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Erich von Däniken: Profeta del pasado

Capítulo 3: Malta: un paraíso de enigmas por resolver [raíles, figurinas de mujeres y menhires]

[3.1. Los raíles (surcos) de Malta]

Raíles en
              Malta, una bifurcación
Raíles en Malta, una bifurcación [2]

de: Erich von Däniken: Profeta del pasado. ¡Los extraterrestres están en todas partes! Pruebas demoledoras de las más recientes investigaciones; Ediciones Martínez Roca, S.A., Barcelona 1979, ISBN: 84-270-0535-0; In memoriam Rolf R. Bigler, crítico y amistoso compañero de viaje.

presentado por Michael Palomino (2011)


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"Raíles" en un suelo de piedra - Lo que dicen que son y lo que podrían ser - Enigmática red viaria - ¿Caminos para transporte de grandes cargas? - ¿Inventados los rodamientos a bolas? - Historias de calendario, creadas hace 10.000 años - Malta, ¿meta de los extraterrestres? - Sensacional: el hipogeo - En el mundo subterráneo - La fecundidad de las diosas-madres - Un equipo de alta fidelidad de hace miles de años - Arquitectos de la Edad de la Piedra - La odisea de Odiseo - ¿Gigantes en acción? - Bajo los menhires de la Bretaña - Anteriores a la última glaciación - La fiebre del oro - Una construcción de axiomas - Secretos de los cuarzos (p.90)



Malta y sus raíles

Malta
                    con Gozo, mapa
Malta con Gozo, mapa [1]

Ejemplos de raíles (surcos) en Malta
Malta, raíles rectos
Malta, raíles rectos [2]
Raíles en Malta, una
                    bifurcación
Raíles en Malta, una bifurcación [2]
Raíles en Malta entrando
                    el mar
Raíles en Malta entrando el mar [2]


En la era del reactor, el archipiélago de Malta, noventa y cinco kilómetros al sur de Sicilia, se halla como quien dice a la puerta de mi casa.

Quise contemplar por segunda vez aquello con que todo turista tropieza tarde o temprano en Malta, a saber, esos extraños "raíles" tallados en la roca y que cubren todas las islas del archipiélago. En mi ENCICLOPEDIA DE LA ARQUEOLOGÍA de 1975 (nota 30: Lexikon der Archäologie; Reinbek, 1975) loe bajo el epígrafe "Malta":

<Hacia el 3000 a.d.C. llegaron a la isla otros invasores procedentes de Sicilia. En el período comprendido aproximadamente entre 2800 y 1900 a.d.C. aquéllos construyeron (p.90)

un número asombroso de templos megalíticos, de los cuales se conservan unas treinta muestras, que atestiguan en planta y alzado un conocimiento técnico muy desarrollado... A estos pobladores les siguieron probablemente otros inmigrantes, tribus belicosas procedentes del oeste de Grecia... A esta época corresponden también los extraños "raíles para carros".>

Después de un detallado estudio de esta curiosidad, a mi tampoco se me ocurre mejor nombre que el de raíles.

Malta, la mayor de las islas, donde está la capital La Valletta, tendrá unos veinticinco kilómetros de largo por doce de (p.91)

ancho. Las islas menores de Gozo y Comino tienen sus encantos específicos, pero Malta las desbanca no sólo por su tamaño, sino sobre todo por sus grandes enigmas no resueltos: los raíles y los templos megalíticos.

El sol, el mar y las estaciones han impreso carácter en el paisaje y las gentes de este archipiélago mediterráneo. Cuando se llega por vía aérea a La Valletta, uno creería estar viendo un mundo cubista de color gres: la cuadratura de los edificios con sus tejados planos y la configuración rectangular de las calles casan a la perfección con los campos que rodean la ciudad, trazados a regla y contrastando en maravillosos tonos pastel.

Durante el viaje al hotel en un vetusto Ford, modelo 1954, el taxista que me conducía al Malta-Hilton ponderaba en tonos entusiásticos el nuevo gobierno socialista.

-- ¡Echaremos a los ingleses y a todos los que no nos sirvan!

Me importase o no, tuve que enterarme además de que el doctor Dom Mintoff era un "superhombre" con quien podía estimarse asegurado el progreso incesante de la población insular.

No se notaba mucho. Desde mi primera visita, once años atrás, aquel paraíso turístico de grandes hoteles, espléndidas avenidas, lujosos comercios y cuidadas playas había perdido mucho de su esplendor. En diciembre de 1974 el archipiélago se convirtió en una República independiente, que avanza bajo la dirección del superhombre derecha a la grisalla socialista. Poco pude redescubrir de lo que antes se alababa en guías turísticas y novelas, describiendo las islas como una tierra paradisíaca. Al cabo de pocos días estuve seguro de que, como no fuese por razones de trabajo, no iba a volver jamás. Al menos, no se ha privado a los pescadores malteses de pintar sus barcas en todos los colores del arco iris, como desde siempre venían haciendo. Por unos momentos me hizo recordar Hongkong, a falta de los juncos, naturalmente.

Como es lógico, los isleños conocen los "raíles" lo mismo que a los caballeros de Malta, que a fines del siglo XVI convirtieron el país en un centro de la cultura europea. Pero llaman a los raíles, despectivamente, "CART RUTS", y no les conceden la menor importancia... actitud que comparte, por lo visto, el Gobierno maltés, puesto que no ha tomado ninguna iniciativa para su conservación. Al conceder licencias de edificación no se guardan consideraciones a los "cart ruts", que por otra (p.92)

parte están expuestos a la intemperie sin protección de ninguna clase.

Sin embargo, el visitante actual aún encontrará, ocasionalmente, algún raíl o par de raíles, y mientras alarga el paso para no tropezar con ellos pensará que tal vez sean firmes de antiguas líneas férreas, de las que se hubieran retirado las vías para aprovechar el acero a otros fines (puesto que en una isla ha de ser necesariamente más caro). O tal vez crea el observador que son roderas hechas por el paso de los carros. No sé cuántas cosas podrá imaginar el paseante, pero me consta que ninguna de las hipótesis apuntadas puede ser cierta.

Los raíles de Malta son un misterio prehistórico único. En Malta y en Gozo quedan aún algunos centenares, pero hace miles de años ambas islas debían estar literalmente cubiertas de ellos. Viéndolos allí, esos surcos excavados en el suelo, que GENERALMENTE discurren paralelos, como debe ser, la comparación espontánea con unos raíles le viene a uno en seguida. Pero al examinar más de cerca ese enigma del suelo, se pone pronto de manifiesto que no pudieron ser raíles en el sentido corriente de la palabra.

No sólo es distinto el ancho de vía de los diferentes carriles, sino que incluso varía dentro de un mismo tramo. Esto es particularmente evidente en la región de Dingle, al sudoeste de la antigua capital Mdina, donde se acumulan los raíles como en una gran estación de maniobras... para seguir con nuestro símil.

En realidad son unos "raíles bastante raros", que asombran incluso a los arqueólogos: cruzan valles, escalan montañas; a veces discurren varias vías paralelas, para unirse sorprendentemente en un solo tramo como en las agujas de las estaciones. Toman de pronto audaces curvas o incluso, ¡figúrense!, corren derechos hacia las profundidades del Mediterráneo. Otros terminan bruscamente en un acantilado cortado a pico. En estos puntos debe de haberse desprendido la roca que llevaba la continuación de los raíles, cayendo al mar.







Malta, un raíle
                      profundo
Malta, un raíle profundo [3]


Vías de todas las medidas


Las dimensiones de los raíles varían mucho, pues se encuentran vías desde 65 hasta 123 centímetros. En cuanto a la profundidad de la huella, se encuentra ¡hasta de más de setenta (p.94)

centímetros! Cerca de Mensija, por ejemplo, una amplia curva que se ciñe a una ladera tiene setenta y dos centímetros de profundidad, en un suelo de piedra caliza.

Por lo que respecta a la hipótesis de las roderas de carro: si alguna vez hubiera pasado un carro por aquí, la profundidad de la huella le habría impedido tomar la curva, pues o bien la rueda se habría hundido por completo, o el eje hubiera debido estar a 72 centímetros como mínimo, lo que supone unas ruedas de casi un metro y medio de diámetro. Pero tan gigantesca rueda, precisamente, no habría podido pasar las curvas sin atascarse o romperse. Hemos de creer que en aquellos remotos tiempos no existían suspensiones de ruedas independientes como las de los automóviles modernos, y en todo caso, unas ruedas de 1,5 metros de alto, como las de una gran excavadora, no podrían maniobrar con una vía comparativamente tan estrecha.


Ejemplo en el cajón de arena

Que la idea de guiar carros en los raíles de Malta es absurda, puede demostrarse sobre un modelo: profundidad de la huella, 72 centímetros; anchura en el punto más profundo, 6 centímetros. La curvatura del arco, la correspondiente a un círculo de 84 metros de diámetro. Encájese una rueda, cuyo eje habrá de estar a más de 72 centímetros de altura, y trátese de hacerla seguir la curva sin que desprenda arena con los bordes. ¡Es imposible rodar en estas condiciones! Y más imposible resulta todavía el juego, si la huella no es de arena sino de dura piedra. Recordemos además que todo carro de un solo eje tiene dos ruedas, que como es "evidente" han de rodar perfectamente paralelas dentro de las huellas. De modo que podemos olvidar la idea y enterrarla en algún sepulcro de teorías arqueológicas olvidadas.

Si por divertirnos un poco pensamos en carros de DOS ejes, la cosa se hace aún más absurda. El eje trasero, con las ruedas posteriores, por razones técnicas ha de tener necesariamente una vía MÁS ESTRECHA, trazando una curva de radio más pequeño que las ruedas del eje anterior. Esa es la razón por la que los carros toman las curvas muy cerradas de fuera adentro, procurando abrir el arco. Como ninguna de estas condiciones se cumple en los carriles de piedra que nos ocupan, podemos descartar (p.96)

también los vehículos de dos ejes cuando imaginemos el parque móvil prehistórico.

En San Pawl Tat-Targa se unen cuatro pares de huellas en UNA SOLA VÍA, lo cual es absurdo porque las cuatro eran de DIFERENTES anchos antes de unirse. No lejos de allí hay dos raíles que se cruzan, pero de diferentes profundidades. Cerca de Mensija los "zapadores" trabajaron descuidadamente: la huella está desgastada por completo. Con sesenta centímetros de profundidad, el surco tiene once centímetros de ancho en la parte más honda, pero veinte en la más alta.


Raíles a gran profundidad bajo el agua

En algunos sectores de la costa, por ejemplo en la bahía de San Jorge y al sur de Dingle, los raíles nos conducen derechos a las azules aguas del Mediterráneo. No hace mucho se suponía que terminarían a pocos metros de la costa, interpretándose que serían construidos en la época en que el nivel del Mediterráneo era algo más bajo. ¡Craso error! Gracias a los submarinistas ha sido posible revisar esta opinión y aportar nuevos datos a las investigaciones: los raíles continúan a grandes profundidades, surcando las rocas del fondo marino. Asombroso, pero así es.

Incluso los arqueólogos están de acuerdo en que la construcción de tan descomunal red viaria debía tener alguna utilidad. En 1970 estaban excavando los restos de un templo romano cerca de Tas Silg, cuando las piquetas tropezaron con los muros de un templo griego más antiguo todavía. Con eso pensaron haber tocado fondo, pero el suelo aún les reservaba otra sorpresa: a un nivel inferior, hallaron poderosos monolitos. Una vez excavados éstos, se mostró a la luz del día la fachada semicircular de un templo megalítico.


¿Se excavaron los raíles al transportar el material?

Como vamos a tener que hablar mucho de monolitos y de construcciones megalíticas, expliquemos primero, en pocas palabras, lo que son. Se entiende por monolitos los monumentos de piedra de una sola pieza, bien sea tallada artísticamente como los obeliscos egipcios, o bien un simple bloque puesto en (p.98)

pie como los menhires (palabra celta que significa "piedra larga") de Carnac, en Francia. Las construcciones megalíticas (de una compuesta griega que significa "piedra grande") son obras de grandes sillares o losas, elevadas o subterráneas, como pueden ser los túmulos.

Los monolitos vienen a propósito para explicar el origen de los raíles. En Hagar Qim hay unas ruinas formadas por una serie de monolitos, puestos uno al lado de otro, y que miden 5 metros de alto por 1,05 metros de ancho. Entre ellos hallamos además una gigantesca losa de 7 metros de largo por 3,12 de ancho y 64 centímetros de espesor, ¡una pieza realmente descomunal!

Haciendo una brillante deducción, los arqueólogos dijeron: ¡Ya está! Los carriles se formaron al transportar los monolitos desde las canteras hasta los puntos donde debían ser erigidos. Son rodadas abiertas en el suelo por el paso de los carros.

Pero basta una consideración técnica superficial para hacerse cargo de que la brillante deducción es otro fracaso. Porque:

oo Los raíles presentan diferentes anchos de vía. Un carro que hubiera pretendido cambiar de dirección no habría podido adaptarse a la nueva vía.

oo Y no sólo esto, sino que también varía el ancho dentro de un mismo tramo. ¿Se nos querrá hacer creer que los constructores de aquellas épocas usaban carros con ejes telescópicos?

oo Los dibujos de sección de estos raíles demuestran que no se hunden perpendicularmente en el suelo, sino que más bien tienden a converger hacia abajo. Si esas huellas fuesen debidas a ruedas de carro, la sección de las mismas en el fondo habría de ser rectangular. Si alguien pretende que a lo mejor las ruedas llevaban llantas en forma de cuña, se le contestará que entonces no habrían sido adecuadas para transportar un peso tan grande como el de los monolitos: a cada "pasada", el surco se abriría más dificultando en grado creciente la marcha. ¿Qué diámetros de ruedas debieron usarse al final, para que los ejes no se quedaran atascados en el suelo? El argumentar de este modo no es querer razonar el problema con seriedad.

Así pues, ¿qué ocurrió allí? (p.99)


Interpretaciones desencaminadas

Veamos otra interpretación.

¿Tal vez los constructores de los monumentos megalíticos acarreaban los materiales sobre trineos, es decir sobre vehículos provistos de patines, tirados por animales? En caso de que los habitantes prehistóricos de Malta hubiesen utilizado en otra época ese medio de transporte, por cierto nada acorde con la geografía del lugar, tendríamos que insistir en lo ya manifestado antes, y con más motivo todavía: los patines van unidos al vehículo aún más rígidamente que las ruedas, y por consiguiente, no habrían tardado en atascarse en ese laberinto de diferentes anchos de vía y pronunciadas curvas.

Otra teoría:

Los primitivos habitantes de la isla usaron para el transporte de sus voluminosos y pesados materiales de construcción (que incluso hoy día no podrían ser manipulados sino mediante carretillas elevadoras) una especie de andas, cuyos extremos inferiores irían arrastrando por el suelo, mientras al otro lado se unciría el tiro. Sobre esas andas en forma de horquilla se habrían atado los monolitos.

Dan risa esas explicaciones, ¿no es cierto?

La horquilla de las andas tuvo que ser rígida, en cuyo caso no entendemos cómo se produjeron las variaciones de vía. No quiero ni mencionar otras cuestiones peliagudas, como la de cuál pudo ser la madera capaz de soportar semejantes cargas, o la de cuáles los animales dotados de fuerza suficiente para arrastrarlas en esas condiciones. ¡A ver si resultará que los antiguos malteses criaban dinosaurios para dedicarlos a esas faenas! NO se conocía el acero, de modo que debieron tener maderas de cualidades dignas del acero. Ahora bien: por muchas propiedades que les supongamos, no vemos de qué forma podían estar cortadas para dejar un surco tan estrecho en forma de "V".

Hay otro detalle que excluye todo supuesto de carros, trineos o andas tirados por animales. Cuando se acarrean pesos durante decenios, años tras año y siempre por el mismo camino, forzosamente las bestias de carga también han de dejar sus huellas en el suelo. Por consiguiente deberíamos ver en la piedra caliza los rastros del paso de los animales sometidos a tan descomunal esfuerzo. Nada de eso puede apreciarse en los raíles de la isla de Malta (p.100).


¿Inventores de los rodamientos?

¿La solución! ¡Las cargas eran empujadas sobre bolas! En efecto, se han hallado en Malta centenares de bolas. Son de caliza blanda y de múltiples tamaños. Las más grandes presentan un diámetro de sesenta centímetros, y las más pequeñas son de siete centímetros. ¿Quizá los primitivos malteses inventaron un vehículo que se desplazaba sobre rodamientos a bolas de piedra? Esto lo explicaría todo: la variación de los anchos de vía, las atrevidas curvas en muchas de esas pistas, y el que las mismas puedan cruzarse entre sí. Las bolas, en efecto, siguen cualquier curso que tengan previamente trazado, sin importar el ancho de la vía.

¿Son las bolas la solución del enigma?

No, por desgracia. Todas las islas del archipiélago de Malta son de piedra arenisca y caliza, minerales de escasa consistencia. ¡Y las bolas ESTÁN hechas de piedra caliza! Bastaría una tonelada de peso para dejarlas hechas tortilla, o desmenuzarlas como si fueran bolas de nieve. Además, las bolas, cualquiera que sea su tamaño, no podrían producir nunca una huella en forma de "V", sino en todo caso de media caña; a mayor peso no corresponde un surco más profundo, sino sobre todo más ancho. Para dejar una huella de setenta centímetros de profundidad en la piedra, se necesitarían, o bien bolas de un metro y medio de diámetro (como en el caso de la rueda), o pesos fuera de toda proporción. Considerando los rozamientos en todos los sentidos que sería preciso vencer, no hacen falta cálculos para saber que las tracciones habrían de ser gigantescas, o de lo contrario la carga no avanzaría ni un palmo. De todas maneras, la discusión de esta hipótesis es ociosa, dado que hasta la fecha no se han encontrado en Malta bolas de un diámetro superior a sesenta centímetros.

Tampoco se ha descubierto ninguna clase de bajorrelieve o escultura representando carros ni carretas de ninguna especie. Ahora bien, si los constructores de los templos hubieran usado tales medios de transporte, sería difícil no hallar alguna representación de los mismo, pues hay en la isla dibujos y pinturas rupestres de antigüedad igual o superior (p.102).


Ninguna relación entre los raíles y las edificaciones

Entre los raíles y las construcciones no existe ningún vínculo causal. De lo contrario, los "carriles" deberían conducir hasta los emplazamientos de lo edificado o morir cerca de ellos. ¡Y no ocurre así! La densa red viaria pasa por aquí y por allá, pero dejando de lado los templos e invadiendo también aquellos lugares en donde ningún templo ni otro género de construcción marca el horizonte con sus ruinas.

Nadie ha intentado cartografiar ni medir la red de surcos, si bien es verdad que sería una empresa muy difícil: en algunos lugares se halla recubierta por la vegetación y desaparece de la superficie, para reaparecer de pronto un trecho más allá. Otras veces se han construido edificios sobre las pistas, o éstas han quedado sepultadas bajo los escombros de los milenios transcurridos.


Mi consejo: investigación multidisciplinaria

Nadie sabe para qué servía este laberinto de raíles ni quién lo construyó. Hoy día se habla mucho de investigaciones interdisciplinarias: el arqueólogo pide ayuda a los físicos, los químicos o los metalúrgicos para solucionar enigmas como el que ahora nos ocupa. Pero en Malta no se ha dado ninguna de esas colaboraciones que casi podríamos llamar detectivescas.

Me parece que un análisis de esos raíles podría rellenar muchas regiones del mapa de nuestro saber, que al presente están en blanco. ¿Fueron bolas de piedra, horquillas de madera o llantas de carro lo que dejó la marca de su paso en las rocas? Y cualquiera que fuese el diseño de los antediluvianos medios de transporte, su paso ¿no debió aplastar, incrustándolos en los poros del suelo calizo o arcilloso, un gran número de pequeños organismos vivientes? ¿No sería posible, pues, hallar restos de polen u otros por el estilo, que permitieran deducir la antigüedad de las huellas?

En cuanto a los raíles que se sumergen en el fondo del mar, sobran actualmente medios técnicos para llevar muestras de los mismos bajo el microscopio de los sabios. ¿Por qué no se intenta siquiera?

¿Es posible, es lícito que permanezcamos indiferentes ante un enigma tan portentoso del remoto pasado de la humanidad? (p.103)

Nosotros los occidentales, que tanto nos envanecemos de nuestra ciencia y de nuestro inextinguible afán de saber, ¿por qué no los aplicamos a este caso?


Cuentos de calendario...

Sería verdaderamente raro y asombroso que no saliera en el catálogo de las posibles interpretaciones el cuento del calendario... lo mismo que para las pirámides egipcias, para las "piedras colgantes" de Stonehenge, cerca de Wilshire, Inglaterra, o para las "pistas de aterrizaje" de Nazca, en el Perú. La hipótesis de que también los carriles de Malta fuesen parte de un descomunal sistema de calendario es la más tonta de las respuestas "razonables" a una cuestión que sigue pendiente en todos los sentidos.

En cualquier parte del mundo en donde estén a la venta esos calendarios de taco arqueológico, se trata de monumentos y edificaciones fantásticamente grandes, que en modo alguno podían ser abarcados "de una ojeada" por el simple peatón. Según tales teorías, nuestros antepasados de la Edad de la Piedra eran un poco cortos, y necesitaban de esos calendarios gigantescos para acordarse de cuándo llegaba la primavera y cuándo empezaba el otoño. En realidad no sabemos pues no está escrito en ninguna parte, si los pueblos prehistóricos tenían a la agricultura como la principal de sus ocupaciones. En todo caso, si aquellas reducidas poblaciones HUBIERAN confiado fundamentalmente a la agricultura su diario sustento, no les habrían sobrado hombres ni tiempo para construir grandes calendarios maestros de piedra (suponemos que entre terribles sudores y mediante un sobrehumano derroche de fuerzas) como los que póstumamente se les atribuyen.

Como según mis críticos, y pese a que he dejado escrito lo contrario, yo doy poca beligerancia a nuestros primitivos antepasados, en lo relativo a capacidad y aptitudes creadoras, voy a aprovechar esta oportunidad para hacer constar lo siguiente:

que para mí, TODAS las variedades del "Homo sapiens", desde que pulula sobre la faz de la Tierra, son demasiado inteligentes como para tener necesidad de esos supuestos calendarios de piedra. No les era necesaria tanta pompa y circunstancia para llevar cuenta del ciclo de las estaciones. Mediante la simple observación de la naturaleza, nuestros antepasados (p.104)

ya sabían cuándo terminaba el invierno, se anunciaba la primavera, lucía el sol del verano o soplaban los primeros fríos del otoño.


Cuentos religiosos...

No se me vaya a quedar en el tintero: como en otros casos también en el de Malta se ha aventurado que los carriles podrían pertenecer a "un" culto, aunque no se nos dice a QUÉ culto. Desconocemos a qué dioses se pretendía enviar un regalo óptico "de abajo arriba". Si es que la propuesta de un culto tiene algún fundamento, me gustaría saber al menos qué era lo que se pretendía "telegrafiar" a los etéreos dioses mediante la intrincada red de surcos paralelos.

Volviendo a mi cita de la "Enciclopedia de la Arqueología", vemos que los templos megalíticos fueron erigidos hacia 2800-1900 a.d.C., y que la construcción de los carriles data de la misma época, correspondiente a finales del neolítico y comienzos de la primera Edad del Bronce.

Todo eso es humo de pajas.


Contradicciones

Las excavaciones y las exploraciones espeleológicas han demostrado que Malta ya estaba habitada antes del 6000 a.d.C. Cuentan con 5.000 años de antigüedad las estatuillas de diosas-madres. Hacia el 3000 a.d.C. llegaron los sicilianos, y hacia el 1400 los fenicios.

Nadie afirma que los raíles deban atribuirse al neolítico, en cambio es de cátedra la opinión de que pertenecen a la Edad del Bronce. Pero ni siquiera esta datación relativamente "tardía" puede ser correcta: ¿es que durante dicha Edad los humanos eran peces inteligentes? ¿O construyeron equipos de submarinista de bronce, con bombas de aire hechas de madera y con campanas sumergibles para poder seguir tallando la roca debajo del agua?

Cuando nos ponemos así de duros, nuestros interlocutores de envuelven en una nube de vaguedades. No, dicen algunos arqueólogos, la red de vías existe desde hace más de diez mil años, cuando las costas ahora sumergidas eran todavía tierra (p.105)

firme. Suena bien, pero... ¿qué herramientas se emplearon para esculpir, fresar o taladrar tantos kilómetros de surcos profundos en la piedra?


Pedernal, ¿de importación?

Con útiles de pedernal, naturalmente, nos contestan, y eso también suena bien. Pues en efecto, ese mineral silíceo es más duro que la piedra caliza, y fue utilizado durante el paleolítico para fabricar utensilios. Lo malo es que ningún geólogo ha podido encontrar pedernal en toda la isla de Malta, ni en las demás del archipiélago. Teniendo en cuenta las cantidades de este material que se habrían gastado en la excavación del sistema de vías que estamos contemplando, sería preciso que hubiera existido en la Edad de la Piedra todo un dispositivo internacional de importación-exportación.

Otros dirán que  hemos errado el camino. Que fueron en realidad los invasores griegos o fenicios quienes proyectaron y construyeron la red de raíles. ¿Por qué no? Sólo que la idea de esa construcción no pudo ser improvisada. La historia nos demuestra que los inmigrantes traen siempre de sus países de origen tanto los proyectos como los conocimientos necesarios para realizarlos, habiéndolos llevado a la práctica allí antes. Ni en Sicilia ni en Grecia se encuentra el menor rastro de cosa semejante a los carriles malteses.

¡Qué grotescas son todas esas contradicciones! De un lado nos dicen que los templos megalíticos ya estaban construidos mucho antes de que llegasen los invasores TARDÍOS. ¡Es como para salirse uno de sus casillas! Pues si los templos ya estaban eregidos cuando se excavaron las vías, entonces éstas no pudieron servir para el acarreo de materiales con destino a la construcción de aquéllos. De otro lado, si admitimos que los carriles se hicieron hacia el 5000 a.d.C., estaremos olvidando que el nivel del Mediterráneo apenas ha variado de manera importante desde hace lo menos 10.000 años. Por tanto, los últimos invasores "del oeste de Grecia" no pudieron ser, en modo alguno, los constructores de la red viaria.

A mí, los raíles de Malta me parecen un caso ejemplar de actitud errónea por parte de los arqueólogos. hay una sobreabundancia de explicaciones, pero tan pronto como uno rasca la majestuosa fachada, se cae la pintura y advierte uno toda (p.106)

la miseria que había detrás. En cualquier caso, una vez las opiniones llegan a quedar plasmadas en libros de texto, adquieren el tinte de manifestaciones últimas de la sabiduría. Según los libros de texto que haya utilizado el estudiante, será partidario de TAL o CUAL solución. De este modo se crean "escuelas", cada una de las cuales defiende con empecinamiento SU postura, negándose a tolerar e incluso a conocer las demás. Lo importante es poder colocarle a una cuestión la estampilla de "asunto solucionado". Frente a esto, carece de relevancia el que realmente se haya logrado descifrar un enigma o no.

Lo único indiscutible es que en tiempos prehistóricos ocurrió en Malta algo estraordinario, algo que no se ha vuelto a repetir jamás en ningún otro lugar del mundo. Esta isla debió ser un centro importante para alguien y para algo.

Se podría sospechar que esos profundos surcos sirvieron para colar metales fundidos. Pero tal suposición se excluye cuando recordamos que las hipotéticas lingoteras debieron construirse en una época en que los metales aún eran desconocidos: ¡lo demuestra nuestro conocimiento de los niveles del Mediterráneo después de la última glaciación!

¿Y si en tiempos pretéritos la roca hubiera sido atacada por algún ácido por ahora ignorado, abriendo esas extrañas pistas en el suelo? No es de despreciar la idea, pero la uniformidad del trazado, el paralelismo de las huellas, contradicen esa tesis, por cuanto un ácido podría desintegrar la roca y hacerle un agujero, pero no crear formas regulares.


¿Conducción de aguas?

Otras razones obligan a descartar la proposición de que el sistema de surcos fuese una especie de acueducto. Es indiscutible que el agua siempre discurre del monte al valle, buscando el punto más bajo. Pero los carriles toman lo mismo sentido ascendente que descendente, cruzando montañas y valles. El agua sólo podría vencer una pendiente en subida si la "fuente" de la presión estuviese en el punto más alto y si la conducción se hiciese por tuberías. Sin embargo, no se han encontrado tubos ni rastro de los mismos. Por otra parte, el desconocido constructor que hubiese ideado un sistema de abastecimiento de agua, habría tenido sin duda inteligencia suficiente para elegir las distancias más cortas entre dos puntos, evitando (p.108)

los caprichosos meandros o recodos en zigzag que podemos observar hoy día.


Humus en vez de dinero contante

Una red de drenaje de tales dimensiones habría debido servir para el riego; sin embargo, en todo tiempo las islas estuvieron formadas por tierras de secano y rocas estériles. No hay plantaciones. ¡Hace sólo cuarenta años, los capitanes de barco que acudían a Malta para llegar los tanques de agua no pagaban con dinero, sino con humus o mantillo!

¿Queda alguna otra interpretación que examinar?

¿Tal vez los surcos servían para la cría de algún producto natural hoy desconocido? ¿Para criar gusano de seda, por ejemplo? ¿Existió quizás un cultivo prehistórico de algas aprovechables para la alimentación? Podemos ignorar estas preguntas. Dada la extensión de la red de surcos, ¿a quien se habría servido tan masiva producción? Los isleños no habrían constituido un mercado suficiente y, como ya hemos tenido ocasión de observar, no hay noticias de una actividad comercial, que habría requerido una importante flota, en tiempos prehistóricos. Por otra parte, unos criadores tan hábiles habrían sabido dar una disposición más práctica a sus instalaciones: todo bien junto y un surco al lado del otro, no dispersos a través de montes y valles.

¿Cabe la posibilidad de que esas líneas, aparentemente arbitrarias muchas veces, sean signos de una escritura exótica? Esta hipótesis, no poco sugestiva, fracasa en la realidad ante el hecho de que los supuestos "jeroglíficos" continúan hasta por debajo del agua. ¿Quién iba a poder leerlos ALLÍ?

Pero si los absurdos "signos" hubieran sido escritos en la piedra caliza ANTES de que el mar Mediterráneo hubiese llegado a su nivel actual, ¿habrá que admitir que sus "lectores" podían volar por el aire? Pues de lo contrario, una inscripción que se extiende a lo largo de más de cien kilómetros no habría sido legible.

Pasemos a examinar también una idea de aspecto utópico: ¿Y si los surcos hubieran servido de depósito a una aleación metálica, que con su extensión sobre toda la isla hubiera formado una descomunal "antena"? Considerando que la antigüedad del sistema no puede ser inferior a diez mil años, ¿a quiénes (p.109)

atribuiremos la construcción del dispositivo, cuando la humanidad aún no conocía los metales? ¡Ni siquiera cabe pensar en los constructores de los templos megalíticos!

¿He olvidado algo esencial? ¿Se me ha escapado alguna hipótesis importante? No lo creo.


Malta, ¿meta de los extraterrestres?

Los templos megalíticos son pétreos testigos de que los primitivos habitantes de Malta eran devotos adoradores de sus dioses y de que no regateaban esfuerzos para dejar testimonio de su profunda admiración hacia la figura divina. Pues, a mi modo de ver y como ya es sabido, los "dioses" no eran figuras imaginarias, ni engendros de una fantasía extravagante o prelógica. En algún tiempo fueron seres reales, vivos, eficaces y muy activos.

Se me plantea la cuestión, cuyos aspectos vienen a ser sobre poco más o menos tan especulativos como todas las interpretaciones anteriormente reseñadas, de si "mis" dioses escogieron como objetivo a Malta, en época prehistórica, y si hicieron algo allí que justifique el que los malteses, haciendo un tremendo esfuerzo, erigiesen en la isla monumentos de piedra a su memoria, o como tributo de admiración.


¿Guías para bueyes?

El señor De Piro, director general del hotel Hilton de Malta, es un maltés criado en la isla de Gozo. Propugna la personal y original teoría de que los raíles fueron realmente labrados en la piedra por manos humanas.

-- ¿A qué tanto esfuerzo? - le pregunto.

-- Como usted sabe, cuando a un animal domesticado, somo un asno, un caballo o un buey, se le traza una pista en el suelo, por la fuerza del instinto el animal la sigue fielmente, de la misma manera que saben regresar siempre a donde esté su pesebre. A lo mejor les colgaban a las bestias de reata un arnés que fuese rastreando el surco, y así andaban siempre por los mismos caminos, un año tras otro. ¿Al cabo de muchos siglos, esa actividad habría dejado huella! (p.110)

La idea no deja de ser sugestiva, pero una vez situado en los lugares ya no me convenció.

Entre las villas de Gharghur y Naxxar se encuentra el alargado promontorio de San Pawl Tat-Targa, que es una formación de roca caliza. Sus laderas, expuestas al frío y al calor, al viento y a la lluvia, están literalmente cubiertas de raíles. Una de las vías paralelas va siguiendo la cota más alta, pera torcer luego bruscamente hacia abajo y perderse por último en algún (p.111)

lugar entre las casas que bordean la playa. NO menos de otros seis pares de surcos cruzan esa curva. Pero los puntos de intersección, realmente, no son de dibujo tal que pudieran servir de orientación a unos animales. O bien terminan de manera abrupta, en ángulo recto, o bien la profundidad de la pista secundaria es muy diferente de la que se mide en la curva, llegando en otros casos hasta ochenta y un centímetros. En estas condiciones, cualquier animal se rompería las patas. Por último otros tramos se van borrando poco a poco hasta terminar en la nada. En estos puntos, donde el surco se nivela con el suelo de caliza hasta desaparecer por completo, cualquier animal de tiro, carga o arrastre quedaría detenido sin saber adónde ir, lo mismo que el buey cuando encuentra cerrada la puerta del establo. Y ¿dónde está el rastro de las pisadas? Porque los surcos mismos no pueden ser obra de los animales, pues para ello son demasiado nítidos y profundos. Y puesto que en algunos lugares el carril se confunde con el suelo y desaparece... ¿qué se hizo de las bestias? ¿O acaso enviaban un helicóptero a recogerlas en la estación de término?

La idea más plausible, la más interesante e incluso la más lógica a primera vista es la que relaciona los raíles con la construcción de los templos megalíticos. La realidad es que se trata de obras de dimensiones realmente olímpicas: nada menos que treinta templos megalíticos en una isla diminuta, hechos de poderosos sillares de piedra combinados con menhires. Dicho sea de paso, Malta sólo tiene 247 kilómetros cuadrados de superficie, y Gozo, 76 kilómetros cuadrados. Gracias a unos restos de madera encontrados en el templo megalítico de Hagar Qim, ha sido posible proceder a nuevas dataciones por el método del radio-carbono: ¡se ha propuesto la fecha del 4000 a.d.C. para la antigüedad de este monumento! En aquellos tiempos aún no se sabía nada de los "antiguos romanos", cuya primera ciudad data del 1000 a.d.C., es decir de comienzos de la Edad del Hierro; en cuanto a los "antiguos griegos", la primera arribada al archipiélago no está documentada hasta 1200-900 a.d.C. aproximadamente. Con lo cual podemos estimar superada la noción tradicional de que la cultura se difundió partiendo del área sumeria, a través de Egipto y Babilonia, hasta llegar a Europa. ¡Las maravillosas construcciones maltesas datan de la Edad de la Piedra!

Aunque no me fío mucho del método del C-14, en primer lugar porque supone una proporción constante del isótopo radiactivo (p.112)

C-14 en la atmósfera, y en segundo lugar porque no es seguro que el hallazgo de unos esqueletos o unas maderas tenga que ver con la verdadera fecha de construcción de un monumento, de todas maneras celebro que Hagar Qim haya sido datado hacia el 4000 a.d.C. Con eso disponemos de una "cota mínima" de antigüedad, por lo menos. Cabe admitir que si el templo no puede ser más reciente, en cambio sí podría ser mucho más antiguo, dado que los restos de madera podrían no haber sido dejados por los primeros constructores de la edificación.

Digamos de paso que Hagar Qim es un término que todavía sigue vivo en el dialecto maltés, y que en sentido figurado vendría a significar algo así como "piedras venerables". La arqueología local quiere suponer que el templo de Hagar Qim estaba consagrado a unas divinidades fenicias. ¿En el año 4000 a.d.C.? ¡Qué raro, caramba! No hay ningún indicio que demuestre la presencia de los hombres del antiguo "reino de la púrpura" (nota 31: Herm, Stefan: Die Phönizier; Dusseldorf 1973) en épocas tan remotas.

Si los "carriles" guardasen relación con la construcción de los templos, lo lógico sería que esas extrañas líneas condujesen al emplazamiento de los mismos. Sin embargo, eso es precisamente lo que no ocurre nunca. Los treinta templos están diseminados por toda la isla, y los raíles la surcan de un lado a otro con la misma irregularidad, pero siempre pasando de largo. Veamos, por ejemplo, el yacimiento de Tarxien, en las proximidades de un lugar llamado Paola. A pocos centenares de metros de allí, en la costa meridional de la isla y junto a Mnajdra, hallamos el de Hagar Qim. En medio de ambos pueblos se alza el templo de Skorba, mientras que el monumento prehistórico más destacado del archipiélago de Malta, que es el templo Ggantija, está en Gozo, la isla vecina del norte. Pregunta de concurso: ¿qué fue primero, los templos megalíticos o los "raíles"? Parece tan imposible contestar a esta pregunta como decidir si fue primero el huevo o la gallina.

Ahí los tenemos ante nosotros, esos gigantescos monolitos. Por ellos han pasado milenios, que han erosionado y partido las piedras. La contemplación de los "raíles" nos hace pensar en las innumerables lluvias que los habrán azotado, en los fríos que los congelaron y los calores que los dilataron. ¿Hasta qué punto habrán sido afectados por los movimientos tectónicos? Lo seguro es que estaban ahí antes de que el mar Mediterráneo alcanzase su nivel actual. Por tanto, ¿serán también anteriores a la última glaciación los templos? Nadie lo sabe, sin (p.114)

embargo, la sospecha se impone. Pero antes de pasar a detallar mis atrevidas deducciones al respeto, conviene mencionar otra cosa única que ofrece Malta a los visitantes, además de sus carriles y sus templos.


Suplemento: Indica Wikipedia alemana en su artículo sobre raíles (Schleifspuren) en el año 2011:

Raíles hay no solo en Malta y en Gozo, pero también en Grecia, en Francia cerca de Anse de St. Croix, En España en El Padul y en El castellar de Meca, en Cerdeña y en Sicilia, además enAzerbaiyán en la península de Abseron. Pescadores de Malta y el historiador D. Bradley indican que fueron raíles también en la pequeña isla de Filfla (una isla del arquipélago de Malta), pero bombas destruyeron los raíles allá. Otros raíles más cortos pero con hasta cinco paralelas hay en las islas Canarias en Queseras y en Marruecos [web01].


[3.2. Figurinas de mujeres en Malta]







La otra sensación

En Saflieni, al sudeste de La Valletta y cerca de la población de Paola con sus doce mil habitantes, nos sorprende el (p.115)

"hipogeo de Hal Saflieni". Hipogeo es una palabra procedente del griego, que significa "subterráneo" (hypo = debajo de; gaia = la tierra). En la literatura especializada se llama hipogeos a los sepulcros o recintos para el culto subterráneos con techo abovedado.

La casa por la que se entra al yacimiento subterráneo se distingue de las demás de su calle por un portal formado por cuatro columnas o jambas de sección cuadrada, que soportan pesados dinteles de piedra. En la pared, una placa de mármol anuncia: HAL-SAFLIENI PREHISTORIC HYPOGEUM.

Me parecían exageradas las descripciones que había leído sobre este monumento. Después de largo itinerario a pie por un laberinto de calles que hervían de calor, y cuando me vi frente al pomposo portal de piedra caliza, me fue forzoso preguntarme si valdría la pena entrar. Las correas de mis dos máquinas fotográficas, pesadas como el plomo, se me clavaban en los hombros; desde hacía semanas, un sol de justicia castigaba la isla polvorienta y sedienta. En tales condiciones, hasta mi inextinguible afán de aventura flaqueaba sensiblemente. Tenía el pantalón y la camisa pegados al cuerpo. Lo que me decidió a entrar fue el pensar que un cuarto de hora al frescor, dentro de la casa, me aliviaría lo suficiente.

Me quedé todo el día. Al poco rato de estar allí había olvidado mis pocas ganas de entrar.


Entro en el "reino subterráneo"

La entrada es una planta baja, que da acceso a las tres plantas subterráneas del monumento. De la penumbra salió un robusto maltés, que mediría como dos metros de estatura, y me quitó tranquilamente las cámaras.

Ante mi mirada sorprendida, y sin duda también algo indignada, condescendió a la lacónica explicación siguiente:

-- ¡NO CAMERAS!

Por si no entendía yo el inglés, agregó en francés, con severidad:

-- ¡DÉFENDU!

luego depositó mis máquinas en una estantería de madera y, plantándose frente a la misma con energía, exclamó a guisa de aclaración final:

-- ¡VOILÁ! (p.116)

Hasta la fecha no he logrado entender por qué motivos prohíben tomar fotografías en algunos museos. Podrían cobrar el permiso para hacerlo, como es natural, pero no debe estribar en eso la cuestión. En el Musée de l'Homme de Paris, por ejemplo, yo estaba dispuesto a pagar cualquier cantidad que me hubieran pedido.

A veces me cosquillea la sospecha de que es el clan de los arqueólogos profesionales quien no tolera que sus tesoros sean (p.117)

retratados desde un ángulo diferente del bendecido por ellos.

En la situación en que me hallaba ahora, la prohibición de tomar fotografías me pareció más absurda que nunca. Como la experiencia me ha enseñado que, a veces, una buena propina vence la repugnancia de los guardianes del templo a los objetivos fotográficos, le metí en la mano al gigante dos libras maltesas. Las cuales aceptó, sin que el gesto le moviese a devolverme ninguna de mis cámaras.


Rodeado de gigantes

Dignóse descender desde su altura hasta mi modesto metro sesenta y ocho de estatura, y susurró con los ojos desorbitados de reverencia:

-- "Sir, ¡this is a holy place!"

¡Ah, diablos!, pensé, si es un lugar santo, habrá que obedecer sin rechistar, pues de lo contrario podría uno tener en disgusto. En el fondo de mi cerebro se ocultaba la idea de que, si había allí algo que fotografiar, ya encontraría el medio de hacerlo.

El severo custodio de mis cámaras dio una palmada con las palas de panadero que tenía por manos. De un camarín contiguo salió otro personaje aún más imponente, cuya estatura sobrepasaba incluso en algunos centímetros a la de su colega. Por lo visto, yo había caído en una cueva de gigantes. El recién llegado era bastante más joven que el primer gigante de guardia; llevaba un pañuelo de seda roja al cuello y se cubría con una boina negra. Con la oficiosidad de todo buen guía turístico, empezó por inundarme con un chaparrón de palabras en diferentes idiomas. De lo cual deduje, en primer lugar, que hablaba mejor el inglés, y en segundo lugar, que la oferta estaba compuesta de dos visitas en vez de una, pues además del hipogeo que me había llevado allí se podía ver un "museo" adyacente. Luego pude comprobar que la palabra museo era ligeramente exagerada, pues se trataba sólo de cuatro vitrinas empotradas en las paredes. Decidí aceptar ambas ofertas y, después de entregar al gigante joven otras dos libras y rogarle que me hiciese partícipe de sus conocimientos en inglés, fui admitido a contemplar las pequeñas vitrinas.

Pulcramente ordenados, como en los escaparates de una farmacia, podían verse allí los tesoros encontrados por azar en (p.118)

1902 cuando se construyó la casa en donde nos hallábamos, y sin cuya prosaica existencia seguramente no hubiera sido descubierto el hipogeo. ¡Eso es lo que yo llamo una casualidad afortunada!

En las vitrinas vi utensilios de piedra, anillos y collares, estatuillas y otros adornos y amuletos, algunos de ellos hechos de concha.

-- "¡This are magic objects!" - repetía una y otra vez el joven gigante que no me perdía de vista ni un segundo.

Objetos mágicos, pues, encontrados en el hipogeo. Muy serio, mi guía me aseguró que las escaleras por donde íbamos a bajar en seguida habían sido utilizadas por los hombres de la Edad de la piedra para bajar a las bóvedas donde - ¡asómbrese usted! - hablaban con sus dioses, para cuya comunicación les eran imprescindibles aquellos amuletos.


Una "diosa madre" conocida

Apenas si pude echar una ojeada al objeto que SÍ me interesaba y sobre el que había leído algunas cosas. Mi gigante me arrastraba ya hacia la escalera.

Se trataba de la "diosa madre", una figura de terracota de unos diez centímetros de longitud, que algunos libros mencionan también bajo el nombre de "la durmiente". Descansa en un platillo apoyado sobre cuatro pies; su macizo cuerpo está envuelto en un vestido que podría describirse evocando el caparazón de una tortuga. Reclina sobre un brazo la cabeza apenas esbozada, y tiene las piernas cortas y gruesas.

Lo que es YO, cuando estoy ante diosas madres durmientes y además oriundas del neolítico, aguzo inmediatamente todos los sentidos. ¿Por qué tenían los artistas del neolítico tanta afición a representar "diosas madres"? Y además, ¿qué significa en realidad eso de "diosas madres"? ¿Se trataba acaso de representar a las madres de los dioses? No escapará a nadie que esto último es un absurdo. En las nociones de los artistas de la Edad de la Piedra todavía no estaban organizados los dioses en clanes con sus familias y sus madres.

Las diosas madres del neolítico, como la de la copia que estaba yo contemplando en aquellos momentos (porque el original se encuentra en el Museo Nacional de La Valletta), han aparecido, por ejemplo, en La Gravetta, Laussel y Lespugne (p.119)

de Francia, en Cukurca de Turquía, en Kostjenko de Ucrania, en Willendorf de Austria y en Petersfels, de Alemania.

Por supuesto, la denominación de "diosas madres" es de nuestra época. Quién sabe si esas figuras, en la intención de los hombres prehistóricos, querían representar verdaderamente unas "diosas". Nuestras inteligentes denominaciones podrán ser muy convenientes y útiles para la confección de los catálogos museísticos, pero me atrevo a dudar de que sean siempre (p.120)

acertadas en cuanto al verdadero SENTIDO de los objetos. ¡Poco importa! En todo caso, es preciso que esas representaciones plásticas, con sus atributos tan marcados de hembra embarazada, tengan un significado concreto. De lo contrario, no se habría coincidido en tantos y tan diferentes lugares del mundo, y hacia las mismas épocas, en su fabricación. Ya veremos...

Mientras mi gigante me conducía a la escalera de piedra, puso en mi conocimiento que cuanto íbamos a ver en seguida había sido descubierto por casualidad a principios de siglo. Cosa que yo ya conocía por la literatura consultada. Lo que yo ignoraba era que el acceso originario al mundo subterráneo - una losa de piedra sobre un pozo de sección cuadrada - estaba en una colina que dominaba el barrio del puerto, y fue tapiada para construir un muro sobre los muelles.

Mi "cicerone", tan hablador como su patronímico antepasado, empezó a bajar por la escalera con precaución y un cierto temor (pese a que, sin duda, habría emprendido el mismo camino miles de veces). A medida que bajaba fue volviéndose taciturno, y por último se limitó a hablar sólo cuando yo le preguntaba algo, y en voz baja.

Llegados a la sala principal de la planta intermedia, hube de exclamar:

-- "¡Eso es fantástico! - y añadí: "¿Cómo es que estamos solos aquí?

-- Los malteses nunca vienen aquí. Temen el oráculo. Sólo vienen los turistas que nos envían los recepcionistas de los hoteles, pero como ahora estamos fuera de temporada... - susurró el gigante, hablándome al oído.


Un antiquísimo equipo de alta fidelidad

Si la datación es correcta, y según cuentan, hace 6.500 años largos los fieles bajaban a esta sala del oráculo para que el sacerdote, agazapado en la contigua cámara, interpretase sus sueños. Yo había leído muchas cosas sobre la estupenda acústica de aquel lugar, pero se me antojaba increíble que una palabra dicha en voz baja resultase amplificada hasta reverberar por todo el recinto. El joven gigante, como si hubiera adivinado mis pensamientos, me tomó de la mano y me condujo hacia un nicho. Una vez allí, se situó frente a uno hueco de forma (p.121)

elíptica excavado en la piedra y emitió algunos sonidos prolongados:

-- "¡Ooooooohhhhaaaaaa! ¡Uuuuuuuhhhiiii!"

Como si hubieran sido amplificadas por el equipo de alta fidelidad de una ruidosa discoteca, las llamadas del gigante inundaron la sala y rebotaron en las paredes. Incluso cuando el hombre bajó su estentórea voz hasta un susurro, todos los nichos y rincones se llenaron de suaves ecos.

No quise perderme la oportunidad de probar yo también (p.122).

Metí la cabeza en la "concha" elíptica y proferí un prolongado "Jaaaaa!" Cuanto más levantaba la voz, más extrañas se hacían sus reverberaciones. Si la bajaba hasta la tesitura de un barítono profundo, la vibración hacía retemblar el aire. Pude observar que estos efectos se acentuaban en un punto determinado de la elipse. Dirigí mi voz hacia el mismo, sospechando que DETRÁS del "micrófono" debe existir un espacio hueco en la piedra que, actuando como la caja de resonancia de una (p.123)

guitarra, sería la causa de la amplificación. Supongo, puesto que no puede comprobarse, como es natural, que dentro de la piedra existe un sistema de conductos por los cuales se transmite el sonido a otros puntos de la sala.

Por no estar presente ninguna mujer, no pude efectuar otra verificación importante: según se afirma, el milagroso amplificador de voz sólo funciona cuando habla un hombre; las voces de mujer, aunque sean las más sonoras de contralto, no activan la prodigiosa acústica de la piedra. Es evidente que debo regresar a Malta... pero esta vez con alguna dama que me diga algo.

A lo largo de mis viajes he visto muchos monumentos prehistóricos impresionantes: pirámides y timbas de reyes en Egipto, tremendas construcciones megalíticas en Turquía, la fortaleza de Sacsayhuamán en las cercanías de Cuzco, las "conducciones" de Tiahuanaco, las gigantescas figuras de la isla de Pascua, por citar sólo algunos ejemplos.

Pero el hipogeo le corta a uno la respiración. Es algo diferente de todo lo demás.

Del recinto principal derivan corredores, camarines y habitáculos, así como nichos y camarines, dos de los cuales tienen el techo decorado con pinturas, y todo ello con arreglo a un bien articulado plan de distribución. Los nichos y los pilares que sustentan el techo abovedado de la sala están construidos en excelente técnica megalítica: líneas sencillas, juntas perfectas de los poderosos bloques de piedra. Hasta la bóveda está formada por monolitos vaciados en formas curvas.


¿Construido por hombres de la Edad de la Piedra?

-- "¿Y todo eso lo hicieron los hombres de la Edad de la Piedra?" - le pregunté a mi gigante, cuyos negros y salientes ojos contemplaban mi asombro con satisfacción.

Quitándose la boina que cubría su cabello negro, le dio varias vueltas entre las manos y contestó después de una estudiada pausa:

-- "Ellos dicen que todo esto se labró a martillo..."

"Ellos" se refería a los arqueólogos. era fácil adivinar el escepticismo en la contestación del joven gigante. Como bajaba allí cada día, debió tener tiempo de formarse sus propias opiniones acerca de sus remotos antepasados, y de la posibilidad (p.124)

de que pudieran dar término a semejante obra con martillos de piedra.

Como no me habían quitado mi potente linterna de bolsillo, pude distinguir sin dificultad que la talla de las columnas, nichos y bóvedas suponía un esfuerzo magistral y descomunal. De una sola pieza, sin juntas, se alzaban monolitos en los que se habían excavado los nichos, todo ello hecho del mismo material que la roca del suelo. Otros monolitos formaban los dinteles, como si la construcción obedeciese a exactos cálculos de cargas, sobre los cuales descansaban a su vez los monolitos esculpidos en forma abovedada que constituían la cúpula.

¿Quién sería el oráculo que oficiaba en estos subterráneos? ¿Fue hace tres mil, cuatro mil o cinco mil años? Los fenicios y los griegos no estuvieron ahí; cuando ellos llegaron, el monumento llevaba siglos cubierto por los escombros, oculto a los ojos de los que pasaban por encima de él. Los sepulcros hallados en estos lugares datan de mil años antes, hacia el 2500 a.d.C. aproximadamente, mientras que los invasores fenicios y griegos llegaron, según las estimaciones más seguras, entre el 1400 y el 800 a.d.C.

Mi talludo cicerone me hizo bajar tres escalones para contemplar un nicho en el que antaño quizás hubiese figuras de dioses. Me indicó una abertura del suelo, cubierta con una losa. Según sus explicaciones, abundan en el lugar esos agujeros, y durante las excavaciones se hallaron en el fondo de los pozos de piedra bastantes osamentas de animales y humanas. Imposible saber si tales restos animales y humanos procedían de sacrificios, aunque la mera idea le hace a uno estremecerse, incluso después de los miles de años transcurridos. Pero aún me quedaban por ver otras cosas aún más estremecedoras.


A 12 metros por debajo del nivel "de la calle"

La planta intermedia en que nos hallábamos debe quedar a unos once metros por debajo del nivel superficial. Descendimos otros siete escalones, viéndonos, con doce metros de profundidad, en el punto más bajo y en la planta más inferior de las tres de que consta esa obra prehistórica. Un escalón más... y contemplamos una especie de antro cuadrangular adonde (según se supone) eran arrojados los intrusos y los no bienvenidos; o bien sirvió para librarse de los cadáveres de los (p.126)

enemigos, o para sacrificios humanos, o como último refugio de los suicidas, o como trampa mortal para los profanadores de sepulcros. Sea como fuere, los muertos cuyos siete mil esqueletos han sido hallados allí abajo guardan bien el secreto.

Leo en una guía turística:

<El templo subterráneo y sede del oráculo DE LA DESCONOCIDA POBLACIÓN ABORIGEN consta de varios corredores y recintos, con tres plantas en profundidad, parte de las cuales están excavadas en la tierra, y parte esculpida en la roca...>

Completando esta lacónica información, añadiremos que - como en el caso de los carriles - debieron gastarse toneladas de pedernal para los "martillos de piedra" empleados en la obra... pedernal que no existe ni ha existido jamás en la isla.

Llamamos Edad de la Piedra a la Edad de la Piedra, porque durante la misma los hombres empleaban útiles de piedra. Los metales aún eran desconocidos. Y no se sabe nada de ninguna flota de balsas o barcos que pudiese traer a la isla el pedernal necesario para los útiles. De haber existido pedernal en ella, tendríamos una posible explicación, pues este mineral es más duro que la roca calcárea del suelo. Pero la realidad es que no existe.

Si, contra toda evidencia, considerásemos resuelto el problema del material, nos quedaría el misterio definitivo: ¿con qué objeto se excavó y construyó el hipogeo con sus tres plantas de profundidad bajo la tierra? ¡Y aún tendríamos que explicar la perfección de su arquitectura! Desde el primer martillazo sobre la roca, el objetivo debió estar definido, trazados unos planos, programadas las fases de la obra, coordinada la intervención de los laboriosos picapedreros y canteros...


El arquitecto de la Edad de la Piedra en su oficina

No deja de ser divertido el imaginar los trabajos de un arquitecto de la Edad de la Piedra. Debió trazar cientos de croquis sobre hojas de palmera... según el proyecto maestro inspirado en sueños por los dioses. Pues si no, ¿quién le sugirió la audaz construcción de una cúpula bajo tierra, conforme a un modelo nunca visto? (p.127)

Nuestro audaz arquitecto troglodita proyectó tres plantas bajo tierra. ¿De dónde sacó los conocimientos de Estática necesarios para ello?

¿Con qué hizo las "plantillas" para que los escultores pudieran tallar los necesarios monolitos rectilíneos y curvilíneos? Téngase en cuenta que estas piedras deben sustentar, además de su propio peso, el de los pisos que tienen encima.

Cuando nuestro audaz arquitecto presentó sus asombrosos planos al contratista, se plantearía la frustrante cuestión de los medios de trabajo. ¡De imposible solución, según el estado de la técnica en tiempos de los Picapiedra! ¡Qué vergüenza!


Acondicionamiento de aire gran confort

La obra incluye refinamientos inauditos: desde un sistema acústico perfecto, del que ya hemos tenido oportunidad de hablar, hasta un excelente acondicionamiento de aire. ¡El hipogeo lo tiene!

Que uno recorra las salas subterráneas en solitario, o acompañado únicamente por el gigante de ordenanza, como yo, o formando parte de un grupo de cien turistas, poco importa: la temperatura apenas varía. Sin embargo, todos sabemos que en un espacio cerrado el ambiente se caldea con rapidez tanto mayor cuantas más personas se hallen presentes. Los seres humanos despiden calor como verdaderos radiadores. Pero el sistema del hipogeo de Saflieni es tan perfecto como el de las ciudades subterráneas de Derinkuyu en Turquía, donde, tanto en invierno como en verano, permanece constante la temperatura en los TRECE pisos subterráneos del yacimiento.

Por lo que se refiere a Derinkuyu, y para evitar complicaciones, se ha llegado a la conclusión de que estas ciudades subterráneas asombrosamente planeadas datan de los primeros siglos de nuestra Era (como si después de Cristo los técnicos en climatización se hubieran multiplicado por generación espontánea). Eso es falso sin duda alguna, pero se nos pide que aceptemos tal localización cronológica como explicación del excelente sistema de ventilación. Lo que ya no resulta aceptable es que nos propongan el mismo gambito para el hipogeo, cuyo origen neolítico es indiscutible.

Si ya el proyecto y la construcción son misterios y la acústica un fenómeno, podemos decir que el "air conditioning" de (p.128)

la Edad de la Piedra es una maravilla, ante la cual nos sentimos justamente llenos de asombro.


¿Tres fases de construcción? ¡No! ¡Proyecto único!

Se aventura que el hipogeo fue construido en tres etapas. El fundamento de esta suposición son las diferencias arquitectónicas (p.129)

observadas en las salas y columnas. En el nivel más superior, los constructores e limitaron a aprovechar los huecos naturales de la roca, ampliándolos y puliéndolos, mientras que en la sala principal y sus espacios anexos de la planta intermedia, la técnica es de claro estilo megalítico, basado en recursos materiales hasta ahora no explicados.

En esta explicación hay algo que suena a hueco: si es verdad que se aplicaron diferentes técnicas, es preciso que fuesen empleadas SIMULTÁNEAMENTE, porque tanto el sistema acústico como el de acondicionamiento de aire abarcan a TODO el hipogeo. ERGO, el primer arquitecto, lo mismo que sus sucesores, tenían una noción clara de lo que iba a ser la construcción completa una vez terminada. No es posible introducir modificaciones a posteriori ni "instalaciones" de piedra en la piedra.

PARA MÍ, los raíles, los templos y el hipogeo de Malta demuestran que los "dioses" intervinieron en esta partida.

Y ahora viene una aclaración, sin duda fastidiosa para quienes conozcan y comprendan ya mis teorías, pero necesaria para contestar de antemano a lo que no dejarán de atribuirme mis críticos (de manera tan inevitable como el amén al final de la oración). O sea: yo no digo que los "dioses" hayan trabajado allí, que hayan excavado personalmente los raíles, erigido los templos y construido el hipogeo. Pero me figuro que los "dioses", o bien sus descendientes, poseían útiles y dominaban técnicas que pudieron ser de provecho a los hombres del neolítico. También es posible que la población aborigen participase en las tareas y abriese pistas por encargo divino, aunque fuese para ella un misterio la FINALIDAD de la obra.

¿Existe algún vínculo entre todas estas contradicciones aparentes? ¿Hay alguna manera de reunir bajo un mismo techo a "dioses", hombres, raíles y templos?


La odisea de Odiseo

Homero cantó las aventuras y peregrinaciones que vivió durante más de diez años Odiseo o Ulises. Lanzado por una violenta tempestad hacia el cabo Malea, en el extremo suroriental del Peloponeso, visitó con sus naves la isla de los cíclopes, aquellos gigantes que sólo tenían un ojo. Ellos fueron constructores de murallas megalíticas, que por tal razón siguen llamándose murallas ciclópeas (p.130).

A sólo noventa y cinco kilómetros de distancia de Sicilia, encontramos Malta con sus cuatro islas satélites. El que contemple con atención los monumentos megalíticos de Malta se sumará a mi parecer cuando digo: allí trabajaron gigantes. ¿Quizá los mismos que "inventaron" las murallas ciclópeas?


¿Gigantes en acción?

Uno de los cíclopes, el gigante Polifemo, tuvo a Ulises y a (p.131)

doce de sus compañeros presos en una cueva, cuya entrada cerró con una piedra enorme. El propio Polifemo podía entrar y salir de la cueva cuando se le antojaba, apartando la piedra que, en cambio, era demasiado pesada para Ulises y sus doce robustos hombres. Se dice del tuerto Polifemo que era hijo del dios Poseidón (Neptuno). ¡Y no sólo él, sino también los demás gigantes de la isla de los cíclopes eran, sin excepción, hijos de dioses!

¿Existe algún trazo de unión entre el relato mitológico y una primitiva realidad? ¿Hubo gigantes en Malta, en un remoto pasado?

Lo que no se puede negar es que HUBO gigantes. Las antiguas tradiciones abundan en plásticas y exactas referencias a ellos; al mismo tiempo los viejos textos coinciden en afirmar que los gigantes eran descendientes de los dioses, "hijos del Cielo".

Después de Moisés (Génesis 5, 18 y sigs.), otro personaje que estuvo en relación directa con Dios fue Enoc, en el capítulo decimocuarto de cuyo libro leemos:

<¿Por qué habéis obrado como los hijos de la tierra y procreado hijos gigantes?>

Y en el Génesis 6,4 encontramos:

<... Viendo los hijos de Dios la hermosura de las hijas de los hombres, tomaron de entre todas ellas por mujeres... En aquel tiempo había gigantes sobre la tierra: porque después que los hijos de Dios se juntaron con las hijas de los hombres y ellas concibieron, salieron a luz estos valientes del tiempo antiguo, jayanes de nombradía.>

En el libro de la tradición etíope "Kebra Negest", dice el capítulo 100:

<Pero las hijas de Caín que habían fornicado con los ángeles concibieron, mas no pudieron dar a luz y murieron. Y de los frutos que llevaban en sus vientres muchos murieron también, y otros salieron, pues abriendo el vientre de sus madres nacieron por el ombligo. Luego, al crecer, se echó de ver que eran gigantes...> (p.132)

Por último, una línea del "Book of the Eskimos":

<En aquellos tiempos había gigantes sobre la tierra.>

El Apócrifo de Baruc incluso da cifras:

<Hizo el Altísimo llover un diluvio sobre la tierra, y exterminó toda carne mortal, y también a los 4.090.000 gigantes.>

En mi libro "La respuesta de los dioses" he presentado fotografías de huellas gigantescas, producto de las más recientes investigaciones y última prueba de la existencia anterior de gigantes, a cargo de fuentes de reconocida autenticidad. No voy a repetirme aquí, pero al menos quiero dejar constancia, aunque sea de pasada, de que existen documentos que abonan la existencia de los gigantes prehistóricos. No sea que luego digan: "¡Pero, señor Von Däniken, si jamás ha habido gigantes!" Y es que tendemos a olvidar con frecuencia lo que no encaja en nuestras ideas preconcebidas. POR ESO he vuelto a mencionarlo.

Vamos a deletrear esa partícula tan cargada de trascendencia: Si...


Si..., si..., si...

Si Homero no se limitó a soltarse la melena poética en su "Odisea", sino que reflejó el núcleo de una verdad pretérita...

Si fue Malta la isla de los Cíclopes...
Si Ulises arribó allí...

Si los Cíclopes eran descendientes de "ángeles caídos", o lo que es lo mismo, de los extraterrestres...

Entonces los raíles, los templos megalíticos y el hipogeo deben tener algo que ver con los dioses O BIEN con sus descendientes.

¿Por qué?

Recordemos que algunos de los raíles se prolongan hasta las profundidades del Mediterráneo, lo cual implica su construcción ANTES  de la última glaciación, cuando el nivel de las aguas estaba más bajo de lo que ha venido estando en los últimos milenios. Y cuando, según la arqueología clásica, NO (p.133)

EXISTÍAN AÚN poblaciones dotadas de conocimientos TÉCNICOS. Por tanto, si como consecuencia lógica los aborígenes de la Edad de la Piedra no pudieron ser los constructores de los monumentos que admiramos aún hoy, ¿quiénes fueron, pues?

¿Dejaron los dioses o sus descendientes un signo de su presencia en Malta? Para no hablar de legados técnicos, ¿dejaron en lugares desconocidos hasta ahora bancos de semen, cuyos accesos permanecerán incógnitos... hasta que una CASUALIDAD afortunada permita descubrirlos, como en el caso del hipogeo? ¿Quizá las diosas madres son, como se sospechaba, la clave (p.134)

final del enigma? ¿Cabe la posibilidad de que en algún lugar, bajo las rocas y los santuarios megalíticos, se conserven células corporales de los antiguos amos de nuestro planeta, aguardando el día de su regreso a la luz? ¿Veremos sacar a la superficie los sarcófagos con restos momificados? (p.135)

No necesito que nadie me diga que mis ideas son aventuradas, pero tienen una base justificada. Desde las épocas más primitivas, los faraones y los emperadores chinos, los incas y los emperadores japoneses, dominaron el arte de la momificación. Por eso, yo pregunto: ¿no ejercerían ese arte también los "hijos de Dios" y los primeros descendientes de los extraterrestres? SI los primeros hombres INTELIGENTES fueron retoños de los dioses exploradores del espacio, sin duda recibieron de sus padres celestiales un acervo suficiente de conocimientos científicos... y tal vez incluso el encargo siguiente: "Creced y conservad las células de vuestros cuerpos. ¡Algún día se obtendrán con ellas otros seres a vuestra imagen y semejanza!"


Las diosas embarazadas

Mientras archivábamos las fotografías de mi visita a Malta, mi colaborador Willi Dünnenberger me hizo observar una característica de las "diosas madres" maltesas: todas las estatuillas representan a mujeres EMBARAZADAS. Y no es sólo que los vientres presenten todos los signos de la preñez, como si fuesen a parir trillizos, sino que las figuras apenas tienen muslos. La mitad inferior de estos cuerpos femeninos es guresa, deforme; ni siquiera se distinguen las pantorrillas, La hinchazón incluye los pies.

Podríamos despreciar esta observación, arguyendo que los escultores prehistóricos no eran capaces de tallar los delicados detalles de un cuerpo, dado su primitivismo. Esto no es cierto, pues los hombros y los brazos están modelados con gran precisión y dominio de la técnica. Muchas figuras enseñan una mano, con los cuatro dedos y el pulgar bien separados y definidos. Esa mano descansa a la altura del corazón, como si la mujer quisiera expresar su dolor o su temor al parto.

Viendo esas representaciones plásticas, ¿no se diría que esos vientres encerraban algo más que un embrión normal? ¿El peso anormal del feto no parece tirar de dichos vientres hacia abajo? ¿Es el exceso de tejidos, aguas fetales y colchones anormales de grasa lo que tiende a cubrir los muslos llegando hasta las rodillas? ¿Tal vez aquellas pobres criaturas quedaban condenadas a una casi inmovilidad, semanas antes del parto?

Consideradas de este modo, también las obesas "diosas madres" tienen su valor demostrativo en cuanto a la existencia (p.136)

de gigantes en otros tiempos. La "Kebra Negest" nos ha hablado de los vientres abiertos en el momento del parto, por ser de tamaño excesivo la criatura. Una inscripción sumeria de Nippur refiere cómo el dios de los aires Enlil violó a Ninlil, hija de la tierra. Ninlil suplica al libertino:

<Mi vagina es demasiado PEQUEÑA, no entiende del coito. Mis labios son demasiado PEQUEÑOS, no entienden de tus besos...>

No me atrevo a especular si el propio Enlil era un extraterrestre o ya un descendiente de la primera generación. Lo que se desprende sin duda alguna del texto cuneiforme es que sus extremidades, su cuerpo, eran demasiado grandes para la joven Ninlil, una humana de tamaño normal.


[3.3. Los menhires en todo en Europa]

En reactor a la costa atlántica

En el área cultural de Occidente queda otro misterio envuelto en la nebulosidad de los milenios. Incluso los arqueólogos cantan un renuncio poco corriente: que no pueden decir nada significativo al respecto. Lo que no deja de llamar la atención, tratándose de un gremio que casi siempre lo sabe todo. Me refiero al enigma de la "Bretaña", en la costa atlántica francesa.

Allí acuden muchos visitantes, y no sólo gastrónomos atraídos por la gran calidad de la cocina local, tanto en pescados como en verduras. Desde hace siglos, la gran atracción de la región para los viajeros, hoy llamados turistas... son sus millares de menhires, que ocupan el paisaje como un ancestral desafío hecho piedra.


Nocturno con menhires

El otoño pasado tuve ocasión de pasar algunos días en la Bretaña. Una noche de luna llena salí a pasear entre las hileras de menhires: el efecto era alucinante, como una visita a otro planeta o a una época primitiva de la Tierra.

Los menhires o (traduciendo del celta) "piedras largas" lanzaban sombras alargadas, espectrales. Mis pasos arrancaban (p.137)

crujidos al suelo rayado de luces y sombras, y éstas engañaban mis ojos con imágenes inexistentes. Aquellos colosos de piedra inflamaban mi fantasía. Vi rostros humanos, vi una madre con su niño en brazos. Y luego leones, panteras, grandes cangrejos y arañas, desfilando ante mí en el temoroso silencio de la noche lunar. A lo lejos, se agazapaban en actitudes amenazantes los monstruos prehistóricos, los animales fabulosos que, vistos de cerca, resultaban ser aquellos restos pétreos de tiempos prehistóricos, iluminados por la luna. Me pareció que acaba de emprender un viaje al pasado, como si hubiera poseído la máquina del tiempo.


Ordenados en columnas exactas

Las piedras largas obedecen a un orden inexplicable. No son, por tanto, hallazgos casuales, residuos de una glaciación. No es una colección que alguien haya reunido de diferentes lugares para erigirla en ordenación de tipo museístico. Hoy estas columnas de a tres o de a doce en fondo simulan un ejército de piedra. Los más pequeños de entre estos "soldados" de piedra pasan del metro de estatura. El mayor gigante es el menhir de Kerloas, en Plouarzel, con doce metros de alto y un peso de ciento cincuenta toneladas. Anteriormente la "piedra larga" más grande había sido el menhir de Locmariaquer, pero se rajó y yace hoy en el suelo; cuando estaba "sano" medía veinte metros de largo y pesaba más de trescientas cincuenta toneladas.

En Kermario hay 1.029 menhires dispuestos en diez hileras, sobre una superficie de unos cien metros de ancho por mil doscientos metros de longitud. Cerca de Ménec hay 1.169 piedras largas en formación de a once, de la que se desprenden setenta formando semicírculo. Esta configuración se repite en Kerlescan, aunque con otros datos: de 594 menhires hay 555 en columnas de trece en fondo, apartándose 39 en semicírculo. En Kerzehro se han contado 1.129 piedras en filas de a diez, y en Lagatjar son 140 de tres en tres (p.138).

¡También son anteriores a la última glaciación!

Estos datos, aun sin ser completos, permiten intuir que en alguna época alguien llevó a cabo un trabajo enorme. Una cosa tienen en común los menhires de la Bretaña con los yacimientos megalíticos de Malta: ambas cosas debieron ser creadas ANTES de la última glaciación. Pues, lo mismo que en Malta los raíles se hunden en el Mediterráneo, en la Bretaña columnas (p.139)

enteras de menhires marchan, sin perder la formación, hacia las profundidades del océano Atlántico.

No es raro que los habitantes de una región sepan cosas interesantes acerca de los fenómenos con los que conviven.

Los campesinos bretones a quienes pregunté por el significado de aquellos colosos de piedra se encogieron lentamente de hombros y contestaron:

-- "Personne ne sait!"

Admitir que nadie lo sabe me parece más sincero que relatar, como hacen otros, la siguiente leyenda cristiana: hacia mediados del siglo tercero de nuestra Era, llegó a estas regiones san Cornelio, perseguido por los legionarios romanos. Viéndose cercado por sus perseguidores y sin posibilidad de escapar, el santo invocó la ayuda de Jesucristo, con cuyo auxilio pudo convertir a los soldados romanos en piedras. Según esto, los menhires más grandes eran los oficiales, con lo que se habría respetado la jerarquía militar incluso en las piedras. Maravilloso.


Druidas ahorradores

Otra explicación poco plausible: que toda la región actualmente llamada Bretaña era el país sagrado de los druidas. Lo cual puede ser verdad. Pero los druidas, es decir, los sacerdotes de la nación celta, conocieron su época dorada en tiempos de César, es decir en el último siglo de la era precristiana. Por consiguiente, si los druidas establecieron su santuario en la región de los menhires, lo que hicieron fue apoderarse de unas instalaciones ya existentes. Muy hábil, y sobre todo económico.

Por parecidas razones hemos de rechazar la afirmación de que, en la remota época de los pueblos bárbaros de Europa, fueron unos nómadas primitivos quienes tallaron las piedras y las reunieron en disposición lineal para imitar a los pueblos orientales de Egipto y Babilonia, cuyas construcciones en honor de los dioses habrían tenido ocasión de admirar. Los defensores de esta versión deberían entender (y saber) que la época de los megalitos es muy anterior a la de construcción de los templos egipcios y babilonios. Hay que remontarse, por lo menos, a la última glaciación, la de los dioses y los hijos de los dioses.

Lo que contemplamos hoy en la Bretaña no puede darnos sino una pálida idea de lo que debió ser hace diez mil o más (p.140)

años. La naturaleza y los hombres, esos dos grandes destructores, no han pasado por allí en vano.


Fiebre del oro en la Bretaña

A mediados del siglo pasado se difundió por Francia el rumor de que había oro escondido en los menhires. Los buscadores de oro llegaron a manadas, provistos de picos y mallos. La fiebre del oro no conoce escrúpulos. Las "piedras largas" fueron golpeadas con salvajismo. Los tristes residuos de la batalla del oro todavía pueden verse esparcidos por el suelo: agrietados muchos de los menhires antaño más importantes, y pulverizados algunos de los más pequeños. Hoy el Gobierno procura protegerlos frente a otras acciones vandálicas. Pero sus prohibiciones no detienen a los niños y adultos que trepan por las piedras y las estropean cada vez más. A mí particularmente también me molestan las inscripciones con que suelen eternizarse bastantes estúpidos.

Durante aquellos hermosos días de otoño, mientras paseábamos por entre las formaciones de legionarios petrificados, mi hija Cornelia me hacía la misma pregunta que yo me hago: ¿Qué propósito tiene todo esto? ¿A qué fin sirven tantos miles de piedras erigidas en filas de a tres, de a nueve, de a diez o de a once? ¿Marcaban emplazamientos de sepulturas? No, no hay sepulcros al pie de los menhires, por más que se excave. Los sepulcros están en los dólmenes, una especie de túmulos megalíticos, en su mayoría cubiertos de tierra y de los que hay en Francia más de tres mil quinientos.

¿Tal vez los menhires iban techados al principio, recorriendo la Bretaña un enorme sistema de galerías cubiertas? En contra de esta suposición atestiguan, no sólo las diferentes longitudes de las piedras, sino además los estudios practicados, que no han hallado ni rastro de los taladros o encajes que serían necesarios para la sustentación. Además los menhires unas veces están demasiado juntos y otras demasiado separados como para haberles superpuesto en techo. Donde están, como quien dice, tocándose, apenas habría sido posible desplazarse bajo el supuesto techado de menhires; y donde están demasiado separados, no hay largueros ni de madera ni de piedra tallada capaces de unirlos entre sí para soportar un techo. Además, si los menhires han durado milenios, aunque algo estropeados (p.141),

deberíamos encontrar alguna reliquia del techo, y nada de eso se ha visto.


El venerable chiste del calendario

Tengo un amigo al que veo todos los años bisiestos. Es un gran aficionado a contar chistes, pero por desgracia su repertorio es muy corto. Así que, cuando nos vemos y después de las primeras fórmulas de salutación viene la inevitable pregunta:

-- ¿Ya sabe usted el de...?

-- ¡Sííí! - me apresuro a contestar sin esperar al final, pues es seguro que el chiste me lo habrá contado otras veces.

Pues lo mismo me pasa cuando leo que los menhires bretones también eran piezas de un calendario. Lo mismo que en el caso de mi amigo, estoy dispuesto a soltar la risa sin esperar al final del chiste (o de la teoría del calendario en cuestión).

Según ella, los sacerdotes celtas, o sus colegas dela época megalítica, aprovechando que tenían unos fieles estúpidos como ovejas les obligaron a acarrear miles de piedras, a tallarlas y erigirlas en un orden exacto, para que la "geometría" de las mismas o su sombra permitiera seguir el curso de las estaciones.

El astrónomo británico Fred Hoyle opina que con estas obras los sacerdotes trataban de impresionar o intimidar a su pueblo. ¿Cómo iban a lograr eso, si tuvo que ser el mismo pueblo quien acarreó las masas de piedra? Un buen golpe por parte de los sacerdotes habría sido, por ejemplo, la predicción de un eclipse de Sol o de Luna... pero las hileras de piedras no dan ningún significado en tal sentido, ni apuntan los menores rastros del primitivo observatorio que se habría necesitado para ello.

Mi vehemente objeción contra las obligadas teorías del calendario: cualquier predicción simple puede obtenerse con medios mucho menos dispendiosos. Si una instalación como la que nos ocupa hubiese permitido predecir (con arreglo a leyes que hoy desconocemos) una marea viva, pongamos por caso... pero, ¡qué absurdo! Las mareas vivas se producen dos veces al mes, bajo el efecto gravitatorio de la Luna cuando se suma en línea recta con la del Sol. Las estaciones y sus fenómenos se reproducen a ritmo ancestral; me niego a creer que nuestros antepasados (p.142)

fuesen tan idiotas, que estuvieran dispuestos a romperse los huesos trabajando en la construcción de un "calendario" con miras a tan banales "anuncios". ¡Basta!


Un edificio de axiomas

Para decirlo en términos finamente científicos, un axioma (p.143)

es "una proposición primaria indemostrable" (estoy manejando el diccionario Knaur de barbarismos), que sirve de base para "proposiciones posteriores" en Teoría del conocimiento. Así, de axioma en axioma, se levantan edificios teóricos que tienen la coherencia de su propia lógica interna. Por eso, me permitiré construir un pequeño edificio de axiomas.

Proposición primera:

-- Los menhires de la Bretaña no fueron reunidos por personas de nuestro tamaño corporal actual.

justificación: el peso y la cantidad de piedras.

Proposición segunda.

-- Los menhires fueron erigidos antes del final de la última glaciación.

Justificación: las columnas de piedras que se hunden, sin perder la formación, en las profundidades del golfo de Morbihan.

Proposición tercera:

-- Se erigieron con arreglo a un plan inteligente.

Justificación: el orden de los menhires no es casual.

Estos tres axiomas plantean nuevos interrogantes, admiten nuevas conclusiones. A finales de la última glaciación, ¿quién pudo disponer de la fuerza física necesaria, así como de la perspectiva para ordenar tan descomunales yacimientos de miles y miles de menhires?

¡Los gigantes!

La existencia de gigantes en época primitiva, prehistórica, ha sido recogida por las tradiciones. De acuerdo con las dataciones actuales, correspondería efectivamente a la última glaciación o a finales de la misma. Sólo ellos pudieron tener las fuerzas y las aptitudes intelectuales precisas para aquellas obras.

Se nos plantea la cuestión de saber cuál era el origen, cuál la raza de los gigantes. Las mitologías y las tradiciones religiosas nos aseguran que los gigantes eran descendientes de los dioses.

Otra pregunta: los gigantes, ¿eran inteligentes o lerdos? Si eran inteligentes, ello podrá verse en los restos de su legado. Lo cual nos lleva a considerar si los monumentos megalíticos como los de la Bretaña podían servir a un fin inteligente, o no serían sino resultado de una necia terapéutica ocupacional.

Sin embargo, basta considerar la disposición ordenada de la obra para comprender que debió ser ejecutada con arreglo a (p.144)

un PLAN PREESTABLECIDO. Pero todo el que planifica ha de ser inteligente. Conclusión axiomática: unos gigantes inteligentes sacaron de la roca millares de menhires, transportaron las pesadas piedras a unos lugares determinados y las erigieron dispuestas en columnas.

¿Qué se proponían con todo ello?


Una hipótesis audaz: ¿antenas de señales?

El ingeniero alemán Rudolf Kutzer, de Kulmbach, ha expuesto una especulación atrevida. En la disposición de los menhires, Kutzer ha creído ver una antena estacionaria, posiblemente conectada a un equipo amplificador de energía cósmica.

Tan atrevida afirmación, ¿se basa en algún punto objetivo que la justifique?

Los menhires están formados de una roca que contiene fuertes proporciones de cuarzo, así como de mineral de hierro, en algunos casos. El cuarzo es uno de los minerales más duros que existen, formado por anhídrido silícido.

Por si alguien desconocía las cualidades especiales del cuarzo, la nueva generación de relojes se ha encargado de divulgarlas. En 1880 Pierre y Jacques Curie descubrieron, en el curso de sus estudios sobre el comportamiento eléctrico de los cristales, el llamado efecto piezoeléctrico, que se produce en el cuarzo sometido a esfuerzos de compresión, tracción o torsión en determinados sentidos. Se ponen en movimiento energías mínimas, pero capaces de hacer funcionar un reloj durante un año o más.

Ya de niños tuvimos algo que ver con el cuarzo en forma de pequeños cristales, cuando fabricábamos sencillos receptores de radio con los componentes a nuestro alcance. Pinchábamos el cuarzo con un hilo muy delgado, hasta acertar con un punto conveniente. Entonces oíamos un "soplido" en nuestros auriculares, y escuchábamos una emisora local como si se recibiese desde una gran distancia. ¿Qué habíamos conseguido los radiotécnicos en ciernes? (p.145)


Las oscilaciones de los cuarzos

El cuarzo capta las vibraciones como una antena y las reproduce, concentradas, a partir de un punto determinado. Después de nuestra búsqueda encontrábamos EL punto que nos permitía detectar las frecuencias de la emisora, SIN NECESIDAD DE NINGUNA AMPLIFICACIÓN ELÉCTRICA.

Es esta cualidad particular de los cuarzos lo que motiva la pregunta del ingeniero Kutzer: ¿Estaban "cargados" los menhires en algún sentido? ¿Recibían la "estimulación" de alguna energía para nosotros desconocida? ¿Servían para emitir oscilaciones, interconectados entre sí? ¿O recibían frecuencias de las profundidades del Cosmos?

En la actualidad no se puede contestar; pero, ¿qué sabemos NOSOTROS, hoy, de las posibilidades de una técnica FUTURA que para los extraterrestres ya era PASADA? En nuestro esfuerzo por entender lo pasado con la lógica de hoy, se nos escapa todo cuanto no podemos conciliar con el cuadro, muchas veces engañoso, de los axiomas heredados.

Cosa curiosa: en todo el mundo, los hilos telefónicos siguen tendiéndose, en su mayoría, de postes de madera. y eso que la madera no es un material que dure siglos, como todo el mundo sabe; la madera se pudre, se carcome, es inflamable. Y sin embargo, seguimos "plantando" postes de madera en basamentos de hormigón para los conductores telefónicos.


Arqueología en el año 7000 de nuestra Era

De hoy en cinco mil años, los arqueólogos en acción:

Vastas excavaciones a través de montes y valles permiten sacar a la luz unos bloques de hormigón provistos de un agujero redondo. Los análisis de laboratorio descubren restos de madera, indiscutiblemente, en los poros del hormigón.

Las hileras perfectamente ordenadas de bloques de hormigón conducen a suponer que los antepasados (a la vuelta del milenio segundo d.C.) eran adictos a un culto, en el que los bloques de hormigón desempeñaban un papel primordial; pues de lo contrario, las gentes no se habrían esforzado en acarrear un material de tanta densidad a través de países y continentes. Contra esta explicación hay otra teoría, según la cual las hileras de bloques eran mojones, marcas que señalaban los caminos (p.146)

de las grandes migraciones y servían de orientación a las caravanas. y como es natural, tampoco en el año 7000 había de faltar la inmortal teoría del calendario.

Sólo que ninguna teoría puede dar cuenta de los restos de madera, cuya presencia se ha demostrado de manera irrefutable. Algunos opinan que los mojones servían además para sostener antorchas, es decir, trozos de madera empapados en un líquido inflamable y que se prendían de noche. Pero antes de que tal teoría halle acogida en los libros oficiosos, los críticos arguyen que la explicación es absurda, pues los bloques de hormigón se encuentran demasiado próximos unos a otros como para que se precisaran señales de fuego.

Un joven arqueólogo, según el cual podría tratarse de postes telefónicos, es reducido al silencio en medio de generales protestas. Hacia finales del segundo milenio, los hombres eran bastante inteligentes y poseían asombrosos conocimientos técnicos: EN PRIMER LUGAR, poseían la telefonía sin hilos, y EN SEGUNDO LUGAR no habrían utilizado postes de madera para sus teléfonos, sabiéndose por otras excavaciones que dominaban la metalurgia en muy diferentes formas.

De esta y otras maneras parecidas se "demostrará" sin lugar a dudas, en el año 7000 d.C., que los zócalos de hormigón plantados en el suelo no eran, no podían ser en ningún caso para postes telefónicos de madera, puesto que éstos no existían hacía el 2000 d.C.

¿Es más sólida nuestra lógica de hoy?

Mientras escribo esto, me parece estar oyendo los murmullos de los burlones detrás del respaldo de mi sillón:

-- ¡no nos venga con que los gigantes de la era megalítica construyeron una gran antena de piedra! Si los gigantes, o sea, los gigantes que usted dice, hubieran tenido alguna idea sobre el funcionamiento de una antena, habrían utilizado cualquier clase de metal antes que pedruscos.

¿Hasta qué punto es lógica esa lógica?

Si HOY nos proponemos instalar un bosque de antenas, como el previsto para el "Proyecto Cíclope", naturalmente utilizaremos metales. El Ames Research Center de la NASA tiene proyectado un gigantesco estacionamiento de mil quinientas antenas orientables, cada una de las cuales tendrá un diámetro de cien metros. Estas enormes antenas descansarán sobre millares de fundamentos de hormigón. Ahora bien, cuando hayan transcurrido los milenios, hasta el metal de las antenas de (p.148)

Cíclope se habrá corroído, desintegrado en átomos que aventará el aire y se llevará la lluvia. ¿Qué permanecerá entonces? Los miles de bloques de hormigón, enterrados, ordenados con arreglo a una disposición geométrica. Su gran dureza y su emplazamiento subterráneo los preservarán de la erosión.

Puede que los técnicos de futuras generaciones inventen un sistema que permita emitir y captar mensajes de alcance cósmico sin necesidad de antenas metálicas. Quizá consista en utilizar como oscilador una montaña que contenga cuarzo, y que así servirá de antena. ¿Quién sabe? Tal vez la primera generación de los hijos de los dioses, la que asistió a la marcha de los extraterrestres y construyó los monumentos megalíticos, dominaba un procedimiento semejante. ¿Y si hubieran sabido mucho más que nosotros acerca de la aplicación de las propiedades piezoeléctricas de los cuarzos?

¿Quién sabe?

Mis especulaciones son atrevidas; la red que enlaza mis axiomas todavía no es sólida. Si todos cultivasen la modestia intelectual y se atuviesen a la insuperable sabiduría del socrático "sólo sé que no sé nada", algo habríamos salido ganando. Como todas las suposiciones expuestas hasta ahora sobre el significado o la utilidad de los menhires son ilógicas o están superadas, no parece superfluo adelantar ideas nuevas, a modo de estímulos para la reflexión, abriendo caminos hacia el pasado y el futuro. ¿Hay otra propuesta utópica para meditar sobre la variante de las antenas?

A veces, un pequeño detalle sirve para encadenar ideas.

Casi todos los menhires adelgazan hacia la base. Cabría pensar que los constructores de las piedras largas afilaban el extremo inferior para clavarlo en el suelo. Parece evidente, pero hay dos motivos que invalidan tal idea.

Una masa pesada sobre una base ancha se sostiene mejor que afilándola por abajo, noción que me ha sido confirmada por un arquitecto: el suelo horizontal, más la base ancha y plana, más el peso muerto, garantizan mejor la estabilidad. Hoy día tenemos esto en cuenta al proyectar los encofrados de hormigón para los edificios. Las pirámides, por ejemplo, adelgazan hacia arriba, es decir, que tienen su planta de máxima superficie en la parte más baja, correspondiente a la plataforma de sustentación. Su estabilidad no inspira ningún cuidado. Y los menhires "vulgares", lo mismo que las pirámides, tienen mayor sección en la parte baja, la que descansa sobre firme (p.149)

plano. De lo contrario se reduciría la base de sustentación y disminuiría la estabilidad. Pues bien, los menhires de la Bretaña no sólo tienen sección reducida hacia la base, sino que presentan unas estrías onduladas esculpidas EN LA PARTE ENTERRADA. Esto se quiere explicar diciendo que se trata de motivos ornamentales. Pero, ¿cómo puede ser eso, si quedan BAJO TIERRA, donde no es posible verlos?


¿Adornos o canalizaciones para cables?

Esas estrías ornamentales, ¿no pudieron servir de alojamiento a un devanado metálico destinado a conectar los menhires entre sí? Siguiendo la línea especulativa del ingeniero Kutzer, dicha conexión habría sido necesaria para el funcionamiento de un "bosque de antenas". El efecto en cuestión requiere la acumulación de cargas eléctricas en los menhires, considerados como resonadores de cuarzo. Lo seguro es que no estaban conectados por sus extremos superiores, pues no hay ningún indicio que permita suponerlo; en cambio la extraña decoración de la base sí constituye un indicio en apoyo de nuestra hipótesis. Pero hoy sólo quedan las estrías. No hay rastro de cobre (ni de ningún otro metal) ni otro soporte de ningún indicio que permita suponerlo; en cambio la extraña decoración de la base sí constituye un indicio en apoyo de nuestra hipótesis. Pero hoy sólo quedan las estrías. No hay rastro de cobre (ni de ningún otro metal) ni otro soporte de ningún género. ¿Significa esto que la teoría de las antenas debe ser arrojada a la chatarra como las demás?

Recordemos lo que ocurre con los pararrayos. La línea de puesta a tierra experimenta una corrosión mucho más rápida que la instalación aérea, y eso que ésta permanece expuesta a la intemperie. ¿Por qué se destruyen más pronto las partes metálicas enterradas?

Dos piezas de metales DIFERENTES, unidas entre sí y situadas en un medio ácido, forman lo que suele llamarse un elemento galvánico. En todo elemento (eléctrico) galvánico se produce una corriente de iones, tendiendo a descomponer el metal que presenta el valor "más abajo" dentro de la serie electrolítica. Cuanto mayor sea la diferencia entre el metal más noble y el menos noble de los que forman los electrodos sumergidos en el medio ácido, más rápidamente se ataca el metal inferior.

El magnesio (símbolo químico: Mg), el aluminio (Al), el manganeso (Mn), el cinc (Zn), el cromo (Cr), el hierro (Fe), el níquel (Ni), el estaño (Sn), el plomo (Pb), el cobre (Cu), y la plata (Ag) forman una serie de metales de los que, tomados dos (p.150)

a dos y puestos en una solución ácida, siempre resultaría destruido el menos noble. Representando estos últimos por un signo negativo, y los más nobles por un signo positivo, la serie se representaría así:

-- Mg, AI, Mn, Zn, Cr, Fe, Ni, Sn, Pb, Cu, Ag+

Si los metales en medio ácido producen una corriente de iones y, por tanto, una diferencia de potencial eléctrico - y, de paso, la corrosión del metal menos noble -, ¿dónde está el "medio ácido" en el caso de los metales enterrados en el suelo? El agua de lluvia tiene una reacción ligeramente ácida.

Ahora bien, la diferencia de potencial y la corrosión se producen también cuando uno de los electrodos está empotrado en hormigón y el otro enterrado en el suelo. El hierro del hormigón pasa a ser el cátado, y el metal puesto en tierra el ánodo. A largo plazo, la corriente iónica destruye el ánodo, que acaba por disolverse. Los modernos métodos de medida de la corriente galvánica permiten calcular cuántos gramos de metal desaparecen en un intervalo de tiempo determinado (nota 33: Wiesinger, J. y Hasse, P.: Handbuch für Blitzschutz und Erdung; Munich 1977).

Consecuencia lógica: si los menhires, hechos de roca muy abundante en cuarzo, estuvieron en otro tiempo conectados entre sí mediante una línea metálica subterránea, el paso de los milenios habría reducido el metal a la nada, porque los megalitos cuarcíferos habrían actuado como cátodos. Conviene mencionar además que bajo tierra las corrientes de iones no van sólo de un monolito a otro, sino que además pueden formar circuito. Bastaría, pues, un solo cátodo potente en proximidad del grupo de menhires para destruir el metal a lo largo de tantos milenios.


¿Mesas de piedra para gigantes?

La hipótesis de una finalidad técnica de los grupos de menhires puede ampliarse para incluir los dólmenes, sin que ello suponga forzar excesivamente el sentido común.

"Dolmen" significa, traducido del celta, "mesa de piedra": dol=mesa, men=piedra.

En materia de dólmenes no falta donde escoger: unas veces son dos robustos megalitos los que soportan una losa de granito descomunal; otras veces son varias losas descansando (p.151)

sobre varios megalitos más pequeños, y en algunos casos hallamos más de diez losas formando como un corredor de dólmenes. A veces, las mesas de piedra han sido cubiertas con una colina artificial, a modo de túmulos funerarios.

Así como los menhires se han resistido a entregar el secreto del significado y la finalidad de su existencia, también los dólmenes constituyen un enigma no resuelto. El caso es que debajo de muchos dólmenes se han descubierto sepulcros con esqueletos que no proceden de la época megalítica. Sin duda, durante la Edad del Bronce otros habitantes de la Bretaña, llegados más tarde, aprovecharon los dólmenes ya existentes para convertirlos en morada de sus difuntos. Si preguntamos a los campesinos de la región, oiremos que los dólmenes eran las "mesas de los gigantes". Semejante respuesta evoca una paradoja: los corredores de dólmenes, demasiado bajos para unos gigantes, podían servir para enanos, pero éstos no hubieran sido capaces de trasladar tan pesadas losas. En cambio, los dólmenes aislados y de muy grandes dimensiones que se encuentran en Rostudel, junto al Cap de la Chèvre, sí hacen pensar en un "mobiliario para gigantes", aunque es posible que en otro tiempo también estuviesen recubiertos de tierra, luego arrastrada por las lluvias. Pero si en la época megalítica los menhires tuvieron una utilización técnica, es muy probable que los dólmenes estuviesen en relación con el mismo sistema. Tal vez servían para cubrir "algo", o al revés, para proteger el medio frente a ese algo.


Sólo nos queda la incertidumbre

Un día ya lejano, los constructores de los monumentos megalíticos desaparecieron de una menare inexplicable (y esto sí que no es mera hipótesis mía), o se extinguieron. A nosotros sólo nos queda el asombro y la incertidumbre frente a esas reliquias de los antepasados, ante la incapacidad para entender lo que ocurrió ahí hace miles de años. ¿Tal vez logremos desvelar ese misterio en un mañana no lejano? (p.152)


Fin del texto.

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Fuentes

[web01] http://de.wikipedia.org/wiki/Schleifspuren_(Malta)

Fuentes de fotos

[1] mapa de Malta con Gozo: http://www.short-holidays-malta.com/lagekarte.htm
[2] raíles en Malta: http://huellasperdidas.lacoctelera.net/post/2006/09/05/enigmas-surcos-malta
[3] raíle profundo en Malta: http://www.ancient-wisdom.co.uk/cartruts.htm

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