros al pie de los menhires, por más que se excave. Los
sepulcros están en los dólmenes, una especie de túmulos
megalíticos, en su mayoría cubiertos de tierra y de los que
hay en Francia más de tres mil quinientos.
¿Tal vez los menhires iban techados al principio, recorriendo
la Bretaña un enorme sistema de galerías cubiertas? En contra
de esta suposición atestiguan, no sólo las diferentes
longitudes de las piedras, sino además los estudios
practicados, que no han hallado ni rastro de los taladros o
encajes que serían necesarios para la sustentación. Además los
menhires unas veces están demasiado juntos y otras demasiado
separados como para haberles superpuesto en techo. Donde
están, como quien dice, tocándose, apenas habría sido posible
desplazarse bajo el supuesto techado de menhires; y donde
están demasiado separados, no hay largueros ni de madera ni de
piedra tallada capaces de unirlos entre sí para soportar un
techo. Además, si los menhires han durado milenios, aunque
algo estropeados (p.141),
deberíamos encontrar alguna reliquia del techo, y nada de eso
se ha visto.
El venerable chiste del
calendario
Tengo un amigo al que veo todos los años bisiestos. Es un gran
aficionado a contar chistes, pero por desgracia su repertorio
es muy corto. Así que, cuando nos vemos y después de las
primeras fórmulas de salutación viene la inevitable pregunta:
-- ¿Ya sabe usted el de...?
-- ¡Sííí! - me apresuro a contestar sin esperar al final, pues
es seguro que el chiste me lo habrá contado otras veces.
Pues lo mismo me pasa cuando leo que los menhires bretones
también eran piezas de un calendario. Lo mismo que en el caso
de mi amigo, estoy dispuesto a soltar la risa sin esperar al
final del chiste (o de la teoría del calendario en cuestión).
Según ella, los sacerdotes celtas, o sus colegas dela época
megalítica, aprovechando que tenían unos fieles estúpidos como
ovejas les obligaron a acarrear miles de piedras, a tallarlas
y erigirlas en un orden exacto, para que la "geometría" de las
mismas o su sombra permitiera seguir el curso de las
estaciones.
El astrónomo británico Fred Hoyle opina que con estas obras
los sacerdotes trataban de impresionar o intimidar a su
pueblo. ¿Cómo iban a lograr eso, si tuvo que ser el mismo
pueblo quien acarreó las masas de piedra? Un buen golpe por
parte de los sacerdotes habría sido, por ejemplo, la
predicción de un eclipse de Sol o de Luna... pero las hileras
de piedras no dan ningún significado en tal sentido, ni
apuntan los menores rastros del primitivo observatorio que se
habría necesitado para ello.
Mi vehemente objeción contra las obligadas teorías del
calendario: cualquier predicción simple puede obtenerse con
medios mucho menos dispendiosos. Si una instalación como la
que nos ocupa hubiese permitido predecir (con arreglo a leyes
que hoy desconocemos) una marea viva, pongamos por caso...
pero, ¡qué absurdo! Las mareas vivas se producen dos veces al
mes, bajo el efecto gravitatorio de la Luna cuando se suma en
línea recta con la del Sol. Las estaciones y sus fenómenos se
reproducen a ritmo ancestral; me niego a creer que nuestros
antepasados (p.142)
fuesen tan idiotas, que estuvieran dispuestos a romperse los
huesos trabajando en la construcción de un "calendario" con
miras a tan banales "anuncios". ¡Basta!
Un edificio de axiomas
Para decirlo en términos finamente científicos, un axioma
(p.143)
es "una proposición primaria indemostrable" (estoy manejando
el diccionario Knaur de barbarismos), que sirve de base para
"proposiciones posteriores" en Teoría del conocimiento. Así,
de axioma en axioma, se levantan edificios teóricos que tienen
la coherencia de su propia lógica interna. Por eso, me
permitiré construir un pequeño edificio de axiomas.
Proposición primera:
-- Los menhires de la Bretaña no fueron reunidos por personas
de nuestro tamaño corporal actual.
justificación: el peso y la cantidad de piedras.
Proposición segunda.
-- Los menhires fueron erigidos antes del final de la última
glaciación.
Justificación: las columnas de piedras que se hunden, sin
perder la formación, en las profundidades del golfo de
Morbihan.
Proposición tercera:
-- Se erigieron con arreglo a un plan inteligente.
Justificación: el orden de los menhires no es casual.
Estos tres axiomas plantean nuevos interrogantes, admiten
nuevas conclusiones. A finales de la última glaciación, ¿quién
pudo disponer de la fuerza física necesaria, así como de la
perspectiva para ordenar tan descomunales yacimientos de miles
y miles de menhires?
¡Los gigantes!
La existencia de gigantes en época primitiva, prehistórica, ha
sido recogida por las tradiciones. De acuerdo con las
dataciones actuales, correspondería efectivamente a la última
glaciación o a finales de la misma. Sólo ellos pudieron tener
las fuerzas y las aptitudes intelectuales precisas para
aquellas obras.
Se nos plantea la cuestión de saber cuál era el origen, cuál
la raza de los gigantes. Las mitologías y las tradiciones
religiosas nos aseguran que los gigantes eran descendientes de
los dioses.
Otra pregunta: los gigantes, ¿eran inteligentes o lerdos? Si
eran inteligentes, ello podrá verse en los restos de su
legado. Lo cual nos lleva a considerar si los monumentos
megalíticos como los de la Bretaña podían servir a un fin
inteligente, o no serían sino resultado de una necia
terapéutica ocupacional.
Sin embargo, basta considerar la disposición ordenada de la
obra para comprender que debió ser ejecutada con arreglo a
(p.144)
un PLAN PREESTABLECIDO. Pero todo el que planifica ha de ser
inteligente. Conclusión axiomática: unos gigantes inteligentes
sacaron de la roca millares de menhires, transportaron las
pesadas piedras a unos lugares determinados y las erigieron
dispuestas en columnas.
¿Qué se proponían con todo ello?
Una hipótesis audaz: ¿antenas
de señales?
El ingeniero alemán Rudolf Kutzer, de Kulmbach, ha expuesto
una especulación atrevida. En la disposición de los menhires,
Kutzer ha creído ver una antena estacionaria, posiblemente
conectada a un equipo amplificador de energía cósmica.
Tan atrevida afirmación, ¿se basa en algún punto objetivo que
la justifique?
Los menhires están formados de una roca que contiene fuertes
proporciones de cuarzo, así como de mineral de hierro, en
algunos casos. El cuarzo es uno de los minerales más duros que
existen, formado por anhídrido silícido.
Por si alguien desconocía las cualidades especiales del
cuarzo, la nueva generación de relojes se ha encargado de
divulgarlas. En 1880 Pierre y Jacques Curie descubrieron, en
el curso de sus estudios sobre el comportamiento eléctrico de
los cristales, el llamado efecto piezoeléctrico, que se
produce en el cuarzo sometido a esfuerzos de compresión,
tracción o torsión en determinados sentidos. Se ponen en
movimiento energías mínimas, pero capaces de hacer funcionar
un reloj durante un año o más.
Ya de niños tuvimos algo que ver con el cuarzo en forma de
pequeños cristales, cuando fabricábamos sencillos receptores
de radio con los componentes a nuestro alcance. Pinchábamos el
cuarzo con un hilo muy delgado, hasta acertar con un punto
conveniente. Entonces oíamos un "soplido" en nuestros
auriculares, y escuchábamos una emisora local como si se
recibiese desde una gran distancia. ¿Qué habíamos conseguido
los radiotécnicos en ciernes? (p.145)
Las oscilaciones de los
cuarzos
El cuarzo capta las vibraciones como una antena y las
reproduce, concentradas, a partir de un punto determinado.
Después de nuestra búsqueda encontrábamos EL punto que nos
permitía detectar las frecuencias de la emisora, SIN NECESIDAD
DE NINGUNA AMPLIFICACIÓN ELÉCTRICA.
Es esta cualidad particular de los cuarzos lo que motiva la
pregunta del ingeniero Kutzer: ¿Estaban "cargados" los
menhires en algún sentido? ¿Recibían la "estimulación" de
alguna energía para nosotros desconocida? ¿Servían para emitir
oscilaciones, interconectados entre sí? ¿O recibían
frecuencias de las profundidades del Cosmos?
En la actualidad no se puede contestar; pero, ¿qué sabemos
NOSOTROS, hoy, de las posibilidades de una técnica FUTURA que
para los extraterrestres ya era PASADA? En nuestro esfuerzo
por entender lo pasado con la lógica de hoy, se nos escapa
todo cuanto no podemos conciliar con el cuadro, muchas veces
engañoso, de los axiomas heredados.
Cosa curiosa: en todo el mundo, los hilos telefónicos siguen
tendiéndose, en su mayoría, de postes de madera. y eso que la
madera no es un material que dure siglos, como todo el mundo
sabe; la madera se pudre, se carcome, es inflamable. Y sin
embargo, seguimos "plantando" postes de madera en basamentos
de hormigón para los conductores telefónicos.
Arqueología en el año 7000 de
nuestra Era
De hoy en cinco mil años, los arqueólogos en acción:
Vastas excavaciones a través de montes y valles permiten sacar
a la luz unos bloques de hormigón provistos de un agujero
redondo. Los análisis de laboratorio descubren restos de
madera, indiscutiblemente, en los poros del hormigón.
Las hileras perfectamente ordenadas de bloques de hormigón
conducen a suponer que los antepasados (a la vuelta del
milenio segundo d.C.) eran adictos a un culto, en el que los
bloques de hormigón desempeñaban un papel primordial; pues de
lo contrario, las gentes no se habrían esforzado en acarrear
un material de tanta densidad a través de países y
continentes. Contra esta explicación hay otra teoría, según la
cual las hileras de bloques eran mojones, marcas que señalaban
los caminos (p.146)
de las grandes migraciones y servían de orientación a las
caravanas. y como es natural, tampoco en el año 7000 había de
faltar la inmortal teoría del calendario.
Sólo que ninguna teoría puede dar cuenta de los restos de
madera, cuya presencia se ha demostrado de manera irrefutable.
Algunos opinan que los mojones servían además para sostener
antorchas, es decir, trozos de madera empapados en un líquido
inflamable y que se prendían de noche. Pero antes de que tal
teoría halle acogida en los libros oficiosos, los críticos
arguyen que la explicación es absurda, pues los bloques de
hormigón se encuentran demasiado próximos unos a otros como
para que se precisaran señales de fuego.
Un joven arqueólogo, según el cual podría tratarse de postes
telefónicos, es reducido al silencio en medio de generales
protestas. Hacia finales del segundo milenio, los hombres eran
bastante inteligentes y poseían asombrosos conocimientos
técnicos: EN PRIMER LUGAR, poseían la telefonía sin hilos, y
EN SEGUNDO LUGAR no habrían utilizado postes de madera para
sus teléfonos, sabiéndose por otras excavaciones que dominaban
la metalurgia en muy diferentes formas.
De esta y otras maneras parecidas se "demostrará" sin lugar a
dudas, en el año 7000 d.C., que los zócalos de hormigón
plantados en el suelo no eran, no podían ser en ningún caso
para postes telefónicos de madera, puesto que éstos no
existían hacía el 2000 d.C.
¿Es más sólida nuestra lógica de hoy?
Mientras escribo esto, me parece estar oyendo los murmullos de
los burlones detrás del respaldo de mi sillón:
-- ¡no nos venga con que los gigantes de la era megalítica
construyeron una gran antena de piedra! Si los gigantes, o
sea, los gigantes que usted dice, hubieran tenido alguna idea
sobre el funcionamiento de una antena, habrían utilizado
cualquier clase de metal antes que pedruscos.
¿Hasta qué punto es lógica esa lógica?
Si HOY nos proponemos instalar un bosque de antenas, como el
previsto para el "Proyecto Cíclope", naturalmente utilizaremos
metales. El Ames Research Center de la NASA tiene proyectado
un gigantesco estacionamiento de mil quinientas antenas
orientables, cada una de las cuales tendrá un diámetro de cien
metros. Estas enormes antenas descansarán sobre millares de
fundamentos de hormigón. Ahora bien, cuando hayan transcurrido
los milenios, hasta el metal de las antenas de (p.148)
Cíclope se habrá corroído, desintegrado en átomos que aventará
el aire y se llevará la lluvia. ¿Qué permanecerá entonces? Los
miles de bloques de hormigón, enterrados, ordenados con
arreglo a una disposición geométrica. Su gran dureza y su
emplazamiento subterráneo los preservarán de la erosión.
Puede que los técnicos de futuras generaciones inventen un
sistema que permita emitir y captar mensajes de alcance
cósmico sin necesidad de antenas metálicas. Quizá consista en
utilizar como oscilador una montaña que contenga cuarzo, y que
así servirá de antena. ¿Quién sabe? Tal vez la primera
generación de los hijos de los dioses, la que asistió a la
marcha de los extraterrestres y construyó los monumentos
megalíticos, dominaba un procedimiento semejante. ¿Y si
hubieran sabido mucho más que nosotros acerca de la aplicación
de las propiedades piezoeléctricas de los cuarzos?
¿Quién sabe?
Mis especulaciones son atrevidas; la red que enlaza mis
axiomas todavía no es sólida. Si todos cultivasen la modestia
intelectual y se atuviesen a la insuperable sabiduría del
socrático "sólo sé que no sé nada", algo habríamos salido
ganando. Como todas las suposiciones expuestas hasta ahora
sobre el significado o la utilidad de los menhires son
ilógicas o están superadas, no parece superfluo adelantar
ideas nuevas, a modo de estímulos para la reflexión, abriendo
caminos hacia el pasado y el futuro. ¿Hay otra propuesta
utópica para meditar sobre la variante de las antenas?
A veces, un pequeño detalle sirve para encadenar ideas.
Casi todos los menhires adelgazan hacia la base. Cabría pensar
que los constructores de las piedras largas afilaban el
extremo inferior para clavarlo en el suelo. Parece evidente,
pero hay dos motivos que invalidan tal idea.
Una masa pesada sobre una base ancha se sostiene mejor que
afilándola por abajo, noción que me ha sido confirmada por un
arquitecto: el suelo horizontal, más la base ancha y plana,
más el peso muerto, garantizan mejor la estabilidad. Hoy día
tenemos esto en cuenta al proyectar los encofrados de hormigón
para los edificios. Las pirámides, por ejemplo, adelgazan
hacia arriba, es decir, que tienen su planta de máxima
superficie en la parte más baja, correspondiente a la
plataforma de sustentación. Su estabilidad no inspira ningún
cuidado. Y los menhires "vulgares", lo mismo que las
pirámides, tienen mayor sección en la parte baja, la que
descansa sobre firme (p.149)
plano. De lo contrario se reduciría la base de sustentación y
disminuiría la estabilidad. Pues bien, los menhires de la
Bretaña no sólo tienen sección reducida hacia la base, sino
que presentan unas estrías onduladas esculpidas EN LA PARTE
ENTERRADA. Esto se quiere explicar diciendo que se trata de
motivos ornamentales. Pero, ¿cómo puede ser eso, si quedan
BAJO TIERRA, donde no es posible verlos?
¿Adornos o canalizaciones
para cables?
Esas estrías ornamentales, ¿no pudieron servir de alojamiento
a un devanado metálico destinado a conectar los menhires entre
sí? Siguiendo la línea especulativa del ingeniero Kutzer,
dicha conexión habría sido necesaria para el funcionamiento de
un "bosque de antenas". El efecto en cuestión requiere la
acumulación de cargas eléctricas en los menhires, considerados
como resonadores de cuarzo. Lo seguro es que no estaban
conectados por sus extremos superiores, pues no hay ningún
indicio que permita suponerlo; en cambio la extraña decoración
de la base sí constituye un indicio en apoyo de nuestra
hipótesis. Pero hoy sólo quedan las estrías. No hay rastro de
cobre (ni de ningún otro metal) ni otro soporte de ningún
indicio que permita suponerlo; en cambio la extraña decoración
de la base sí constituye un indicio en apoyo de nuestra
hipótesis. Pero hoy sólo quedan las estrías. No hay rastro de
cobre (ni de ningún otro metal) ni otro soporte de ningún
género. ¿Significa esto que la teoría de las antenas debe ser
arrojada a la chatarra como las demás?
Recordemos lo que ocurre con los pararrayos. La línea de
puesta a tierra experimenta una corrosión mucho más rápida que
la instalación aérea, y eso que ésta permanece expuesta a la
intemperie. ¿Por qué se destruyen más pronto las partes
metálicas enterradas?
Dos piezas de metales DIFERENTES, unidas entre sí y situadas
en un medio ácido, forman lo que suele llamarse un elemento
galvánico. En todo elemento (eléctrico) galvánico se produce
una corriente de iones, tendiendo a descomponer el metal que
presenta el valor "más abajo" dentro de la serie
electrolítica. Cuanto mayor sea la diferencia entre el metal
más noble y el menos noble de los que forman los electrodos
sumergidos en el medio ácido, más rápidamente se ataca el
metal inferior.
El magnesio (símbolo químico: Mg), el aluminio (Al), el
manganeso (Mn), el cinc (Zn), el cromo (Cr), el hierro (Fe),
el níquel (Ni), el estaño (Sn), el plomo (Pb), el cobre (Cu),
y la plata (Ag) forman una serie de metales de los que,
tomados dos (p.150)
a dos y puestos en una solución ácida, siempre resultaría
destruido el menos noble. Representando estos últimos por un
signo negativo, y los más nobles por un signo positivo, la
serie se representaría así:
-- Mg, AI, Mn, Zn, Cr, Fe, Ni, Sn, Pb, Cu, Ag+
Si los metales en medio ácido producen una corriente de iones
y, por tanto, una diferencia de potencial eléctrico - y, de
paso, la corrosión del metal menos noble -, ¿dónde está el
"medio ácido" en el caso de los metales enterrados en el
suelo? El agua de lluvia tiene una reacción ligeramente ácida.
Ahora bien, la diferencia de potencial y la corrosión se
producen también cuando uno de los electrodos está empotrado
en hormigón y el otro enterrado en el suelo. El hierro del
hormigón pasa a ser el cátado, y el metal puesto en tierra el
ánodo. A largo plazo, la corriente iónica destruye el ánodo,
que acaba por disolverse. Los modernos métodos de medida de la
corriente galvánica permiten calcular cuántos gramos de metal
desaparecen en un intervalo de tiempo determinado (nota 33:
Wiesinger, J. y Hasse, P.: Handbuch für Blitzschutz und
Erdung; Munich 1977).
Consecuencia lógica: si los menhires, hechos de roca muy
abundante en cuarzo, estuvieron en otro tiempo conectados
entre sí mediante una línea metálica subterránea, el paso de
los milenios habría reducido el metal a la nada, porque los
megalitos cuarcíferos habrían actuado como cátodos. Conviene
mencionar además que bajo tierra las corrientes de iones no
van sólo de un monolito a otro, sino que además pueden formar
circuito. Bastaría, pues, un solo cátodo potente en proximidad
del grupo de menhires para destruir el metal a lo largo de
tantos milenios.
¿Mesas de piedra para
gigantes?
La hipótesis de una finalidad técnica de los grupos de
menhires puede ampliarse para incluir los dólmenes, sin que
ello suponga forzar excesivamente el sentido común.
"Dolmen" significa, traducido del celta, "mesa de piedra":
dol=mesa, men=piedra.
En materia de dólmenes no falta donde escoger: unas veces son
dos robustos megalitos los que soportan una losa de granito
descomunal; otras veces son varias losas descansando (p.151)
sobre varios megalitos más pequeños, y en algunos casos
hallamos más de diez losas formando como un corredor de
dólmenes. A veces, las mesas de piedra han sido cubiertas con
una colina artificial, a modo de túmulos funerarios.
Así como los menhires se han resistido a entregar el secreto
del significado y la finalidad de su existencia, también los
dólmenes constituyen un enigma no resuelto. El caso es que
debajo de muchos dólmenes se han descubierto sepulcros con
esqueletos que no proceden de la época megalítica. Sin duda,
durante la Edad del Bronce otros habitantes de la Bretaña,
llegados más tarde, aprovecharon los dólmenes ya existentes
para convertirlos en morada de sus difuntos. Si preguntamos a
los campesinos de la región, oiremos que los dólmenes eran las
"mesas de los gigantes". Semejante respuesta evoca una
paradoja: los corredores de dólmenes, demasiado bajos para
unos gigantes, podían servir para enanos, pero éstos no
hubieran sido capaces de trasladar tan pesadas losas. En
cambio, los dólmenes aislados y de muy grandes dimensiones que
se encuentran en Rostudel, junto al Cap de la Chèvre, sí hacen
pensar en un "mobiliario para gigantes", aunque es posible que
en otro tiempo también estuviesen recubiertos de tierra, luego
arrastrada por las lluvias. Pero si en la época megalítica los
menhires tuvieron una utilización técnica, es muy probable que
los dólmenes estuviesen en relación con el mismo sistema. Tal
vez servían para cubrir "algo", o al revés, para proteger el
medio frente a ese algo.
Sólo nos queda la
incertidumbre
Un día ya lejano, los constructores de los monumentos
megalíticos desaparecieron de una menare inexplicable (y esto
sí que no es mera hipótesis mía), o se extinguieron. A
nosotros sólo nos queda el asombro y la incertidumbre frente a
esas reliquias de los antepasados, ante la incapacidad para
entender lo que ocurrió ahí hace miles de años. ¿Tal vez
logremos desvelar ese misterio en un mañana no lejano? (p.152)
Fin del texto.