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Erich von Däniken: Viaje a Kiribati - extraterrestres

4. Cazando serpientes de mar y hombrecillos verdes

[4.3. Esqueletos de extraterrestres encontrados en la Tierra]

El
                          esqueleto de un extraterrestre de California,
                          expuesto en el museo antropológico de México
                          01
El esqueleto de un extraterrestre de California, expuesto en el museo antropológico de México 01 (p.162)

de: Erich von Däniken: Viaje a Kiribati; Ediciones Martínex Roca, S.A.; Gran Vía, 774, 7º; 08013 Barcelona; ISBN: 84-270-0684-5

presentado por Michael Palomino (2011)


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[4.3. Esqueletos de extraterrestres encontrados en la Tierra]

¿Un esqueleto de extraterrestre? - [el padre Le Paige encuentra momias con formas de rostros "que no se conocen en la Tierra"]

Lo que estuvo escondido en el seno de la tierra durante miles de años, tarde o temprano ha de encontrarse conmigo. Olvidado no queda, que para eso tiene mi archivo marcadores de diferentes colores que me refrescan la memoria. Así por ejemplo, en el cajón de "IMPROBABLE" un informe sensacionalista del año 1975 (p.152):

En tumbas de tiempos remotos: Muertos de otras estrellas

Informe del año 1975

<El sacerdote belga Gustavo Le Paige está convencido de que hay enterrados en nuestra tierra seres androides de otros planetas, que estuvieron aquí hace muchos milenios. El Padre Le Paige es misionero en Chile. Desde hace veinte años realiza investigaciones arqueológicas (p.152). A sus setenta años de edad, el padre misionero ha descubierto cinco mil cuatrocientas veinticuatro tumbas, cuyos ocupantes, según sus informaciones, debieron fallecer hace más de cien mil años. El Padre Le Paige declaró a un periodista chileno: "Creo que estas sepulturas se aprovecharon para enterrar también a seres extraterrestres. Algunas de las momias que he encontrado tienen rostros de formas que no se conocen en la Tierra".> (p.153)

(nota 11: Abarzua / Posselt: In Gräbern aus uralter Zeit: Tote von anderen Sternen [en tumbas de antiguos tiempos: muertos de otras estrellas]; En: [periódico] Bild [periódico "Imagen" de Alemania], 29 de abril de 1975)


Padre Gustavo Le Paige, retrato
El Padre Gustavo Le Paige, supuesto descubridor de esqueletos de seres de otras constelaciones (p.153)

Al extremo norte de Chile, el eclesiástico encontró en una tumba de antigüedad incalculable una figura de madera, tocada con (p.153)

algo que parece un casco de astronauta sobre un tronco cilíndrico. En opinión del hombre de Dios, ese objeto funerario procedía de un extraterrestre: "Nadie me creería si dijera todo lo que he encontrado en esas necrópolis."

Sinceramente, yo tampoco lo creí, pero seguí mi rutina y llamé a la redacción del periódico en Hamburgo. Del padre no sabían sino lo que decía el artículo; por lo demás, dijeron no tener otra cosa sino un télex de Chile, el que había dado origen a la noticia. Fin de la pista.

Mis llamadas a dos periodistas conocidos de Santiago fueron infructuosas. No conocían al padre. Por ello, el recorte fue a parar al archivador de IMPROBABLES".

Donde estaría todavía, si no fuese porque la revista mexicana "Vistazo"

(nota 12: Chávez, Mauro: ¿Seres de otro mundo en manta? En: Vistazo, México)

publicó una fotografía de un esqueleto, asegurando que el mismo estaba en la colección del profesor Ramón de Aguilar, de Panamá. Un nombre más que añadir a la lista, al fin y al cabo.

Profesor Ramón de Aguilar, médico
              jefe en Panamá
Profesor Ramón de Aguilar, médico jefe en Panamá (p.157)

Justo para la Navidad de 1979, la prestigiosa revista brasileña "Gente"

(nota 13: Um psiqiatrano terreiro; En: Gente, 24 de diciembre de 1979)

hacía aparecer otra vez el esqueleto, y otra vez lo situaba en el armario del profesor de Aguilar. El rostro simpático de un hombre en su mejor edad, de aspecto cuidado, de expresión inteligente, no parecía el de un charlatán. En el ínterin, he podido averiguar que no lo es, porque le conozco personalmente.

Con cierto retraso, recibí un artículo de la revista española "Mundo Desconocido",

(nota 14: El esqueleto de Panamá; En: Mundo Desconocido, mayo de 1979)

que hablaba otra vez del padre y de su esqueleto. El cajón de "IMPROBABLE" empezaba a lanzarme ojeadas tentadoras.

Desde hace años tengo amistad con el redactor jefe de "Mundo Desconocido", Andreas Faber-Kaiser. Le pedí ayuda. Del padre no sabía nada; en cambio pudo facilitarme la dirección del profesor de Aguilar. Si no hubo eco a las consultas a México y Brasil, en cambio el profesor contestó en seguida. En cuanto al esqueleto, no tendría inconveniente en dejármelo ver, y también fotografiar de la manera que yo quisiera.

Pero ¿quién era y dónde estaba el padre Le Paige, el descubridor de los antiquísimos restos?

La nada fantasiosa embajada suiza me contestó el 4 de marzo de 1980 con una carta del consejero V. Vuffray.

(nota 15: Carta de la embajada suiza al autor, 4 de marzo de 1980) (p.154)

<AMBASSADE DE SUISSE
AU CHILIl

Santiago, le 4. März 1980
Calle J. Miguel de la Barra 536
Casilla 3875
Téléphone 3 20 09
Ref.: 642.0 - VU/ke

Estimado señor Von Däniken:

Por la presente le acuso recibo de su carta del 23 de febrero y paso a comunicarle que el sacerdote belga padre Gustavo Le Paige, a quien el abajo firmante conoce personalmente, reside en la actualidad en el Colegio San Ignacio, calle Alonso Ovalle 1480 de Santiago. Después de haber padecido en los últimos meses una grave enfermedad y de estar sometido a un prolongado tratamiento médico, probablemente no podrá regresar a San Pedro de Atacama.

En esta colonia septentrional, al pie de los Andes y en proximidad al desierto de salitre, el antes citado ha creado un museo con gran abundancia de esqueletos excavados y hallados por él en la región junto con incontables objetos.

Confío en que logre usted ponerse en comunicación con el padre Le Paige, y celebraría tener el honor de recibirle en ocasión de su estancia en Chile.>


Ojalá fuesen así de alentadoras todas las embajadas. El mismo día envié todos mis libros en versión española al consejero de la embajada, rogándole se los hiciese enviar al padre con mis mejores deseos de curación, y le anunciaba mi visita. A este envió contestó el 7 de mayo de 1980 nuestro embajador, señor Casanova :

(nota 16: Carta de la embajada suiza al autor, 7 de mayo de 1980) (p.155)

<Quise encargarme personalmente de llevar sus libros en español al padre, a quien también yo conozco personalmente, pero se me ha notificado que está moribundo, y desde hace varias emanas no sale del coma profundo.> (p.155)



En mi programa de viaje a Sudamérica, donde había previsto un gran número de metas, estaba fijada una entrevista con el padre Le Paige para la segunda semana de agosto. El 6 de junio me alcanzó - "Air Mail / Expres" - como un mazazo esta noticia (p.155):

Estimado señor Von Däniken:

Agradezco su carta del 27 de mayo, en la que me confirma su llegada a Santiago el viernes 8 de agosto.

Lamento comunicarle que el padre le Paige falleció el 19 de mayo. El museo arqueológico por él fundado en Atacama ha pasado a depender de la "Universidad el Norte", casilla 1280, Antofagasta.

Le adjunto tres noticias de prensa sobre el padre Le Paige.

Atentamente,
El embajador suizo
M. Casanova>

(nota 17: Carta de la embajada suiza al autor, 6 de junio de 1980)


Demasiado tiempo habían reposado esta vez las informaciones en el archivador de "IMPROBABLE". Las necrológicas hacían referencia al gran cariño que sentían los indios hacia el padre, y subrayaban que su palabra había tenido en aquellas regiones el valor de un documento. Pero el secreto de sus tumbas, y por tanto también el prodigio del esqueleto extraterrestre, se los llevó a los eternos cazaderos.

Empecé a rogar a los dioses que me fueran propicios y me guardasen bien la salud del profesor de Aguilar.


Cara a cara con el profesor de Aguilar [en Panamá]

Hacia finales de agosto, el profesor de Aguilar me recibió en su bien provista biblioteca, en el círculo de su familia. Pronto resultó que él lo sabía todo de mí a través de mis libros, y yo de él nada, como es natural. Mi simpático y barbudo interlocutor, cuya hombría de bien disipaba al instante toda prevención, sonrió comprensivo y sacó de un cajón de su escritorio una descripción de su circunstancia personal y profesional en cinco páginas. De Aguilar se doctoró en medicina en 1953 por Sevilla, y se especializó en psiquiatría en 1960 por Madrid. como médico jefe que es, ha recibido además varios birretes "honoris causa". Me hallaba en buenas manos, y no veía llegado el momento de echar un vistazo al primer esqueleto extraterrestre.

El profesor me tendió sobre el potro de tortura. Hizo servir champaña, bebimos a nuestras respectivas saludes y a la de su (p.156)

esposa y sus dos hijas, hablamos del clima cálido y húmedo de Panamá, del ESTRESS escolar de los niños, de la desgraciada situación política internacional. Incapaz de aguantar más, interrumpí el animado "small talk", saqué de la cartera revistas y periódicos, y contra todas las reglas de la buena educación pregunté sin rodeos:

-- ¿Qué hay del esqueleto?

El profesor de Aguilar sonrió de nuevo, calmó mi paciencia y explicó que antes debía escuchar la historia del hallazgo. Una historia que a ratos me hizo dudar de que mi erudito interlocutor estuviera en sus cabales (p.157).


Tres hombres de negro y el esqueletito - [un esqueleto extraterrestre de California, expuesto en México ciudad]

Mil novecientos setenta y dos: En las cercanías de Eréndira, en el golfo de California, es hallado un esqueleto que presenta gran semejanza con el que posee el profesor, empieza a explicarme de Aguilar. Este esqueleto de 1972 es expuesto en el famoso museo antropológico de México, D.F. Lo examinan varios prestigiosos antropólogos y lo clasifican como "no terrestre".

El esqueleto de un
                      extraterrestre de California, expuesto en el museo
                      antropológico de México 01
El esqueleto de un extraterrestre de California, expuesto en el museo antropológico de México 01 (p.162)

Däniken:

<El "esqueleto" resultó ser un mero pedazo de piel porosa y decolorada.> (p.163)

Seguidamente empiezan a ocurrir cosas curiosas: el esqueleto desaparece sin dejar ni rastro, y los mismo científicos que poco antes califican el objeto como "no terrestre", mudan de opinión de la noche a la mañana. Ni uno solo de ellos mantiene el dictamen de la víspera. El profesor cuenta esto con una leve sonrisa, tal vez porque no le es del todo desconocida semejante "firmeza" por parte de unos colegas.

No mucho después de este incidente, se presenta un peón en casa de Ramón de Aguilar, portador de un "esqueleto" hallado cerca de la playa de San Carlos, en la costa pacífica del Panamá. El profesor descubre pronto numerosas identidades con el hallazgo mexicano, que conoce por haber visto muchas fotografías. Aún tiembla al recordar cómo su casa se vio invadida de periodistas, que le mareaban a preguntas para luego tergiversar todas sus palabras, según se comprobaba al día siguiente, al leer lo impreso. Me hago cargo de lo que me cuenta, porque yo mismo he caído demasiadas veces en la misma trampa. Hasta aquí el relato va pareciéndome algo soso, pero lo escucho sin interrumpir, en mi afán de ver de una vez el esqueleto. Pero en seguida se pone más emocionante.

Una mañana, tres años atrás, llaman a la puerta de su casa tres hombres vestidos de negro de pies a cabeza, empujan a un lado a la secretaria que acudió a abrir, e invaden el gabinete. Los ayudantes del profesor se quedan helados de miedo, y él mismo, confiesa de Aguilar, no las tiene todas consigo.

Con la rapidez del rayo recuerdo a los tres hombres de negro,

(nota 18: Krassa, Peter: Phantome des Schreckens - Die Herren in Schwarz manipulieren die Welt [fantasmas del horror - los hombres en negro manipulan el mundo]; Viena 1980)

esos personajes ocultos que bajo el nombre de MIB (men in black [hombre en negro]) recorren cual fantasmas el panorama de la literatura especulativa internacional. Se les relaciona con muertes misteriosas y se les considera como "viajeros del tiempo" que aparecen súbitamente, ejecutan su terrible misión y desaparecen sin dejar rastro (p.158).

Aunque los tres hombres de negro coinciden exactamente con los del relato del profesor, no considero probable que este hombre de formación enteramente científica haya oído jamás ni una palabra de los misteriosos MIB. Sin embargo, tres hombres así vestidos son los que han entrado en su despacho, y esto es real y no una fantasía, como van a poder confirmar varios testigos que observaron sus enigmáticas acciones. Al cabo de media hora la pesadilla se disipa, y sin decir palabra, tal como habían venido, los tres hombres de negro se retiran como si se los hubiera tragado la tierra.

-- Y qué querían, qué buscaban esos hombres? - pregunto.

-- No lo sé - replica de Aguilar -. No exigieron nada, ni hablaron una sola palabra. Fue algo extraño y terrible.

-- ¿Se llevaron el esqueleto? ¿Era lo que buscaban?

El profesor sonría.

-- No. Naturalmente, fue lo primero que pensé. Creí que venían a por él y recordé el suceso inexplicado de México. Pero no, el esqueleto quedó intacto.

-- Así pues, ¿lo tiene usted todavía?

-- Ahora mismo va a verlo.

Se me cayeron del corazón varios pesos de dimensiones ciclópeas. ¡A fin de cuentas, la oportunidad de ver un esqueleto extraterrestre no se presenta cada día!

El profesor de Aguilar colocó sobre la mesa una cajita de plexiglás de unos quince centímetros de largo por diez de ancho, y levantó la tapadera.

El alma me dio un vuelco [alegría], según suele decirse. Contemplaba un pedazo de pellejo descolorido, de grandes poros, como de unos ocho centímetros de largo. Un esqueleto de rata recubierto de piel, pensé al tomarlo no sin ligero asco, para contemplarlo por todas partes. Pesaba muy pocos gramos. Se le habría podido enviar en un sobre normal sin pagar sobretasa.

Delante, o digamos "en el pecho", observé dos agujeros que tal vez habrían servido para colgar aquella cosa. Una especie de diminutos muñones de brazos me recordaron los de un feto, y además habían sido visiblemente cosidos a la piel blanca. Lo único notable me pareció advertirlo en el dorso, en donde hacia la altura de las "paletillas", asomaban como dos extremidades, dientes de drácula o pezones en mal sitio (p.159).

El
                      esqueleto de un extraterrestre de California,
                      expuesto en el museo antropológico de México 02 El esqueleto de un extraterrestre de California, expuesto en el museo antropológico de México 02 (p.162)

Däniken:

<Delante, en el "pecho", observo dos agujeros que sin duda sirvieron para colgar el objeto.> (p.163)
El esqueleto de un
                      extraterrestre de California, expuesto en el museo
                      antropológico de México 03 El esqueleto de un extraterrestre de California, expuesto en el museo antropológico de México 03 (p.162)

Däniken:

<El único detalle digno de ser observado eran unas curiosas extremidades implantadas en los "omóplatos". ¡Una serpiente de mar periodística, a fin de cuentas!> (p.163)

Miré varias veces, con expresión entre interrogante y decepcionada, al profesor, que me observaba con visible satisfacción y regocijándose al ver mi repugnancia frente a los escuálidos restos de algún pequeño mamífero.

-- ¿Y esto es el esqueleto del que hablaban los titulares? - oí mi propia voz ronca, consciente de que toda aquella aventura había sido un paso en falso.

-- ¡Precisamente! - corroboró el profesor.

-- ¿Por qué cree usted que es extraterrestre?

-- ¿Extraterrestre? - meneó con energía su barbuda testa Ramón de Aguilar -. ¿Extraterrestre? Yo no creo que sea extraterrestre. Yo no dije nunca que lo fuese.

¿Quién soltó el gazapo en el bosque de papel? El profesor soltó la carcajada; su mujer, sus hijas soltaron también la carcajada. Una hilaridad liberadora se apoderó de todos llevándose también mi decepción. El profesor aseguró que jamás había afirmado que el "esqueleto" fuese de origen extraterrestre. Simplemente lo había presentado como una curiosidad, pero sin unir a este calificativo ningún adorno fantasioso. Pero los reporteros sensacionalistas adobaron el gazapo con mucha pimienta, a fin de convertir aquellos ocho centímetros de pellejo blanco en un guiso apto para la venta, y que sirvió de plato del día en las redacciones de todos los continentes.

Cuando uno se mete en un callejón sin salida, hay que tomárselo con humor y volver grupas.

Postscriptum:

1. El "esqueleto extraterrestre" en posesión del profesor de Aguilar resultó ser un encanijado gazapo periodístico (p.163)

2. Cuando tomo fotografías de un objeto - por ejemplo, de una pisada de gigante - cuyas proporciones no se adivinen con facilidad, tengo la costumbre de poner al lado una regla graduada en (p.163) centímetros. Si se hubiera hecho lo mismo con el "esqueleto extraterrestre", cuya longitud total, como ha quedado dicho, era de ocho centímetros nada más, no habría picado nadie (p.164).

3. En cuanto a las reliquias extraterrestres del padre Le Paige, dudo de que vuelvan a aparecer (p.164).


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